El nuevo papa de Roma

Abdullah Taboada

Pontevedra

Los fieles hacen fotos del papa Benedicto poco antes de que dimitiese

El aparato de propaganda del Vaticano ha funcionado bien, con sus balcones que se abren como teatrillos de guiñol, y  en los que aparecen con emoción nuevos “personajes-sorpresa”; sus multitudes siempre mirando hacia arriba, ora eufóricas, ora llorosas, y la retransmisión de la retirada del Papa en helicóptero, a medio camino entre el Tour de Francia, con una realización aérea impecable, y las bodas reales británicas, con una cuidada escenografía.

La personalidad del individuo que asume la jefatura visible y pública de la Iglesia católica es relativamente importante y afecta sólo parcialmente al funcionamiento del aparato vaticano. Si el Papa alemán, ahora jubilado, que había formado parte de las juventudes hitlerianas en su juventud, era la cara del dogmatismo estricto, el nuevo papa porteño parece traer aires de párroco amable.

El cardenal Ratzinger fue el prefecto de Congregación de la Doctrina de la Fe durante más de veinte años, la institución heredera de la Inquisición, encargada de corregir, amonestar, condenar y excomulgar a quienes se desvían del dogma oficial. Y tuvo el desacierto de significarse, al poco de iniciarse su papado, en septiembre del 2006,  con un discurso en el que, parapetándose en una cita medieval, arremetió contra el Islam y ofendió al Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le dé paz, algo que iba en total sintonía con la feroz campaña de descrédito del Islam y hostigamiento a los musulmanes desatada en aquellos años aciagos por Washington bajo la marca de “Guerra contra el Terror”.

Quizá el motivo de aquel discurso tan atrevido fuera el número formidable de católicos que abrazan el Islam, el que esto escribe es uno de ellos, y muchos dentro de la propia jerarquía sacerdotal. Sacerdotes y obispos de todo el mundo que se hacen, por propia convicción, musulmanes, y, según se dice, varios de ellos dentro del propio Vaticano, son quizá una de las preocupaciones de los purpurados. En el Sínodo de octubre del 2012, dedicado a avivar la evangelización del mundo, y en el que participaron 262 obispos, se proyectó el video de YouTube, propagandístico y saturado de fantasías anti-islámicas, Muslim Demografics, y en las intervenciones de los obispos, el Islam fue un tema de apasionada discusión, según declararon varios de ellos.

La forma de gobierno de la Iglesia católica, con sus cónclaves de ancianos purpurados y sus mecanismos de selección y ascenso en la pirámide jerárquica, son medievales y los de elección del Papa datan de 1274, cuando el Papa Gregorio X decidió el método de cónclave a puerta cerrada.

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La rigidez de la normativa de estos mecanismos parece diseñada para asegurar la estabilidad de la institución.  Estabilidad quizá consigan, pero se han ido consolidando, a lo largo de muchos siglos, como sucesivas capas, velos y revestimientos de estructuras que están cada vez más lejos de la luz original de la profecía de Jesús, alayhi salam, y son más parecidas a los sistemas sacerdotales imperiales de los romanos, los aztecas y los faraones que a la luminosa realidad de los hawariyín, los apóstoles de Jesús de los que habla el Corán.

Los dogmas de la infalibilidad del Papa y del Magisterio de la Iglesia, es decir, la facultad de los funcionarios de la jerarquía eclesiástica de ofrecer la interpretación “correcta y única verdadera” de los textos bíblicos (tan cambiados, recortados y censurados) y la garantía a los afiliados a ella de ofrecerles la única salvación, son doctrinas que a menudo chocan con la realidad de la condición humana, con su mortalidad y su fragilidad natural. La renuncia del Papa Ratzinger, reconociendo su agotamiento y su enfermedad, resultaba, al menos, humana.

Jorge Bergoglio, el jesuita argentino y arzobispo de Buenos Aires, eligió el nombre de Francisco al ser elegido Papa en memoria de Francisco de Asís. Francisco de Asís, el santo pobre y caritativo que ha inspirado al nuevo Papa, se unió a las tropas de las cruzadas e intentó, sin éxito, convertir al cristianismo al Sultán de Egipto. Aun así, tanto el Sultán de Egipto, Al Kamil, sobrino de Salahuddin Al Ayyubi, como después su hermano, Al Muazzam, Emir de Damasco, trataron bien y honraron a Francisco, el monje pobre de Asís. Ojalá que el Papa argentino influya en sus seguidores para que se inclinen hacia la verdad y la justicia, y que Allah guíe a muchos de ellos al Islam.

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