El material del que están hechas las paredes

En el curso de un debate particularmente acalorado que estaba teniendo lugar en Bruselas entre los representantes de Grecia y del Eurogrupo, hubo un momento en el que la naturaleza de las estructuras tecnocráticas de hoy en día quedaron, al parecer por un error, expuestas al desnudo. (El momento al que hacemos referencia fue muy breve y sólo un ojo muy sagaz pudo detectarlo. Por esa razón debemos agradecer al profesor Slavoj Zizek por haber sido el primero en hacérnoslo notar).

Mientras que Yanis Varoufakis y los representantes del Eurogrupo estaban trabados en la discusión, una cuestión de forma surgió en la que se postuló la capacidad del Eurogrupo de avanzar sin necesidad de reconocimiento alguno de la posición de Grecia. Era este un punto técnico que precisaba la aportación de los expertos legales presentes. El señor Varoufakis describe la respuesta que por fin fue pronunciada después de las deliberaciones legales que habían dado un respiro momentáneo al debate:

Por un breve periodo de unos cinco a diez minutos la reunión se detuvo. Funcionarios y representantes de los Gobiernos estaban hablando unos con otros por sus móviles, y por fin uno de los representantes gubernamentales, un experto legal, se dirigió a mí y me dijo las siguientes palabras: “Bueno, el Eurogrupo no existe por ley. No hay tratado alguno que haya acordado la creación de este grupo”. Es decir que tenemos un grupo inexistente que ostenta el poder más formidable para determinar las vidas de los europeos. No tiene que rendir cuentas a nadie, puesto que no existe en términos legales, no hay actas de las deliberaciones, todo es confidencial. De tal modo que los ciudadanos jamás saben lo que se está discutiendo… Son decisiones prácticamente de vida o muerte y ninguno de los miembros tiene que responder ante nadie.

Hay un momento en la historia de Roma que muestra una vislumbre semejante, en el cual el edificio del poder se queda al desnudo durante un encuentro entre adversarios y queda puesto de manifiesto en una frase o dos. En este caso es a Holly Haynes, en su estudio de Tácito, a quien hay que agradecer haber capturado este sutil momento:

Después de la muerte de Augusto, Clemente, un antiguo esclavo de Agripa Postumus, intenta en secreto sacar de incógnito a su amo de la isla de Planasia y llevarle a reunirse con los ejércitos en Germania. Cuando se da cuenta de que llega demasiado tarde y Agripa ya ha muerto, finge ser él mismo el hombre asesinado y viaja en busca de ayuda. Sus esfuerzos se coronan con éxito e incluso los ciudadanos de Roma creen que él es el auténtico Agripa. A Tiberio le preocupa en gran medida cómo tratar al hombre, y duda de si debe llamar al ejército o debe dejar que los rumores se disuelvan por sí solos; si esto representa una emergencia seria o si no es en realidad asunto preocupante… Al final le encarga el asunto a Salustio Crispo, quien arresta al individuo y lo trae a la presencia de Tiberio. Cuando este le pregunta: ¿Cómo te has convertido en Agripa? Clemente le responde: “De la misma manera en que tú te convertiste en Cesar”.

La respuesta que Clemente da a Tiberio, sucesor del Principado de Augusto, periodo en el que Roma se había convertido en un imperio pretendiendo ser una república, le permite ver a quien sea capaz de aprehender el momento, una actitud política de capital importancia. Se trata de una perspectiva tacitánea, y, como tal, desprovista de cualquier color ideológico. Tiberio era el César por exactamente la misma razón por la cual Clemente representaba una amenaza tan grave a la posición del primero, es decir, la sociedad romana había creído que él era el Cesar. El Eurogrupo debe su existencia fundamentalmente al hecho de que creemos, de forma colectiva, que ocupa en realidad el lugar que ocupa en la estructura burocrática.

Continuemos examinando el asunto de la estructura y la agencia que se encuentra en el centro de esta exposición. El debate sobre la primacía de una -las estructuras políticas que nos rodean- o la otra –la importancia de los seres humanos, como entidades políticas, en la creación de dichas estructuras desde el comienzo mismo-  es un debate que está siempre vivo en el terreno académico. A causa de la era en la que nos hallamos, en la que los medios de agencia parecen haberse perdido, quiero adoptar la posición tacitánea y proponérsela al lector. Las estructuras políticas no existen: lo único que existe es la gente que cree en ellas.

Dicho lo cual, debe quedar claro que el propósito de esta afirmación no es simplemente abandonar al lector en un plano de inmanencia deleuciana. Más bien la intención es indicar la dirección hacia una exploración de la historia sobre la que se basa nuestra realidad normativa política, como un medio de situar al ser humano, de nuevo, en una disposición de acción en relación a las estructuras creadas a partir de la normativa política.

El mundo en el que vivimos se ajusta más a una representación de los ideales republicanos romanos que a una democracia ateniense. Los Estados Unidos se gobiernan desde el Capitolio. Los parlamentos que proliferan por todo el mundo se basan en la visión romana de que el Senado, como cuerpo legislativo, era el corazón de la vida política de los ciudadanos.

Cuando un Tea Party republicano denuncia (con torpeza) la tiranía de las leyes federales, o cuando un abogado guineano le llama a su presidente dictador, están haciéndose eco de los gritos de los ciudadanos de Roma, si bien en modo de simulacro.

Entender la historia de Roma, por consiguiente, es entender los movimientos básicos que están ocurriendo en nuestra época. La relación entre el burdo populismo y la concentración de poder hacia la dictadura es la historia de Julio César. Este fue el movimiento por el que surgieron las dictaduras europeas en el período entre las dos guerras mundiales.

Más próximo a nuestra tiempo, el populismo vuelve a surgir (el National Front, UKIP, UK Independence Party,  y en Rusia el mito de la Novorossiya). La era de expansión que experimentó la joven República romana, en base a la fortaleza de su liderazgo senatorial, es la historia de la expansión de los Estados Unidos de América hacia Occidente bajo la Doctrina Monroe.

Adam Ferguson, el filósofo moral y clasicista escocés, describe la importancia del estudio de la historia de Roma en una carta a Edward Gibbon: “Me produce tranquilidad de espíritu el hecho de que, siendo mi oficio el estudio de la naturaleza humana, no podría yo fijar mi atención en una esquina más interesante que la del final de la República romana”.

La aproximación de Ferguson a la República, como intelectual descendiente de Tácito y de Montesquieu, puede también aportarnos una definición de la Libertad que sitúe al hombre en una relación de primacía por encima de las estructuras. Si la ciudadanía es el criterio central para nuestra participación en una forma de organización política (polity), entonces la libertad política es nuestra libre posibilidad de “hacer lo que las leyes permiten”. Lo que se halla implícito en esta forma de ver las cosas es la necesidad de que los ciudadanos participemos en la creación de las leyes bajo las que vivimos, que participemos en la creación de las estructuras y las paredes que nos rodean.


Traducción: Abdul Hasib Castiñeira

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