El Islam: El Poder de la Mujer II (La Mujer Política)

El Poder de la Mujer

La Mujer Política

Es en el Corán donde encontramos el primer ejemplo de una mujer con una responsabilidad política: Bilqis, lal reina de Sabah. El Corán habla favorablemente de la reina de Sabah y también menciona la manera en la que consultaba a sus consejeros, quienes acataron su decisión sobre cómo tratar la amenaza de invasión del ejército del profeta Suleyman. (Corán 27:32-35):

«Dijo ella: ¡Consejo de nobles! Dadme un dictamen sobre mi caso, no tomaré ninguna decisión hasta que os pronunciéis.
Dijeron: Nosotros tenemos fuerza y también un ejército poderoso, pero tuya es la decisión, mira pues lo que vas a ordenar.
Dijo: Cuando los reyes invaden una ciudad la devastan y humillan hasta a sus habitantes más poderosos.
Así es como actúan.

Voy a enviarles un regalo y esperaré lo que traigan de vuelta los mensajeros».Vemos que poseía claramente mejor juicio y discernimiento que sus consejeros. En primer lugar, acuerda enviar un presente a Suleyman para probarle y averiguar de este modo si es un rey mundano o un Profeta; lo que ilustra sobre su manera de enjuiciar y su sabiduría en tales asuntos. Más tarde, cuando visita a Suleyman y se encuentra delante de su propio trono, que había sido desplazado desde su palacio y disimulado, dice acerca de él, «Es muy similar». No se apresura a hacer juicios precipitados. Es comedida en sus valoraciones y cuidadosa en sus juicios. Cuando tiene la verdad clara frente a ella, actúa inmediatamente y con decisión, tal y como corresponde a un buen gobernante.

Finalmente confiesa la verdad: «Oh señor, he sido injusta conmigo misma, pero me someto, junto con Suleyman, al Señor de los mundos».
Los comentaristas afirman que Suleyman la confirmó como dirigente de su reino, así que no encontramos ninguna objeción en el Corán a que una mujer actúe como gobernante.

A continuación miraremos la intervención política de las mujeres durante la vida del Profeta y la de sus Compañeros. La primera muestra que encontramos se produce a raíz del «Acto de acatamiento de Aqaba», donde los habitantes de Medina acordaron proteger y apoyar al Profeta. La conclusión de este tratado crucial tuvo consecuencias militares, económicas y políticas muy importantes para Medina. Hubo dos mujeres que participaron en estos acontecimientos. Según el Tabaqat de Ibn Sa’d:
«Durante la noche en que se acordó el compromiso de Aqaba, los hombres estrecharon la mano del Profeta de Allah, que Alhah le bendiga y le dé paz. Al- ‘Abbas ibn ‘Abdu’l-Muttalib estrechó la mano del Profeta. Umm Mani ‘ y yo permanecíamos allí. Entonces, mi marido, ‘Arafa ibn ‘Amr dijo en voz alta, “Mensajero de Allah, estas dos mujeres están aquí con nosotros para jurarte lealtad”. A lo que el Mensajero de Allah respondió, “Acepto su lealtad de las misma manera que la acepté de ti, pero no estrecho la mano de las mujeres”. Dijo Umm ‘Umara Nusayba».

Una área importante de participación de las mujeres era la de la guerra y la actividad militar. Desde los tiempos pre-islámicos, las mujeres habían tomado parte en los enfrentamientos tribales y, más tarde, al hacerse musulmanas, continuaron luchando junto al Profeta Muhammad, que Allah lo bendiga y le dé paz. Muchos casos lo documentan; tanto cuando realizaban labores auxiliares, como cuando participaban en el ámbito de la lucha directa. Algunas mujeres como Layla al-Ghifaniyya, solían traer agua y curar a los heridos en la batallas. Otras, como Safiyya bint ‘AbdulMuttalib y Nusayba, lucharon y mataron al enemigo para protegerse a sí mismas y al Profeta. Incluso se destacaron aquellas, como Umm Dalhak bint Mas’ud en la batalla de Jaybar, que recibieron el botín igual que lo recibían los hombres, una vez terminada la lucha.

Al-Bujari y Ahmad ibn Hanbal informaron que Ar Rubayyi bint Mu‘awwidh dijo: «Solíamos participar en las batallas con el Profeta de Allah. Traíamos agua para los luchadores, les servíamos y llevábamos a los muertos a Medina».

Según Muslim, Ibn Majal y Ahmad ibn Hanbal, Umm ‘Atiyya al-Ansaniyya dijo: «Acompañé al Mensajero de Allah siete veces, hacía guardia en el campamento, cocinaba, trataba a los heridos y cuidaba a los enfermos».

«Las mujeres solían ir con el Mensajero de Allah en los ataques del ejército para así servir a los luchadores», dice Malik en al-‘Utibiyya.
Az-Zuhni dijo: «Las mujeres solían estar presentes en las batallas, daban agua a los luchadores y cuidaban de los heridos».
Ibn Mardawiyya informa en su tafsir que Mu’adha al-Ghifariyya dijo: «Solía estar cerca del Mensajero de Allah, que Allah lo bendiga y le dé paz. Lo acompañé en algunos viajes en los que me ocupaba de atender a los enfermos y curar a los heridos».

En el Tabaqat de Ibn Sa’d se encuentra recogida la biografía de Umm Sinan, que decía:
«Cuando el Profeta quería ir a Jaybar, fui donde él y le dije, “Mensajero de Allah, déjame ir contigo para traer el agua y cuidar de los enfermos y de los heridos, en caso de que haya alguno. Vigilaré las alforjas.” A lo que el Mensajero de Allah respondió, “Tienes la bendición de Allah para ir. Hay algunas de tus compañeras que también me han hablado y les he dado permiso, algunas de ellas son de tu gente. Si lo deseas vete con tu gente o si lo prefieres ven con nosotros.” A lo que le respondí, “Con vosotros”. Y él dijo, “En ese caso estarás con Umm Salama, mi esposa”. Ella dijo, “Estuve con ella”».

Ku’ayba bint Da’ud al-Aslamiyya cuidaba de los enfermos y los heridos. Cuando Sa’d ibn Mu’al fue herido en el Día del Foso, lo llevaron junto a ella para que lo atendiera. Ella le trató las heridas hasta que murió. Estuvo en Jaybar con el Profeta y éste le asignó la parte de botín correspondiente a un hombre.
Umm Ayman estuvo presente en Uhud y también en Jaybar haciendo la misma labor.

En el «Libro de las Expediciones», al-Bujari tiene varios capítulos donde se refiere a la participación de las mujeres en las guerras. Así se destacan el capítulo del yihad de las mujeres, el capítulo de la participación de las mujeres en las batallas marítimas; el del hombre que lleva a la guerra a una de sus mujeres y no a la otra; el de las mujeres que van a expediciones y luchan junto a los hombres y finalmente el que describe a la gente trayendo a los muertos y heridos del campo de batalla. En éste último recoge la narración de Anas el día de la batalla de Uhud, cuando los seguidores del Profeta fueron derrotados, «Vi a Aisha y a Umm Sulaym con los vestidos recogidos. Podía ver sus tobillos. Llevaban los odres de agua a la espalda. Más tarde volvieron y los llenaron de nuevo. Y luego los vaciaron en las bocas de la gente».

Veamos ahora a aquellas que intervenían en el combate directo. El día de Uhud, las mujeres se encontraban en la fortaleza de Hassan ibn Thabit cuando un judío se acercó a la fortaleza a espiar. Safiyya bint Abdu’h-Muttalib, la tía del Profeta y hermana de Hamza, dijo a Hassan que bajara a matarlo. Él estaba de alguna manera indeciso, entonces ella no esperó, tomó un vara larga, descendió resueltamente y abriendo la puerta con sigilo lo mató. (Tabaqat, Ibn Sa ‘d). Más tarde salió afuera con una lanza y la blandió ante los rostros de la gente.

Muslim menciona que según Anas, Umm Sulaym tenía un puñal atado con una correa a la cintura en la Batalla de Hunayn y que declaró: «Lo traigo conmigo por si alguno de los idólatras se me acerca, así le abriré el estómago con el».
«Oí al Mensajero de AlIah decir, “En la Batalla de Uhud cada vez que me volvía a la derecha o a la izquierda la veía luchando junto a mí.”». Dijo ‘Umar refiriéndose a Nusayba al-Ansaniyya.

Nusayba estuvo presente en el Juramento de Aqaba, Uhud, al-Hudaybiyya, Jaybar, el cumplimiento de Umrah, Hunayn y la Batalla de Yamama, en la que le cortaron la mano. Luchaba con una espada y con un arco. En cada una de las batallas de Uhud y de Yamama recibió unas doce o trece heridas. Durante el enfrentamiento de Uhud, en el que Nusayba luchaba en defensa del Profeta, cuando sólo quedaba un puñado de gente con él, éste se dio cuenta de que ella no tenía escudo y vio a un hombre con escudo que se retiraba. Entonces dijo al hombre, «Entrega tu escudo a quien todavía está luchando» y señaló a Nusayba. Luego el Profeta indicó a Nusayba al hombre que había herido a su hijo; ésta le golpeó en la pierna y cayó al suelo. Ella contó, que el Mensajero de Allah sonreía tanto que podía ver sus dientes. Cuando hirieron gravemente a Nusayba en el cuello, el Profeta llamó al hijo de ésta y le dijo: «¡Mira a tu madre! ¡Venda su herida! ¡Qué Allah bendiga a la gente de vuestra casa!. La resistencia de tu madre es mejor que la de muchos otros».Y ella le pidió que rogara a Allah si podrían ser sus compañeros en el Jardín, y el Profeta lo hizo».

Nusayba describía así la batalla: «Los jinetes nos hicieron lo que es propio de ellos. Si hubieran ido a pie, como nosotros íbamos, los habríamos derrotado, si Allah lo hubiera querido. En el momento que un hombre a caballo me atacaba, yo me protegía de su espada con el escudo y golpeaba las articulaciones de su caballo; así conseguía que cayera hacia atrás». Cuando el Profeta regresó a Medina, no volvió a casa hasta que tuvo noticias de ella.
Mientras Abu Bakn ejercía de califa y los musulmanes se estaban preparando para luchar contra Musaylima, el falso Profeta en Yamama, Nusayba pidió permiso a Abu Bakr para unirse a la expedición. «Sabemos que vales para la guerra, así que, en el nombre de Allah, únete a ellos».Tras la batalla, Jalid ibn al-Walid le curó con aceite caliente la herida que he dejó la mano amputada.
En la Batalla de Siffin, Hind, la esposa de Abu Sufayn y la madre de Mu’awiya, dirigió a las mujeres contra los bizantinos cuando los musulmanes rompieron filas. Hay muchos más ejemplos como estos.

La presencia habitual de las mujeres en la lucha, nos explica que la participación de Aisha en la Batalla del Camello no fuera inusual. Sin embargo es en esta ocasión donde surgen críticas a la participación de las mujeres en los actos bélicos. Hay que tener en cuenta, que los datos sobre esta batalla fueron recogidos 150 años después de que sucediera. Parece bastante probable, por tanto, que se produjeran modificaciones de acuerdo con las actitudes y las versiones partidistas de los hechos, con la intención de justificar sus posiciones respecto a aquel desgraciado suceso. La observación cuidadosa de los datos y los detalles de aquella batalla, nos muestra que no había objeción a la presencia de Aisha en el terreno militar en aquel momento. Se afirma, que Ali dijo al finalizar el episodio, «Si una mujer pudiera ser califa, Aisha lo habría sido» 

Un año después de la Batalla del Camello, en la Batalla de Siffin, hubo mujeres luchando tanto entre los partidarios de Ali como entre los de Mu‘awiya.
Durante las conquistas de Iraq, se produjo un incidente al atacar al-Mughira ibn Shu’ba a la gente de Maysan, mientras las mujeres estaban en el campamento base. Una de ellas temía que el ejército enemigo fuera demasiado fuerte para el ejército musulmán. Así que ideó un plan para hacer creer al enemigo que habían recibido ayuda. Las mujeres hicieron banderas de sus pañuelos y, bajo su dirección, marcharon cantando poemas por la victoria de Islam. Cuando llegaron al campo de batalla, el enemigo creyó que habían llegado los refuerzos y se retiró.

No existe un veredicto coránico acerca del lugar de las mujeres en el campo de batalla, ya sea en la línea militan o en la retaguardia, sin embargo, ni el Profeta ni sus Compañeros se opusieron a su presencia, e incluso les dieron permiso para que se unieran a la lucha. Esto incrementa el acuerdo de su legitimidad.
En otras áreas de la vida pública encontramos además a mujeres encargándose de funciones importantes. Destacó como muhtasib (inspector de mercado), Samra’ bint Nuhayk al-Asadiyya. Según al-Isti’ab, ella se presentó al Profeta y solía ir a los mercados ordenando los intercambios y comportamientos justos y prohibiendo los abusos. Solía impedir los actos incorrectos con un látigo que llevaba siempre con ella.

Ash-Shifa bint ‘Abdullah desarrolló sus cualidades en la medicina y se relacionó con la administración, donde tuvo una presencia importante a principios de la historia musulmana. Su nombre real era Layla. AshShifa, que significa curar y es un título que deriva de su profesión como curadora. Se convirtió al Islam antes de la Héjira, y fue una de las primeras en emigrar de La Meca a Medina. Practicaba varios tipos de medicina y enseñó a escribir a Hafsa, la mujer del Profeta, y a otras más. El Mensajero de Allah solía visitarla y le dio el derecho a una casa en Medina. La estima que el Mensajero de Allah le tenía influyó en los califas siguientes. Umar solía tener muy en cuenta su opinión y tenía tal respeto por su competencia, carácter y juicio que la nombró funcionaria, o waliah, de la administración del mercado. Posiblemente, éste sea el primer caso en el que una mujer ocupaba un puesto en la administración pública, y supuso, sin duda, un precedente.

Antes de pasar a otro periodo de la historia, hay que mencionar la controvertida cuestión en torno al hadiz encontrado en Ibn Hanbal y que se ha citado frecuentemente: «La gente que confía el poden a una mujer, no prosperará». Este es un hadiz aislado, que no se ha encontrado en las colecciones Sahih y fue pronunciado en relación con el gobierno de los Sasánidas. (Boranduxt, 630-631). No existe ningún hadiz que establezca un juicio (hukm) en la Shari’a. Algunos creen que se falseó después de la Batalla del Camello para denigrar a Aisha. Sin embargo, no hemos encontrado datos de que se utilizara para censuran a las mujeres que ocupaban cargos en el poder antes de esa época. Allahu a’lam.

Si dirigimos la mirada a otro ámbito de la política, el de las mujeres como jueces, encontraremos interpretaciones diversas. Al-Tabari dijo que las mujeres podían ser nombradas para ocupar una posición judicial y decidir sobre todos los asuntos. Sin embargo, Abu Hanifa las excluye de tomar decisiones de peso que impliquen castigos hadd y qisas (represalia); otros juristas afirman que las mujeres no pueden bajo ningún concepto actuar como jueces. También se dice que Abu Hanifa afirmaba, que sólo podrían actuar en casos en los que su testimonio fuera aceptado. En un libro sobre el fiqh hanafí del siglo VI, al-Marghinan, se establece que una mujer puede actuar como juez en todos los procesos, salvo en los que traten castigos hudud. Según me dijeron, el jurista maliquí Ibn Rush adoptó la misma posición que Abu Hanifa.

Durante el mandato de los abasíes, Shaghad, la madre de al-Muqtadir bilah, cuando actuó como regente de su hijo, estableció un juzgado y nombró a una mujer como responsable. El primer día nadie fue. Así que la mujer elegida para el puesto llamó al famoso cadí Abu’l-Hasan, quien afirmó que era correcto que una mujer estuviera a cargo del juzgado, entonces la gente comenzó a ir al juzgado.

A lo largo de la historia del Islam muchas mujeres han ocupado cargos de importancia y de liderazgo, pero además, existen numerosos casos de mujeres gobernantes que adquirían el poder tras la muerte de sus maridos o que regían en su ausencia. Esto ocurría especialmente entre las dinastías nacidas en Asia Central: los selyúcidas, los mogoles, los mamelucos, los primeros otomanos etc. De los ejemplos que citaré a continuación, el más famoso es el de Shajar ad-Durr.

Shajar ad-Durr. La sultana que fue una dirigente soberana. Se le ha considerado, en ocasiones, la fundadora del poder de los mamelucos egipcios. Ayyubib Malik as-Sahih fue su marido y cuando él murió, ella se hizo con el mando de Egipto, ayudada por Fakhr ad-Din Yusuf en un principio. Durante la séptima cruzada encabezada por Luis IX de Francia, dirigió la resistencia, organizó las defensas y capturó al monarca francés. A cambio de su liberación, Luis IX le cedió Damietta y le dio un rescate de 400.000 dinares. Cuando su heredero, al-Mu‘azzam, murió, los mamelucos se reunieron y acordaron nombrarla soberana. Ella emitía todos los edictos, excepto los del ejército, cuyo poder se otorgó a Aybak. Recibió el juramento de fidelidad el 10 de Safar 648/14 de Mayo de 1250. El Imam pronunciaba el jutba en su nombre, y las monedas se acuñaban en nombre de «La Reina de los Musulmanes». Más tarde se casó con Aybak y abdicó.
Shaghab. La madre de al-Muqtadir, mencionado anteriormente, gobernó el imperio abasí durante un tiempo. Celebraba audiencias públicas en las cuales se presentaban demandas y se arbitraban sobre asuntos criminales. Los gobernadores provinciales y los jueces le comunicaban los hechos y ella emitía los edictos.
Radiya. Gobernó en Delhi, años antes de que Shajar ad-Durr gobernara Egipto. Sucedió a su padre, el sultán Shams ad-Din Iltutmish, en el año 634/1236. Ejerció una autoridad completa e incluso dirigió el ejército en la batallas, hasta que fue sustituida pon uno de sus hermanos. Firishita, un historiador indio del siglo XVI, dice lo siguiente.

«La Princesa estaba dotada de todas las cualidades que se requieren del rey más capacitado. Sus acciones fueron examinadas estrictamente sin que se encontrara en ella ningún fallo, excepto que era una mujer. Durante el mandato de su padre, solía intervenir en los asuntos de gobierno, apoyada por su padre que veía en ella un gran talento para la politica. En una ocasión la nombró regente durante su ausencia. Cuando los emires he preguntaron porqué había nombrado a su hija en lugar de algunos de sus hijos, respondió que sus hijos se dedicaban al vino, a las mujeres, al juego y a la adulación; y por esas razones el gobierno era una carga demasiado pesada para ellos. Añadió, que Radiya, aunque era mujer, tenía cabeza y corazón de hombre y era mejor que veinte de sus hijos».

En el año 884/1479, el cronista del último periodo mameluco en Egipto, Ibn ‘Iyas redactó el siguiente obituario para la princesa Jawand Zaynab, que fue la única esposa del sultán Inal (gobernó del 857-65 hasta 1453-61):
«Tenía el rango de las princesas más nobles. Su prestigio, durante el reinado de su marido, era tan grande que administraba los asuntos del Estado, y ejercía gran influencia sobre los nombramientos y las destituciones. Fue muy respetada y poseyó una fortuna considerable… mantuvo su honor y su posición hasta que murió a los ochenta años. Sin duda, estuvo entre las personalidades más notables de su tiempo.» (P.122, Carl F. Petny, «Class Solidarity verses Genden Gain».)
Ghaziyya (murió en 655/1257). Una de las hijas del sultán ayubí, que contrajo matrimonio con el príncipe Rama. Tras la muerte de su padre gobernó en nombre de su hijo. Adh-Dhahabi la describe piadosa y modesta.

Baghdad Jatun bmt an-Nuwan Chuban (murió en 736/1335). Gobernó durante los mamelucos como ministra, solía cabalgar en los desfiles con una espada colgada de la cintura y también emitía veredictos legales. Se dice que su sobrina, Dilshadh (Murió en 752/1351), la esposa preferida del gobernador de Bagdad, gobernó Iraq.

Tandu bint Husayn (murió en 822/1419). Tras el asesinato de su marido en 814/1411, posiblemente a instigación de ella, Tandu bint Husayn gobernó Bagdad. Su gobierno se reconocía en el jutba del viernes y se acuñaban monedas en su nombre. Cuando invadieron Bagdad, se retiró al sur de Iraq.
Turkan Jatun (487/1094). Descendiente de Afrasyab, tenía 10.000 jinetes a su servicio. Tras la muerte de Malikshah, dirigió los asuntos de Estado y se puso al frente de las tropas en la batalla. La llamaron «la Señora de Isfahan».

Safiyya Jatun (581-640/1167-1242). Hija del gobernador ayubí de Aleppo, al-Malik al-‘Adil, administró el Estado en nombre de su nieto durante seis años, hasta su muerte. Se la recuerda por haber restablecido la justicia y la compasión en su reinado, y sobre todo por haber eliminado impuestos injustos.
Las mujeres no gobernaron únicamente bajo las dinastías del centro de Asia y de Turquía. Recordemos, por ejemplo, a Arwa bint Ahmad (d. 532/1136) que dirigió el Yemen durante los Fatimíes. Aún se la recuerda con afecto. Trasladó la capital de San’a a Jibla; de esta manera cambió la dedicación que el país prestaba a las armas hacia la agricultura.

En Marruecos sobresalió Zaynab an-Nafzawiya, la esposa del gobernador de los murabitun, cuyos dominios se extendían desde el norte de África hasta España. Fue descrita como al-qá’ima bi mukkihi, aquella que está encargada del dominio de su marido. Las fuentes afirman que tenía una autoridad completa sobre las competencias del Estado.

Durante el transcurso de sus viajes en el siglo catorce, Ibn Battuta, describe su visita a las Islas Maldivas donde gobernaba una dama, Jadiya bint ‘Umar al Bengali:
«Una de las cosas extrañas de esta isla es, que una mujer, Jadiya, la gobierna. Su padre heredó la soberanía de su abuelo y cuando él murió la heredó su hermano, que era menor de edad. Este fue destituido y años más tarde lo mataron. De la familia real sólo quedaron Jadiya y sus dos hermanas menores, así que Jadiya ocupó el trono».

Durante el siglo XVII, hubo varias mujeres que heredaron el trono en Patani, Acheh y otros sultanatos del archipiélago de Malasia.
Según señala Carl Petry, los historiadores de los periodos ayubíes y mamelucos (566-922/1171-1517) están descubriendo un grado de igualdad considerable entre los hombres y las mujeres de la clase dirigente durante aquella época. Pero no está claro hasta que punto ocurría lo mismo en el resto de la sociedad. Se conoce que en los awqaf, a menudo, elegían a las mujeres para que administrasen la propiedad. Ellas actuaban como miembros del consejo de administración o como gerentes de bastantes propiedades que proporcionaban servicios públicos. Fueron varias las causas de aquella situación, que dio lugar a personajes sobresalientes como las tres damas que menciono a continuación:
Amina bint Isma‘il. Conocida también como Bint al-Khazin (hija del tesorero). Cuando murió su padre, el cadí en jefe de los safi’íes exigió su derecho a encargarse de las fundaciones que ya estaban bajo la responsabilidad de Amina. Pero el sultán prefirió a Amina afirmando, « que él actuaría según los principios legales y protegería las fundaciones de los usureros». Amina administró tan prudentemente las propiedades y las fundaciones legadas por su padre que, al morir, dejó beneficios considerables.

Mughul. Otra princesa muy respetada. Hija del célebre cadí y secretario privado del sultán, Nasir addin Ibn al-Barizi, se casó con el sultán Jaqmaq. Previamente había estado casada con un cadí. Cuando su marido, el sultán, murió, se instaló en la residencia de su yerno Atabak (comandante supremo) Azbak. Éste veneraba tanto a su suegra que al morir su mujer, la nombró tutora de su hijo, señora de la casa y administradora de su propiedades, «incluso de sus mujeres esclavas». También la nombró nazira supervisora de los waqfs de su padre, hermano y de su antiguo marido. El historiador as-Sayrafi elogió su generosidad, la madrasa fundada por ella y su apoyo a los pobres en Jerusalén. A su funeral asistieron el sultán y la mayoría de la corte real. Fue el sultán Qaitbay quien dirigió personalmente la oración de su funeral y su cuerpo se enterró en el patio donde estaba la tumba de ash-Safi’í.

Fatima bint ‘Ma’ ad-din ‘Ali. Fue la mujer del sultán Qaitbay. Según muestran los documentos, era la tutora de su hermano y de su hermana. Se la designó como albacea testamentario de la herencia de su padre, a pesar de tener un hermano. En el momento de su muerte había hecho de los awqaf, que administraba, una de las mayores fortunas del periodo mameluco del siglo IX/XV.

De las aproximadamente 1.000 escrituras de constitución de los awqaf de aquel periodo, que se guardan en los archivos de El Cairo y que fueron examinadas por Muhammad Amin, 283 están a nombre de una mujer. Una de las escrituras corresponde a Tatarjan, la hija del Silandan (portador de las armas reales) Tashtamur al-Husamai (Rajab 797/1395). Tatarjan administraba una propiedad que incluía cientos de faddans (1 faddan equivale a 4,200.8 m cuadrados) en el Delta, seis casas en la ciudad, varios barcos y otras propiedades en alquiler en el Cairo. Fue designada como única supervisora y guardiana de la propiedad y de los intereses de su familia. Esto ocurría bastante a menudo.

Turquía proporciona asimismo muchos datos. Cuando Ibn Battuta visitó Bursa mientras el sultán Orhan estaba ausente, su esposa, Nilüfer Khan, lo recibió. Orhan era el hijo de Osman, de donde procede el nombre de la dinastía otomana. Ibn Battuta anotó que entre los turcos «las mujeres disfrutaban de una posición más digna que la de los hombres».

Incluso durante el auge del sistema del harén (adoptado del Bizantine gynaeceum), se dio un periodo de 150 años llamado «El reinado de las mujeres», que comenzó con el gobierno de Roxelana, la mujer de Suleyman el Magnífico, y terminó con la muerte de Turhan, la madre de Mehmed IV. No sólo intervenían en intrigas palaciegas, también participaban en los asuntos del Estado. Algunas de las validas de los sultanes (madres de los sultanes), solían mantener correspondencia con gobernantes extranjeros. Así ocurría entre la reina Elizabeth y Valide Safiyye, madre de Mehmed III (1595-1693). Se dice que detentó «casi el poder total para actuar como regente» durante el imperio otomano, mientras su hijo estaba ausente dirigiendo campañas bélicas. En una carta a la reina Elizabeth, Valide Safiyye asegura, que estaba utilizando su influencia sobre su hijo en relación con las capitulaciones que se habían negociado. Kosem Mahpeyker fue regente en nombre de sus dos hijos, Murad IV (1623-1640) e Ibrahim (1640-1648). Cuando su hijo Ibrahim fue destituido, tenía tanto poder que continuó como regente, en nombre de su nieto Mehmed IV, bajo el título de Buyuk Valide (Abuela).

A lo largo de estas páginas hemos visto numerosos ejemplos de mujeres que en el pasado ocuparon puestos en la administración y llevaron a cabo sus responsabilidades correctamente. En la época de los mamelucos, obedecía a razones pragmáticas el que las mujeres ocuparan estos puestos; una de las cuales era su mayor esperanza de vida, dada la violencia engendrada por las luchas de poder entre los hombres. Sin embargo cuando estos acuerdos fueron puestos en entredicho por las leyes, ellas fueron confirmadas de nuevo. Hay que indicar además que el dominio de los awqaf, ya mencionado, implicaba asimismo la dirección de las escuelas, colegios, hospitales, etc. incluidos en ellos. Las damas, por lo demás, regían el territorio mientras sus maridos estaban ausentes o en el caso de la minoría de edad del heredero al trono. Fueron menos habituales los ejemplos, aunque también los hubo, de soberanas con carácter permanente.

Resulta oportuno señalar que, mientras en Occidente siempre se ha criticado la opresión de las mujeres por los musulmanes, a la luz de estos hechos históricos observamos, que son los musulmanes quienes han proporcionado más dirigentes femeninos que ningún otro grupo humano. Incluso durante la historia reciente, en tres países musulmanes las mujeres han ocupado puestos de liderazgo: Pakistán, Bangladesh y Turquía.Seguidamente veamos algunos análisis sobre el papel de la mujer en la situación política actual, basándose en la Shari’a. En primer lugar están las posturas de al-Ijwan al-Mus limin (Hermanos Musulmanes):
«Vamos a tratar ahora sobre el derecho de la mujer al voto y a poder ser elegida como miembro de consejos representativos, a ocupar un puesto en la administración pública o a trabajar como profesionales. Primero me refeniré a la mujer y a su derecho de elegir a miembros de consejos representativos y órganos similares:
«Opinamos que no hay nada en la Shari’a que prohiba a la mujer participar en estos asuntos.
Alhah dice: “Los creyentes y las creyentes son amigos aliados unos de otros, ordenan lo reconocido como bueno y prohiben lo reprobable”’. (Surat at-Tawba, 9:71), y Él continúa diciendo: “Para que de vosotros surja una comunidad que llame al bien, ordene lo reconocido e impida lo reprobable. Estos son los que cosecharán el éxito”’. (Surat Al-Imran, 3:104).
Esta aleya incluye una orden que da a la mujer el derecho a imponer el bien y a prohibir el mal, una de las maneras de llevar a cabo esta orden es a través del derecho a votar al consejo representativo en las elecciones.. » 

En segundo lugar, me refiero a la posibilidad de que las mujeres sean miembros de los consejos representativos y de órganos similares. Tampoco en este aspecto existe nada en la Shari’a que lo prohiba. Lo citado anteriormente respecto al derecho de voto se puede aplicar también al derecho de ser elegidas.

En tercer lugar, está el que las mujeres ocupen un puesto en la administración pública: el único puesto que una mujer no puede ocupar es el de la presidencia de un Estado.
Respecto a los cargos en el ámbito judicial, los juristas difieren en sus opiniones. Algunos, como AtTabari e Ibn Hazm, afirman que está permitido sin ninguna restricción. Sin embargo la mayoría de los juristas lo prohiben tajantemente. Aunque hay algunos que lo permiten en ciertos asuntos legales y lo prohiben en otros, Imam Abu Hanifa comparte esta opinión. Mientras este asunto esté sometido a interpretación y consideración, es posible elegir entre estas opiniones de acuerdo con los fundamentos de la Shari’a y llevar a cabo los intereses de los musulmanes, en general, mientras sean gobernados por los principios de la Shari’a y de acuerdo con las condiciones de la sociedad. En lo que respecta a otros cargos públicos, la mujer puede ocuparlos, ya que no hay nada en la Shari’a que lo prohíba».

Los IJwan ofrecen a las mujeres, por tanto, un amplio campo de participación en el ámbito de la política, salvo en el de la presidencia. Las opiniones de los IJwan se mantienen todavía en el plano teórico, ya que todavía no han llegado al gobierno. Así que terminaremos este apartado de la mujer política con algo más palpable; veamos ahora la descripción del papel de la mujer en la política proporcionada por Rasan at-Turabi de Sudán, en una entrevista.

«Uno de los primeros objetivos del movimiento por el renacimiento islámico de este país, fue el de la liberación de la mujer, aunque no en los mismos términos occidentales de liberación, ya que ello habría provocado una fitnah. Sin embargo si se hubiera retrasado el proceso de liberación habría sido una tentación para muchos, que podría haber desembocado en una ruptura con la religión, las costumbres y la tradición.

A pesar de constituir sólo una minoría, hicimos una campaña abierta por lo derechos políticos de las mujeres en Sudán. Por último ganamos la contienda y pronto las mujeres comenzaron a intervenir en la vida social. Si hubieran paseado por las calles vestidas como las mujeres de otros países árabes, habría habido un gran movimiento religioso y social contra ese exhibicionismo, pero las mujeres iban vestidas con ropas mejores, incluso, que el traje tradicional sudanés. Algunos intentaron alegar que la voz de una mujer es un “aura”, algo que no se debería oír. Sin embargo, cuando las damas empezaron a hablar sobre el Corán y el Rasuh (SAW), los hombres se dieron cuenta de que su deber no consistía en fijarse en la apariencia de las mujeres sino en asegurar que sus palabras seguían los preceptos del Islam. Poco a poco los hombres fueron superando los complejos y celos que les producía ver a sus mujeres, hijas y hermanas presentes en la vida pública».
Para concluir podemos decir que la percepción que se tiene sobre el lugar de la mujer, sobre todo la de los medios de comunicación, no tiene nada que ver ni con el Islam, ni con la realidad histórica. Para entender el cambio que se ha ido produciendo en lo últimos trescientos años, insistimos en la necesidad de hacer una investigación profunda y precisa que tenga en cuenta varios factores antes de llegar a conclusiones sobre las razones de esta transformación. Porque esta transformación no concuerda con el papel que tenían las mujeres entre los Salaf. Sin duda alguna, el que las mujeres asumieran puestos políticos destacados no era, de ningún modo, universal. Era poco común que una mujer fuera jefe de Estado, pero no se consideraba escandaloso.
En lo que respecta a otros ámbitos de la administración, como los hospitales, fideicomisos, negocios, era habitual encontrar a mujeres participando activamente; no hay tampoco nada en el din que lo impida. Todos deseamos el cumplimiento del mismo objetivo: establecer el din tal y como Allah ordena en Surat at-Tawba (9:71-72), y para ello es conveniente que las mujeres intervengan en estos espacios:
«Los creyentes y las creyentes son amigos aliados unos de otros, ordenan lo reconocido como bueno y prohíben lo reprobable, establecen el salat, entregan el zakat y obedecen a Allah y a Su mensajero.
A esos Allah les hará entrar en su misericordia; Allah es poderoso, Sabio.
Allah ha prometido a los creyentes y a las creyentes jardines por cuyo suelo corren ríos, donde serán inmortales; así como las hermosas estancias en los jardines de Adnn.
Pero la aceptación de Allah es más importante, ese es el inmenso triunfo».

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