No se trata de un asunto baladí, sino de una cuestión que tiene que ver directamente con la forja de la identidad musulmana de nuestros más jóvenes. Su aceptación del Din del Islam, la preservación de su espontaneidad y protegerlos del kúfur es nuestra responsabilidad, como padres, como educadores y, simplemente, como musulmanes; de tal manera que esta cuestión, como otras muchas referentes a la educación de las nuevas generaciones, nos compete a todos.
Hace justamente un año escribí para ISLAM HOY (edición nº 35) una crónica de la celebración del día de ‘Ashura para los niños organizada en Granada por la Comunidad Islámica en España. Ayer domingo, 25 de octubre, asistí de nuevo a la conmemoración de este año. Se realizó el domingo, en lugar del día 24, día de ‘Ashura en realidad, para que los monitores y padres participantes, que en su mayoría habían ayunado el día anterior, pudieran ofrecer a los más pequeños toda su atención y energía. La mayor parte de los niños habían recibido los regalos de sus familiares la mañana del sábado.
Mientras los niños, desde los más pequeñines hasta los chavales de once o doce años, organizados en diferentes grupos que se alternaban en las diversas actividades deportivas y recreativas, disfrutaban en la más perfecta armonía, estuve reflexionando acerca de la importancia de las palabras que les había dirigido Sheij Ahmed Bermejo, imam jatib de la Mezquita Mayor de Granada, en el encuentro que tuvimos todos antes de los juegos. Después de una breve recitación de Corán, los niños le escucharon contar, completamente absortos, los grandes acontecimientos que ocurrieron a algunos de los Profetas en este día: cuando Allah, subhanahu wa ta’ala, salvó a Musa (a. s.) y a su pueblo de la opresión del faraón, cuando salvó a Ibrahim (a. s.) del fuego de la hoguera, cuando permitió que el arca de Nuh (a. s.) y su gente tocara tierra tras el diluvio…, acabando con la maravillosa historia de Yunus (a. s.), rescatado de las tres oscuridades: la de la noche, la del interior del mar y la del vientre del animal marino. Historias que ellos mismos, guiados e interpelados hábil y tiernamente por las preguntas del joven imam, ayudaron a componer. Historias edificantes que ayudan realmente a construir una vida con firmes cimientos. Finalmente, les habló de la importancia de las festividades y celebraciones en nuestro Din y de por qué honramos este día y el valor especial que tiene. Y les previno de seguir las prácticas ajenas al Din del Islam, de imitar a judíos y cristianos ciegamente y de participar de sus celebraciones, la Navidad, Halloween, etc.
Este mismo imam había transmitido en el jutba del Yumu’a anterior al día de ‘Ashura: “Dijo el Mensajero de Allah (s. a. w. s.): ‘Tened seguro que seguiréis las prácticas de los que hubo antes de vosotros palmo a palmo, codo a codo, hasta el punto de que, si se meten en el agujero de un lagarto, vosotros también os meteréis’. Dijeron: ‘¡Mensajero de Allah!, ¿son los judíos y los cristianos?’. Dijo: ‘¿Quién si no?’”.
Lo que diferenció a los primeros creyentes musulmanes de la oscuridad y la ignorancia del mundo de su tiempo fue una verdadera comprensión del Tawhid (Unidad Divina), que les procuró la capacidad necesaria para enfrentarse a todas las dificultades. Este elemento diferenciador ha de estar presente, y ser protegido, en la educación de los jóvenes musulmanes porque, como ha dicho en alguna ocasión Sheij Abdal Haqq Bewley, figura clave de conocimiento en Inglaterra y en toda Europa: “(…) como reitera una y otra vez el Libro de Allah, el Tawhid no es algo que se pueda enseñar en clases sobre la aquida”.
Existe una relación directa entre la manera en que vivimos el tiempo y el Tawhid, de tal manera que las celebraciones musulmanas, al regirse por un calendario de ciclo lunar -no sujeto a los cambios estacionales del ciclo solar, con sus ritos paganos asociados, asumidos después enteramente por la cristiandad, que hizo coincidir sus festividades con las celebraciones idólatras y politeístas del antiguo imperio romano-, propician, de una manera equilibrada, sin excesos -ni de lamentos ni de alegrías- el recuerdo del Creador y el deseo de seguir la Sunna de Su Mensajero (s. a. w. s.).
Cuando aquel niño, el profeta Ibrahim (a. s.), fue arrojado a la hoguera por haber rechazado los ídolos y haber llamado a su gente a la adoración pura de Allah, Único y sin copartícipe, el fuego se convirtió en un lecho de flores. Sus palabras: “Hasbunallahu wa ni amal waqil”, ‘¡Allah es suficiente para mí, y qué excelente Guardián!’, son las palabras que han de arraigar en los jóvenes corazones.