El Corán de Cútar, tesoro de la Axarquía

El Corán de Cútar, tesoro de la Axarquía
Jalid Nieto, en Cútar

La amana

Hay historias que confirman otras. Acontecimientos que encierran elixires que hacen saborear grandes tiempos de silencios. Encierran respuestas a aquello que hemos guardado reposadamente, largos años, como el que reúne piezas que de pronto encajan. La vida se nos muestra en un detalle, como una explosión de significados abiertos cual haz luminoso al pasar por un prisma de cristal.

Durante los primeros días del mes de ramadán de 1435 (julio de 2014) un hombre de mi entorno profesional me anunció un regalo que me habría de llegar. Algo de mi agrado. Pero guardó silencio. Pasaban los días con esa pausada rapidez que implica el ayuno, y estábamos absortos en las bendiciones de un mes que te absorbe y te expande.

Casi ya finalizado, Francisco, me hizo llegar una caja roja con una inscripción en el borde superior derecho: EL CORÁN DE CÚTAR. MÁLAGA. Para una historia biográfica es un detalle reseñable. Pero para la historia donde el tiempo no es factor condicionante, acontecía algo que confirmaba la continuidad de una misma forma de vivir en este pequeño enclave próximo a la torre de los Banu Jaldún en Sevilla.

Libros emparedados

Este facsímil del Corán de Cútar no era sino parte del legado oculto tras un tabique, entre hebras de paja, en una casa del siglo XV-XVI en la Axarquía malagueña. Al libro le acompañaba un tratado de jurisprudencia maliki y otro de actas, contratos, jutbas, sentencias, escrituras y otros documentos pertenecientes a un jurisconsulto que dominaba la lengua árabe.

En nuestro país estos hallazgos no han sido un fenómeno aislado. Desde principios del siglo XVI, en que se prohibió la posesión de cualquier texto en árabe, y que comenzó con la quema en hoguera pública de toda la ciencia guardada en las bibliotecas granadinas por Cisneros, los musulmanes españoles decidieron ocultarlos en huecos y techos, y así fueron apareciendo siglos después.

Aragón ha sido el territorio andalusí donde mayor número de libros han aparecido, como el descubierto en Almonacid de la Sierra en 1886, con 63 códices, y que fue comentado por D. Francisco Codera, el único arabista español que plantó cara a las mentiras de Dozy en su propio tiempo.

En la misma época, a finales del XIX, en el derribo de las escuelas pías cuando se abría la Gran Vía granadina, apareció un Corán morisco que aún se conserva. Ya en nuestros días, al restaurar la Aljafería de Zaragoza, ocultos en el artesonado, aparecieron dos Coranes, uno en pergamino y otro en papel. Hechos similares ocurrieron en Calanda (Teruel), en Aitona (Lérida, 1961), en Ocaña (Toledo, 1969) o en Morata del Jalón (Zaragoza, 1993). Y esto sólo por mencionar algunos.

El recorrido del Corán de Cútar ha sido inmenso, para dar testimonio de su realidad hoy. Fue manuscrito primorosamente en el siglo XIII, y mantuvo su utilidad durante casi dos siglos. Es decir, fue recitado y consultado durante ocho generaciones, en esta tierra, pasando de padres a hijos. Tras la conquista en 1487 de la Axarquía, y con la caída de Vélez-Málaga, y poco después de Comares y sus alquerías, todavía estuvo en uso catorce años, sirviendo a la comunidad mudéjar de los montes orientales, el shark de Málaga.

Con toda probabilidad fue oculto en los primeros años del nuevo siglo que comenzaba en mil quinientos. Y así estuvo cinco siglos hasta llegar a nuestras manos.

La Axarquía, (As-Sarqiyya). Hasta el año de la tiranía y la asimilación

Durante la campaña de conquista del reino de Granada, hubo poblaciones que fueron totalmente vaciadas de su vecindario autóctono, este es el caso de Málaga y Ronda. Pero la población de esta zona de montes permaneció bajo estatuto especial en sus lugares, pudiendo continuar sus vidas practicando sus creencias. Se les permitió usar el derecho civil y familiar, pasando a jurisdicción castellana en casos de delitos de sangre o conflictos con cristianos.

Uno de los cadís que ejerció la jurisprudencia entre esta población fue el alfaquí  Muhammad ibn ´Ali ibn Muhammad al-Yayyar al Ansari. Su nombre es el que más se repite en los documentos mencionados y muy probablemente el que nos legó este tesoro escrito encontrado en Cútar.

La población en general se debatía entre la permanencia en su país natal y familiar y la hijra (mudanza) a tierras del Islam. Este juicio llevó a muchas eminencias y familias completas a salir del suelo peninsular desde siglos antes, pero se incrementó con la presión militar.

Tras la caída de Granada, el hilo de esperanza que mantenían los axarquíes se desvaneció; desmoralizándose mucho más cuando ocho años después de la firma de las capitulaciones, los católicos rompieron la palabra dada. Así lo expuso el alfaquí al dorso de un acta matrimonial, reseñando lo vivido en primera persona: “(El señor de Castilla) rompió el pacto y bautizó a la gente de Granada a primeros de yumada al-ula del año 905, (mitad del año de 1500), Al-lah el Altísimo les haga perecer y los trate de la manera como solo alguien que es digno y capaz lo puede hacer; fue al atardecer de un viernes”. Para no mencionar el año, el alfaquí, en un poema acéfalo que abre el libro segundo, llamó a este año “de la tiranía y asimilación”.

El bautismo general fue una medida de excepción contra la población civil, pues ello daba permiso a la Inquisición a intervenir sobre la población ya bautizada. Pero lo que provocó el éxodo masivo fue el edicto de conversión forzosa de 1501. Los que se quedaron protagonizaron nuevos episodios de resistencia monfí y morisca.

Facsímil del Corán de Cútar

Sukut

“Silencio. El Corán sale del silencio y vuelve al silencio. Es un libro recitado. Una lectura. Es dinámico y por eso emerge de su opuesto: la quietud”.

Este párrafo leído entre los olmos del camino que sube a la Alhambra en Granada deshizo mis ataduras intelectuales a principios de los años ochenta. Con estas palabras del libro Indicaciones de los signos, de Sheij Abdelqadir as-Sufi, Al-lah abrió para mí las puertas del Islam.

Casi treinta años después vino a mis manos el facsímil del Corán andalusí. Una mañana, a la hora del Alba, al pasar por la musal-la donde hacemos la oración en familia, un joven estudiante de la Madraza Coránica de Mallorca había tomado el mushaf de Cútar y recitaba con este precioso ejemplar entre sus manos la Sura de Ya Sin, el corazón del Corán. En ese momento entendí.

Ahora, el mushaf reproducido con las técnicas del siglo XXI no era un objeto de estudio y museo, ni tema para investigadores hermeneutas. Volvía a ser recitado quinientos años más tarde. Su realidad oculta adquirió vigencia. Y aquellas aleyas recitadas en el clarear del día se apagaban silenciosamente.

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