El año de Cervantes y de Shakespeare

Este 2016 se ha celebrado en todo el mundo el aniversario de los 400 años de la muerte de los dos grandes genios de la literatura en lengua española y en lengua inglesa. Hijos de un mismo tiempo, con un bagaje cultural y un contexto histórico en parte compartido y en parte muy distinto, Miguel de Cervantes y William Shakespeare tienen en común, además de la fecha de su fallecimiento, el carácter universal de sus respectivas obras y una influencia en el mundo del arte y la creación literaria que ha transcendido a su propia época y al propio círculo de la cultura y de las letras, haciendo de sus legados respectivos parte de la sabiduría de la humanidad.

William Shakespeare vivió desde 1564 hasta el 1616. Fue escritor, actor y hombre de teatro admirado y respetado ya en su tiempo, y alcanzó un notable éxito económico y fama en vida. En los siglos posteriores a su muerte sus obras continuaron representándose y escritores de renombre como John Milton, John Dryden y Alexandre Pope siguieron rindiéndole tributo. Pero fue a partir de la era romántica, al final del siglo XVIII, cuando Shakespeare pasó a ser reconocido como un genio de carácter universal. Desde entonces ningún escritor ha ejercido una influencia tan grande sobre una parte tan grande de la población mundial como él. La obra de Shakespeare está arraigada en las circunstancias en las que fue concebida y en las que se fraguó: el Londres de la era isabelina, la bulliciosa metrópoli en crecimiento y expansión, el poder emergente que desafía a la hegemonía de la Armada española, gracias a las nuevas naves inglesas, más ágiles y maniobrables que los enormes y temibles galeones españoles que hasta entonces dominaban los mares.

Italia es entonces un entramado de ricas ciudades mercantes, con Venecia, Génova y Florencia como centros de comercio y el Vaticano como centro de poder que ostenta una enorme autoridad en toda Europa. El Imperio otomano es el otro eje de poder político de la época. La firme presencia del Islam en los Balcanes y en el Este de Europa y Estambul junto con la competencia con Venecia por el control del comercio y de las aguas del Mediterráneo son telón de fondo de la vida y la obra de los dos escritores. Cervantes, por su parte, nace en una España imperial, la caída de Granada aún relativamente reciente, y vive bajo los reinados de Felipe II y Felipe III. En sus escritos, y particularmente en el Quijote, Cervantes es muy cuidadoso con sus palabras en materia de doctrina y religión para eludir cualquier censura o condena por parte de la Inquisición, que es todavía una temible realidad: es testigo de la expulsión masiva de los moriscos en el 1610.

Una delegación diplomática de dieciséis miembros de alto rango fue enviada a Londres por el sultán de Berbería, Mouley Hamet, encabezada por el noble Abdel Ouahed Ben Masoud y permanecieron en la corte durante seis meses en el 1600, manteniendo negociaciones con la Reina sobre una posible alianza de Marruecos con Inglaterra contra España para reconquistar el país que había sido territorio musulmán durante ochocientos años y se había perdido hacia sólo unas décadas.

La vida de D. Miguel de Cervantes transcurre desde el 1547 hasta el 1616. Cervantes participa con gallardía y valor en la batalla de Lepanto (1571) una de las colosales batallas marítimas en las que el Imperio español mostró su fuerza frente al bloque antagónico turco. Puede que fuera descendiente de moriscos conversos cordobeses. Francisco de Torres, en su ensayo sobre el posible ascendiente morisco de Don Quijote, La ‘mancha’ de Don Quijote: el trasfondo islámico, sugiere que “esa ‘mancha’ de la que Cervantes no se quiere acordar correspondería no sólo a La Mancha geográfica, sino a una ‘mancha hereditaria’ presente en Don Quijote: la mancha de sangre. Recuérdese que la denominación ‘manchado’ era muy común en los siglos XV y XVI para designar a los musulmanes que se habían convertido al cristianismo”.

La mera atribución de la historia del ingenioso hidalgo a un supuesto sabio musulmán, Cide Hamete Benengeli, o Sidi Ahmed Berengena, pone de manifiesto que Cervantes es extraordinariamente sensible a todo lo relacionado con los vestigios islámicos de su país y mira con simpatía el Islam, como lo demuestran los términos en que se refiere expresamente en la novela Don Quijote a los moriscos.

Los cinco años de cautiverio de Miguel de Cervantes (1575-1580) en Argel, sus peripecias y repetidos intentos de fuga, el comportamiento noble con sus compañeros, prefiriéndolos a sí mismo a la hora de ser liberados, además de decir mucho sobre el generoso y valiente carácter del escritor, son indicativos del interés y la influencia que en él debió ejercer el mundo del Islam. “La ambigüedad y complejidad de su percepción del mundo musulmán –escribe Juan Goytisolo- expuestas mediante una bien calculada estrategia cuya fineza sorprende y admira a cuantos calan en ella, autorizan toda clase de interpretaciones -muchas de ellas reductivas e interesadas- conforme a la perspectiva ideológica desde la que se sitúe el intérprete o glosador”.

Acerca de la relación de William Shakespeare con el Islam -aparte de la broma, muy extendida entre los árabes, de leer su nombre como Sheij Zubair y, entre los musulmanes del subcontinente indio, como Sheij Pir, en ambos casos atribuyéndole al bardo de Stratford-upon-Avon el respetuoso rango de maestro (sheij)-, hay también mucho escrito. “Sin el rico y complejo entramado de relaciones que la Inglaterra Tudor y Jacobina mantuvo con las culturas islámicas –escribe Matthew Dimmock-, las obras escritas por William Shakespeare serían muy diferentes, si es que hubieran llegado a existir”. Esto es evidente en términos de contenido. Si se suprimen unas 150 referencias a temas islámicos en 21 de sus obras, desde turcos y sarracenos a “Mohamet”, Marruecos y Berbería, el corpus presentaría un aspecto muy distinto. Si se eliminan El Mercader de Venecia y Otelo, en cuyos trasfondos se encuentra el mundo musulmán, se habrían perdido dos de sus obras más conocidas e interpretadas”.

Al margen de estas consideraciones, lo verdaderamente universal e intemporal de la obra de William Shakespeare, junto a su maravillosa maestría expresiva en el uso de la lengua inglesa, es su profundidad al retratar las distintas condiciones y diferentes estados de la naturaleza humana, de igual relevancia y validez ahora que hace 400 años. Ben Jonson escribió acerca de Shakespeare: “No perteneció a una época, sino a la totalidad del tiempo”

Las obras políticas (las de tema romano y las históricas) de Shakespeare han sido materia de estudio principal del Dallas College, establecido en Ciudad del Cabo por el autor escocés Ian Dallas. Robert (Abdellah) Luongo culminó sus seis años y medio de enseñanza de la obra política de Shakespeare en el Dallas College con la publicación en el 2011,

un año antes de su fallecimiento, que Allah tenga misericordia de él, de su libro The Power Template

(El patrón del poder). En su introducción, dice Luongo, refiriéndose a los dramas políticos de S

hakespeare: “Transmiten una comprensión de la dinámica de la política humana: las maniobras para hacerse con el poder, la riqueza y la influencia, que son la base

de todo el drama de la historia humana”. El libro de Luongo, una joya genuina, fruto del estudio y también de una profunda reflexión existencial del m

omento, se ha ganado por mérito propio su lugar en el universo de los estudios shakesperianos. The Power Template descifra las realidades políticas de nuestra época, desde la Revolución francesa, pasando por la Segunda Guerra Mundial, hasta la utilización y manipulación de las instituciones políticas que ejercitan los verdaderos poderes, los económicos, para lograr sus objetivos de lucro y de poder, sirviéndose de las claves y arquetipos dibujados en la obra de  Shakespeare.

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