El ahora del arte islámico

Mezquita de Penzberg, Alemania
Mezquita de Penzberg, Alemania

Granada, Córdoba, Bujará, Kairuán… los nombres de estas ciudades nos evocan, inmediatamente, iconos del majestuoso arte legado por el Islam en su historia. Podemos pensar en obras abasíes, omeyas u osmanlíes. Pero ¿somos capaces de pensar en un icono del arte islámico contemporáneo?

La primera respuesta es sencilla: no. Luego, probablemente, nos vengan a la mente ejemplos como la mezquita de Hassan II de Casablanca. Pero, dejando de lado el componente kitsch del láser del alminar (o algún que otro espacio de gran calidad, como el pórtico de arcadas), lo cierto es que no deja de ser un enorme revival a la altura de los pastiches neoclásicos de Schinkel en Alemania o Jefferson en EE.UU.

Esta es, sin duda, la gran tara de la arquitectura islámica en nuestros días: el pensar que existe la necesidad de copiar, de resucitar el arte islámico, como si fuera algo muerto, con el añadido de intentar tener la lámpara, la alfombra o la sala de oración de mayor tamaño del mundo. Aunque, como en el caso de la mezquita de Hassan II, lo cierto es que el resultado puede ser agradable a la vista, hay que destacar el hecho de que carecen de creatividad y chispa, algo así como lo que le ocurría a los cuadros de Sir Joshua Reynolds.

Aparte de esta corriente de arquitectura de revival, encontramos otros ejemplos de edificios que, aun remitiéndose a ejemplos clásicos, no hacen un pastiche de ellos, sino que los interpretan desde una idiosincrasia propia. El ejemplo más cercano es la Mezquita Mayor de Granada, que combina elementos importados del clasicismo islámico y de la arquitectura de su entorno, pero condicionándolos al planteamiento del edificio y no al revés, revelándose sus claves de diafanidad en la sala de oración y exhibiendo en todo su esplendor el diálogo espacio/línea en el patio para wudu. Otro ejemplo cercano de este savoir-faire, y curiosamente obra del arquitecto Pinseau, al igual que la mezquita de Hassan II, es el Pabellón de Marruecos para la Expo’92 de Sevilla.

Por otra parte, hay otros edificios que siguen el modelo contemporáneo occidental con mayor o menor acierto. Aunque puedan ser buenas obras de arquitectura, lo cierto es que, en ocasiones, el calificativo de islámicas les viene cogido con alfileres. Buenos ejemplos de esto se hallan en la bella y sencilla mezquita de Penzberg (Alemania) o en la no tan bella del Rey Faisal en Islamabad (que al fin y al cabo no deja de ser otro tipo de pastiche, el pastiche ‘moderno’).

Pero hasta aquí nos hemos ocupado solo de la arquitectura. ¿Qué pasa con las otras artes? Aunque clasificar el arte como pintura, escultura, arquitectura, etc. es ponerle puertas al campo, hay que señalar que cuando el arte occidental descubrió la abstracción en el siglo XX, el islámico la conocía desde hacía siglos, habiendo desarrollado un arte abstracto como única vía posible para representar la abstracción con la que se presentan –a nuestro entendimiento limitado– los conceptos de la Realidad y el Tawhid.

A pesar de ello, la pintura y las aplicaciones decorativas, así como una escultura que surge como una puesta en tres dimensiones de los motivos tradicionales de ataurique, lacería y epigrafía, las obras realizadas hoy por hoy suelen imitar los modelos occidentales o bien estancarse en un manierismo que imita lo clásico sin aportar algo nuevo, aunque hay notables intentos renovadores, como en algunas (solo algunas) de las obras de Sohelia Esfahani. Por ejemplo, la caligrafía se adorna de muchas y nuevas formas, pero no emerge un nuevo estilo contemporáneo. Lo más parecido es el cúfico geométrico tridimensional de Mamoun Sakkal.

Con respecto a los nuevos medios, del cine no trataremos por carecer del espacio necesario. De la fotografía, hay que decir que ha supuesto una revolución y que se producen, en el contexto islámico, obras de gran calidad, como los paisajes urbanos de Thamer Alhassan o los retratos del mundo  musulmán de Steve McCurry. También la moda ha sido desarrollada en una faceta artística por firmas como Nahara.

Al final, cabe preguntarse cuál es el arte contemporáneo islámico. Mi humilde, y para nada definitiva respuesta, es que es aquel que cumple con los requisitos de aportar una creatividad nueva y propia de su tiempo y conjugarla con un elemento diferenciador musulmán, que puede o no coincidir con las bases o elementos tradicionales. Aunque crear una tradición islámica contemporánea (por ejemplo, expresando la abstracción de la Realidad verdadera mediante nuevas vías) es un reto no ya inconcluso, sino jamás comenzado, que corresponde a los artistas musulmanes de hoy.

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