Dr. Mahathir, la sabiduría de un gobernante prudente

Dr. Mahathir ex-Primer Ministro de Malasia
Dr. Mahathir ex-Primer Ministro de Malasia

Dr. Mohammed Mahathir estaba en su despacho acristalado en una colina cercana a la mezquita Negara y al Museo de Arte Islámico. Desde sus ventanas se divisan enormes horizontes de bosque tropical y parte del perfil futurista de la ciudad de Kuala Lumpur. Dr. Mahathir es ahora un veterano hombre de estado, retirado en teoría de la política pero enormemente influyente. La recomendación que Dr. Mahathir viene haciendo, y que repite como un mantra desde que era Primer Ministro hasta ahora, es subrayar la primera parte de la suplica: “Señor, danos lo mejor de esta vida y lo mejor de la próxima y líbranos del tormento del Fuego.”

Dr. Mahathir opina que los musulmanes han hecho un hincapié excesivo en la segunda parte, creando un desequilibrio que ha paralizado y hecho perder a la Ummah del Islam la posición delantera de la comunidad humana que le corresponde. Su insistencia en la formación de los jóvenes musulmanes en los conocimientos y ciencias practicas y no solo en los conocimientos de los rituales de adoración y su repetida consigna: “seamos gente de éxito y seremos respetados y escuchados” no esta exenta de valor para nuestros jóvenes.

Para los musulmanes de occidente nuestra prioridad ha sido fortalecer nuestra creencia y arraigar nuestra certeza, como pioneros del Islam en Europa y en Occidente en nuestra generación, pero no hay duda alguna de que hay una enorme sabiduría en la recomendación del Dr. Mahathir. Los musulmanes deben sobresalir por encima de los demás en su buen hacer, su talento cultivado, su buena gestión y administración, su trabajo bien hecho en todas las esferas de la vida. Y ello sin detrimento del Din, ni de la ibada, del amor por Allah y o su mensajero, que Allah le bendiga y le conceda paz. Al contrario, conscientes de adorar a Allah y de servir al Din del Islam.

El uso del tiempo

Examinado con serenidad, el problema planteado por el Dr. Mahathir consiste nada mas ni nada menos que en el uso del tiempo, la gestión de nuestro capital y nuestro tesoro que es nuestra vida. Para el musulmán el tiempo se presenta en tres dimensiones:

1. Adorara a Allah, contemplar Su grandeza, ocupar nuestra lengua con Su recuerdo y Su alabanza.

2. Trabajar, servir, adquirir conocimientos útiles, buscar una provisión abundante, buena  legítimamente adquirida, establecer una sociedad justa y próspera, empezando por la propia familia y la propia comunidad mas cercana.

3. El esparcimiento, el descanso y el disfrute de lo lícito y de las bendiciones de la vida en todas sus formas.

La tercera dimensión es la bisagra, el lubricante que permite retener en el carácter el optimismo, la actitud agradecida y el ánimo de lograr metas.

Cuando se desequilibran estas tres dimensiones y una de ellas predomina sobre las otras dos, surgen los grandes genios del pensamiento, los filósofos, los walis si es hacia la primera. Si es hacia la segunda aparecen los grandes gobernantes, científicos, los genios de los negocios y de la creatividad industriosa. Vividores, gorrones, vagos y disolutos si es hacia la tercera.

Cada uno debe saber su lugar y buscar su mas alta realización, su meta en esta vida.

Lo único que es lamentable y detestable es malgastar el tiempo en banalidades, en debates estériles, perdido sin meta, siguiendo la corriente, y distraído en cosas que no le benefician a uno ni a los demás.

El punto de vista del Dr. Mahathir, que repite en todas sus declaraciones desde que yo tengo memoria cuando, en 1994 siendo primer Ministro, le salude por primera vez, obedece a la necesidad del gobernante de un país musulmán emergente que aspiraba a situar su nación en un lugar digno, independiente y respetado. Y del mismo modo que los musulmanes occidentales hemos tenido que contrarrestar el kufr dominante, la obsesión por dunia y la yahiliya materialista de nuestras sociedades de consumo con una dedicación intensísima al recuerdo de Allah para restablecer la perspectiva interior del hombre, él hace hincapié en desarrollar la capacidad creativa en las ciencias, la industria y la economía para contrarrestar un letargo de las naciones musulmanas, que quizá empezó antes incluso del periodo colonial.

Una cuestión de equilibrio.

La aleya del Coran que mejor expone esta relación de equilibrio en la administración de nuestro tesoro capital, nuestra vida, está en la Sura del Relato (Al Qassas, 28), la aleya 77:

“Procura con lo que Allah te ha dado, tu Morada en la próxima vida y no descuides tu parte en esta existencia. Y haz el bien como Allah te ha hecho el bien a ti. Y no seas causa de corrupción en la tierra. Allah no ama a los corruptores.”

En esta formulación coránica se contiene la inspiración personal para el musulmán y en este mandato hay suficiente claridad para desarrollar una fuerza vital positiva, benefactora y creativa, que no se detenga en el debate estéril entre modernistas progresistas y tradicionalistas religiosos.

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