Donde está la luz

El siglo pasado se vio marcado por dos atroces guerras, seguidas de la creación de la ONU y la OTAN. La conciencia política e histórica global llevó a activistas como Nelson Mandela, Bob Marley o Martin Luther King a hablar de derechos humanos, hermandad, igualdad, amor y paz universal. Expusieron al mundo nuevos valores humanos, ofrecieron una posibilidad de cambio asequible. Hoy en día, hay una cohesión a nivel mundial en la sociedad, basada en nuevas pautas y modelos de comportamiento. Sin embargo, no es ni el amor ni la hermandad lo que ha creado estas afinidades. Son unos valores bastante distintos, que quizá no beneficien a la humanidad en la manera que ellos imaginaron.

Los valores que más trascienden hoy en día, o, mejor dicho, las cualidades que la gente más valora y admira en otras personas, son el éxito (económico o laboral), la fama, el talento, la buena imagen, el estilo. Estas virtudes, todas superficiales, son las que han inculcado y difundido globalmente la cultura moderna y la televisión. Los ideales, por lo general, no son otros que las celebridades. Es una cultura capitalista que apunta al consumismo. La cultura en sí misma es consumo (cine, libros, conciertos…), y los famosos incitan a ello de forma explícita o implícita en películas, galas y anuncios. Las grandes marcas marcan la delantera. Vivimos en un mundo unido por el consumo de Coca-Cola y Marlboro y conectado por el uso de Facebook y WhatsApp. El afán de adquisición de los mismos productos nos une y elimina nuestras diferencias geográficas, raciales, sociales y culturales. Y éstas son unas diferencias que siempre han existido. Eliminarlas, y esto es lo que hacen la democracia y la globalización, es devaluar a cada pueblo y a cada persona.

Allah, exaltado sea, dice en el Corán: “¡Hombres! Os hemos creado a partir de un varón y de una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. En verdad que el más noble de vosotros ante Allah es el que más taqwa tiene. Allah es Conocedor y Consciente de todo”. (Sura de los Aposentos Privados, 13).

No se trata de suprimir las diferencias entre la gente con tal de crear concordia, sino de revestirse de las cualidades que hacen posible la interacción pacífica y loable entre las personas.
En la aleya citada se mencionan dos atributos del hombre (nobleza y temor de Dios) que suenan antagónicos a los que hemos nombrado más arriba. Pueden parecer incluso arcaicos.

Pero la palabra de Allah es perenne. Estos son los atributos que, si se adoptan, pueden cambiar la sociedad actual. Un cambio integral que consista en sustituir los valores actuales, que determinan el mérito de las personas por lo que estas poseen u obtienen, por otros, que definan la calidad del individuo de acuerdo a lo que da y aporta a los demás. Hablamos de las nobles cualidades que el Profeta Muhammad, la paz sea con él, puso en práctica y enseñó a sus ilustres Compañeros: la generosidad, el coraje, la humildad, la lealtad, la misericordia y la honestidad. Hay que rescatar estos rasgos de carácter e impregnarse de ellos. El cambio empieza en la transformación individual de la persona, y se extiende a nivel gradual en la sociedad.

El cambio no puede basarse, de ninguna manera, en el sistema democrático vigente, pues este ha demostrado ser inservible. No podemos volver a caer en el error de creer en la democracia, pues es un sistema que no ha hecho más que fallar y decepcionar, y lo sigue haciendo (el “cambio de Obama es el más claro ejemplo). La democracia ha fallado. Una persona con intelecto y discernimiento no puede buscar soluciones a temas como la corrupción, la injusticia o el despotismo comercial en un sistema que es en sí mismo corrupto, injusto y despótico. Una y otra vez, se descubren casos de corrupción y absolutismo, especialmente en España, donde la corrupción se ha convertido en norma dentro de la esfera política; y reparamos en cómo los que están a la cabeza de los Gobiernos, las entidades financieras y las grandes corporaciones salen con las manos limpias. En un sistema en el que esto ocurre, no se pueden buscar soluciones. La solución es cambiar el sistema completamente, establecer uno nuevo.

La conciencia moral y política de personajes como Nelson Mandela o Martín Luther King ha desembocado, desafortunadamente, en la globalización como concepto en su mínimo denominador común

Hamza Castiñeira

 

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