¿Cuál racismo es más peligroso; el de Dinamarca o el de Suecia?

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Portada de un informe del 2011, realizado por la fundación sueca Expo en el que se describen los sectores más influyentes del entorno antimusulmán internacional

La mejor manera de pasar por bueno es destacando lo malo que es el vecino, es lo que ha hecho en favor de Suecia y quizás sin proponérselo Lena Sundström, escritora y colaboradora del periódico sueco Dagens Nyheter. El medio para esta defensa indirecta es el artículo titulado: De kallar oss «De anständiga» (http://www.dn.se/kultur-noje/de-kallar-oss-de-anstandiga/) – en español: Ellos nos llaman “los decentes», publicado por Sundström en el matutino sueco, el 14 de marzo de 2015. Por él nos enteramos que en Dinamarca la palabra «decente», se ha convertido en un nuevo insulto para calificar a quienes se atienen a lo políticamente correcto, como suelen hacer los suecos.

Lena Sundström es autora de cuatro libros, uno de los cuales, el tercero he consultado en varias ocasiones, y se titula «El pueblo más afortunado del mundo”, y fue publicado en 2009, en él se aborda la situación política en Dinamarca. El periodista Håkan Arvidsson, reseñó esta obra en un artículo aparecido en Svenska Dagbladet, el 12 de septiembre del mismo año en que fuera publicada; allí, bajo el título de Allt om Danmark du inte fick veta på Tivoli, lo que significa en español «Todo lo que no se les dijo en Tivoli sobre Dinamarca»- Tivoli es la zona más soleada de Dinamarca, a la que los suecos suelen ir de turismo-, se especifica el carácter irónico del nombre del libro. De igual modo, es citada la autora cuando afirma que había trabajado en Dinamarca durante 35 años y que en 1973, ese país era confusamente similar a Suecia, si se hacía abstracción del hecho de que la cerveza, el vino y el licor podrían ser vendidos en las tiendas regulares y que el sistema escolar era más libre y organizado. En este sentido Dinamarca se parecía más a los otros países del continente que a sus vecinos nórdicos. Tal vez se podría decir que Dinamarca era más liberal y más culturalmente radical que Suecia, abunda la periodista, agregando que el legado de los hermanos Brandes y Poul Henningsen –figuras cumbres de la vida cultural danesa- aún estaba vivo. Hoy en día (2009) la situación se invierte. El radicalismo cultural ha desaparecido, el debate público ha girado 180 y Dinamarca se ha convertido en un país conservador y cerrado donde los daneses parecen vivir en un constante temor de ser invadidos y ocupados por los musulmanes.

En ese mismo artículo la periodista reconoce que Suecia tenía una tendencia en la misma dirección, pero hasta el momento no tenían los niveles de Dinamarca. En Suecia, consideraba, parece ser que no están interesados sensiblemente en lo que sucede en el país vecino del sur, aunque tampoco son inmunes a este tipo de actitudes que se desarrollan en Dinamarca que de hecho ya no es un país agradable para la estancia de los extranjeros, lo que también se aplica a los suecos. El reseñista califica al libro de incisivo, profundo y lleno de matices, y cuenta lo que ella experimenta cuando trata de convertirse en un miembro del Partido Popular Danés, promotor de la xenofobia; el cual le niega la militancia cuando ella dice que es de origen asiático y ciudadana sueca, para la negativa usan el argumento de la ciudadanía danesa como requisito para ser miembro de esta ilustre «colección».

Vale aclarar que Lena Sundström no puede dejar de llamar la atención, incluso en Suecia, con una presencia permanente no sólo en la prensa, sino también en la televisión, donde contrasta con el resto de los presentes por sus rasgos fenotípicos mongoloides y un acento propio del habla de Escania, aquel territorio arrebatado por los suecos a los daneses en 1719.

Sundström debe haber conocido en carne propia cómo funciona el racismo sueco, en tanto que es una de estas tantas criaturas importadas desde Corea a Suecia por concepto de adopción. Se le encontró en las afueras de un orfanato en Seúl el 8 de abril 1972 y considerándose que tendría un mes de nacida por lo que se convino como fecha de nacimiento el 8 de marzo de 1972. Llegó a Suecia a la edad de seis meses, más tarde fue a la escuela en Kristianstad ciudad de Escania, luego estudió Medios y Comunicaciones en Lund y Copenhague. Evidentemente la coreano-sueca conoce en profundidad la sociedad de Dinamarca, país cuya guerra a sangre y fuego contra Suecia ya es cosa del pasado, sin embargo, el resentimiento ha quedado, escalando el conflicto a otra dimensión, la mediática, como evidencia el artículo en cuestión.

Aquí Sundström aborda nuevamente la xenofobia danesa, ahora en el contexto de las elecciones a celebrarse el 15 de septiembre 2015. Por la nota, nos enteramos de que la última encuesta de opinión hechas por Radio Danesa, en febrero, informaba que el Partido Liberal contaba con el 23,7 por ciento, el Socialdemócrata con el 22 mientras que el Popular ocupaba la una tercera posición entre los favoritos con el 21.7 por ciento. El Partido Popular Danés fue fundado en 1995 con Pia Kjærsgaard como líder del partido. Desde 2012, Kristian Thulesen Dahl lidera el partido entre cuyos miembros más famosos se encuentran el parlamentario europeo Morten Messerschmidt y el sacerdote Søren Krarup. Durante muchos años la organización se había movido entre el 12 a 13 por ciento de las preferencias y es sólo recientemente que logró situarse junto a la burguesía liberal y los socialdemócratas.

Cuando Lena Sundström se mudó a Dinamarca en la primavera de 2008, como parte del proyecto del libro, lo hizo para tratar de averiguar si la situación política de Dinamarca podría convertirse en Suecia, quería saber cómo afectaba a un país la entrada de un partido xenófobo en el parlamento. ¿Qué sucede con la política, la retórica, y también todos los días ordinarios de la gente? Ahora que han pasado varios años desde que los Demócratas de Suecia – versión sueca del Partido Popular Danés- se sientan en el Parlamento de Suecia y se encuentran ahora en su segundo mandato, el antirracismo de casa se ha convertido en una posición política más importante de lo que era antes.

Es sobre esta premisa que Sundström escribe un artículo que le ofrece la tribuna a cinco importantes “opinadores” daneses para que den sus visiones sobre la manera en que funciona la libertad de expresión tanto en Dinamarca como en Suecia. Lo que prima entre los entrevistados es la acusación contra Suecia de reprimir la libertad de palabra en nombre de lo «políticamente correcto». No se trata sólo de opiniones particulares, veamos lo que prima en la prensa danesa, sobre lo que Lena Sundström escribe.

“En la prensa se describe a Suecia como un país totalitario que se puede comparar con Corea del Norte, Rusia, República Democrática Alemana y China. Es una retórica que antes podían oír desde el Partido Popular Danés, pero que ahora están presentes también en los principales periódicos en los editoriales y los articulistas de periódicos. Usted puede leer acerca de Suecia como país «multicultural» que ha «sido equipado con una nueva forma de totalitarismo, es decir, el antirracismo como ideología». Una imagen de Suecia, que también ha llegado a los periódicos locales donde se puede leer que «Los años 2038 a 2060, los suecos étnicos estarán en la minoría.» El ejemplo no es la excepción, sino parte de una imagen en la que Suecia presenta como un país sin verdadera libertad de expresión, donde los disidentes son encarcelados y donde se puede hablar de una organización similar a la «Stasi” como Expo sin que nadie levante las cejas directamente.

La Fundación Expo (http://expo.se/), entre cuyos creadores se encuentra el autor de la Trilogía Millennium, el escritor Stieg Larsson (1954-2004), se presenta a sí misma como una organización dedicada a la investigación, recopilación y análisis de información sobre grupos intolerantes, se considera que el material disponible en los archivos de la Fundación, es la colección más grande de Escandinavia en lo que se refiere a la propaganda de la extrema derecha y está abierta a investigadores, periodistas y otros interesados. Así mismo, la organización publica una revista de mismo nombre que monitorea continuamente la intolerancia organizada. La revista sale cuatro veces al año y tiene unos 2.800 subscriptores, su página digital es de actualización diaria.

Expo ofrece charlas y conferencia a escuelas, organizaciones estatales y empresas sobre temas relacionados con la intolerancia organizada. Sólo en 2012, tuvieron más de 500 de estas charlas con más de 20.000 asistentes.

El 07 de marzo, del 2013, entre 18:00-20:00, tuve la oportunidad de asistir a una conferencia sobre «El racismo en Internet», que impartiría una redactora de Expo en el Centro Multicultural de Fitja, en las afueras de Estocolmo, se trataba de la escritora Lisa Bjurwald, autora del libro Skrivbordskrigarna (los guerreros del teclado) obra publicada ese mismo año, donde se aborda el modo en que las organizaciones xenófobas evaden la censura oficial a través del Internet (2013).

Cuando le pregunté a la periodista sobre las razones por las cuales Expo solo se dedica a denunciar el racismo de los grupo neonazi o identitario del corte de los Demócratas de Suecia, sin investigar a fondo el funcionamiento del racismo estructural, la conferencista evadió la respuesta reduciendo el racismo estructural a la entrada del partido de los Demócratas Suecos en el parlamento. No dijo una sola palabra sobre el modo en que, bajo la máscara de lo políticamente correcto las instituciones públicas suecas discriminan sistemáticamente a los ciudadanos de origen extranjero. Un asunto que por lo que recuerdo jamás ha sido investigado en profundidad por Expo. Al fin de cuentas la publicación, al igual que las novelas Millennium, obedece a un sistema del cual sólo critica las partes más sucias de su periferia. Esa es la buena noticia que deberían recibir los xenófobos daneses, la de que el racismo para existir y ser efectivo no necesita llamarse por su nombre, ni hablar claro y alto como lo hace en Dinamarca.

Del mismo modo es bueno señalar lo peligroso que resultan artículos como el de Lena Sundström, no por lo que cuentan, lo cual es bueno que se sepa, sino por lo que omiten. Al margen de sus motivaciones el trabajo de Sundström parece darle la razón a los racistas del patio que se sienten “perseguidos”, mientas que generan una suerte de autocomplacencia entre los antirracistas y hacerles bajar la guardia frente a una censura que, si bien actúa contra el uso de palabras denigrantes contra los extranjeros, todavía es más eficiente a la hora de impedir que salga a la luz, lo que día a día ocurre contra ellos, en tribunales, cárceles o estaciones de policías, por no hablar de escuelas y hospitales.

Hay que saber que el peor racismo no es el que se espeta a la cara, como le dije el día de su charla a la Bjurwald, ese es un mal menor: el peor racismo es el que desde el silencio te apuñala por la espalda, contra ese no hay defensa posible, ni resistencia, como sí pueden haberla contra el xenófobo que en Dinamarca dice lo que piensa.

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