¿Clases de Religión Islámica o Tawhid?

El principal objetivo educativo para los musulmanes hoy en día ha de ser la transmisión de una verdadera comprensión de la Unidad de Al-lah

Al-lah es la Luz de los Cielos y la Tierra. Su luz es como una hornacina en la que hay una lámpara; la lámpara está dentro de un vidrio y el vidrio es como un astro radiante.

Se enciende gracias a un árbol bendito, un olivo que no es ni de Oriente ni de Occidente, cuyo aceite casi alumbra sin que lo toque el fuego. Luz sobre luz.

(Corán: Sura de la Luz, 35)

 

A pesar de lo que pueda desprenderse del titular, este artículo no pretende representar una provocación contra todos aquellos que desean que sus hijos reciban clases de Religión Islámica en las escuelas. Sin ninguna duda, la razón principal de esta reivindicación por parte de una gran parte de la población musulmana en estos días radica en un muy comprensible afán porque los niños y jóvenes musulmanes se formen en el Din del Islam. No es mi intención, por tanto, sumar un nuevo “anti” -anticlases de religión en la escuela, en este caso- entre los musulmanes que viven en España; pero sí aspiro a influirles, de alguna manera, para que reconsideren seriamente el objetivo principal de la educación de sus hijos y actúen después en consecuencia.

Sirvan entonces estas palabras como alegato dirigido a plantear que los musulmanes estamos equivocando la dirección de nuestra lucha si creemos que la reivindicación principal en este tiempo es la implantación de una asignatura de Religión Islámica en los colegios y, además, a señalar que nuestra principal responsabilidad está en encauzar todas nuestras energías hacia el elevado fin de establecer en las nuevas generaciones una comprensión genuina del Tawhid, que es lo que representa realmente el factor diferencial de nuestra identidad musulmana.

La realidad de la mayor parte de los musulmanes hoy en el mundo es la de vivir en una división: la de haber aceptado una concepción de la ciencia, de la enseñanza y de la existencia basados en una visión completamente opuesta a una vivencia con Tawhid, por un lado, mientras, se pretende, por otro, seguir las “enseñanzas” del Din del Islam. Una dualidad existencial en la que los fundamentos de la ciencia están separados completamente de la experiencia religiosa; en la que el Creador “sólo interviene en el mundo -en palabras del filósofo y científico inglés del siglo XVII Francis Bacon- a través de causas secundarias”, en contradicción absoluta con la enseñanza coránica de que Al-lah, subhanahu wa ta’ala, es el único actor, Al-Qadir (El Todopoderoso), Al-Qayyum, (El Sustentador de la vida), El que hace lo que quiere.

Es necesario, por tanto, afrontar el daño que esta fractura supone en la vida de los más jóvenes, a los que se les está inculcando que se puede vivir aceptando los criterios del materialismo científico en los que se basa el sistema de enseñanza actual, que significa la negación de que Al-lah es Único, sin asociado, y de la elevada posición del hombre como jalifa de Al-lah en la Tierra, a la vez que se puede mantener una experiencia espiritual, “religiosa”.

El Tawhid no puede ser adquirido a través de una asignatura en el colegio, ni siquiera en las mejores clases acerca de la ‘aqida. Como afirmó Imam Málik, no es algo que puedas obtener mediante libros e información, sino a través de un conocimiento procedente de una luz que Al-lah pone en el corazón.

“Proteger el corazón es tenerlo abierto”, en palabras de Sheij Abdalhaqq Bewley. Y aquí radica el principal objetivo para nosotros: la protección de los corazones de nuestros hijos, evitar que pueda haber dos corazones en un mismo pecho (“Al-lah no puso dos corazones en el interior del hombre” -Corán: Sura de los Coligados, 4-). Porque el corazón es el centro del ser humano, el órgano de percepción, el lugar donde ocurre todo. Pero según sea el tipo de educación -he aquí nuestra gran responsabilidad-, el corazón puede ser abierto o cubierto (kufr).

Decía Sheij Abdalqadir Al Yilani, en su obra El secreto de los secretos, refiriéndose a la Aleya de la Luz: “El significado de la hornacina es el corazón fiel del creyente. La lámpara que ilumina la hornacina es la esencia del corazón, mientras que la luz que proyecta es el Secreto Divino (…). El vidrio, el fanal, es transparente y no mantiene la luz en el interior, pero la protege y le permite expandirse, por lo que se compara con una estrella”. Es decir, proteger el corazón del niño significa permitirle que surja la luz de su interior, y que se pueda expandir; significa preservar la espontaneidad de los niños, su naturaleza genuina, su fitra, su alegría y entusiasmo connaturales, y, a su vez, canalizarlos, que esté cuidado, que esté protegido de un tipo de educación que cierra, que tapa el corazón, que cubre la verdad, alejando a la juventud de la realidad de la vida y de su propia naturaleza.

Y el árbol bendito, según Mawlana Abdalqadir Al Yilani, es la fuente de la luz. Este olivo simboliza el estado de unidad que extiende sus ramas y sus raíces, imbuyendo el Imán.

De qué puede servir, entonces, la implantación de una clase de Religión Islámica dentro de un sistema educativo que cubre el corazón. En mi opinión, para consolidar una contradicción manifiesta. El principal objetivo del currículo de Religión Islámica obedece fundamentalmente a la intención de controlar las enseñanzas que la comunidad islámica imparte a sus miembros por parte del Ministerio de Educación, con la conformidad de buena parte de los representantes de las diversas comunidades musulmanas, que comparten una misma preocupación: el peligro de radicalización e integrismo en los jóvenes musulmanes y su consecuencia yihadista. Pero es necesario entender que lo que desvía a los musulmanes del Camino es su incapacidad para comprender el Tawhid. Como ha observado en alguna ocasión Sheij Abdalqadir As-Sufi, “el desastre actual de los musulmanes es debido a haber olvidado el significado del Tawhid”. Y es importante comprender, asimismo, que instalarse en el paradigma del terrorismo-Islam es paz-estar justificándose todo el tiempo está reduciendo a los musulmanes a un estrecho marco que impide la manifestación de todo el potencial que podemos aportar a esta tierra.

Podría aducirse que tal vez sea importante este asunto de las clases de religión como parte del proceso por la consecución de una serie de derechos ante el Estado español. No pondré esto en cuestión; pero considero que tenemos otras muchas posibilidades, de mucha mayor riqueza y alcance para jugar un papel importante en este tiempo en España, y en Europa en general, para ganar, con todo merecimiento, un amplio espacio cívico, dinamizando nuestras comunidades, fortaleciendo el vínculo social y, en la medida de lo posible, trabajando por establecer nuestros propios proyectos educativos, en todos los niveles de la enseñanza, basados en un modelo de educación que profundice en una configuración nueva, completamente coránica, de un patrón unificado de conocimiento; que conecta enteramente, además, con el cambio radical que se está produciendo con la nueva comprensión de la ciencia -que no llega a las escuelas, que se mantienen ancladas en una visión materialista y mecanicista ya superada-, que recupera la mirada unitaria de la existencia, superando el antinatural dualismo que había convertido al ser humano en una mente que piensa, dentro de un cuerpo físico separado del resto de la creación.

Como dijo Johann W. Goethe: “Si nos aventuramos en el conocimiento y en la ciencia, lo hacemos tan solo para regresar mejor equipados para la vida”. De esto se trata, de vida, de la vida de los jóvenes musulmanes; y el Tawhid no es algo intelectual, sino que se refleja en el comportamiento, en una conducta plena de adab en toda circunstancia; se manifiesta en una identidad clara y firme, en la seguridad existencial de sentirse protegidos en manos de Al-lah, Quien iluminará sus corazones, les ayudará a forjarse como hombres y mujeres cultos, capaces de entender el mundo en el que viven y transformarlo, insh’ Al-lah.

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