Ayudar no es un deber, sino una felicidad

Cansada de ver día a día publicaciones, artículos y noticias sobre la situación y el gran malestar de los refugiados, decidimos organizar entre unas amigas un viaje con fines humanitarios durante nuestras vacaciones de Eid Al Adha.

Empezamos este viaje con la voluntad de dar a aquellos que ya han sufrido lo inimaginable un digno Eid. Donaciones nuestras, combinadas con las de nuestros generosos amigos, familiares y compañeros de trabajo nos permitieron adquirir algunos bienes en Salónica, Grecia. Luego nos dedicamos a distribuirlos: chaquetas de invierno, zapatos, ropa deportiva, sombreros, calcetines, bolsos, ropa interior y juguetes, en Idomeni, localidad situada en las fronteras con Macedonia. También patrocinamos dos almuerzos de Eid para más de 20.000 personas. Durante nuestro estancia, nos quedamos impresionadas por los habitantes de Salónica, quienes, a pesar de que la mayoría de los refugiados y cooperantes éramos musulmanes, nos ayudaron con tanta generosidad y fe. El apoyo que prestaban era incondicional en el campo, madres, estudiantes, policías… En un momento dado le di las gracias personalmente a una señora que nos estaba ayudando a repartir el almuerzo el día del Eid y me contestó: “¡Si es nuestro deber! ¡Cómo podría mirar a Dios tras mi muerte si Él nos mando a estas personas con el fin de ayudarles”.

Repartidos entre las vías del ferrocarril y los campos fértiles se encontraba nuestra gente, cansados y agotados de su largo viaje. Dieron la bienvenida a nuestros regalos de Eid con los brazos abiertos y mucha gratitud.

Nadie debería tener que caminar durante cientos y miles de kilómetros, humillados y despojados de sus maletas por contrabandistas que arrojaron sus pertenencias en mar abierto. Médicos, maestros, madres, hijos…, despojados de su existencia, todos dirigiéndose a Alemania con un único objetivo: empezar de nuevo. Nos encontramos con sirios, iraquíes, afganos, paquistaníes, nepaleses, todos aquellos que, al igual que todos nosotros, quieren vivir una vida digna.

Mientras contemplaba -casi la vivía- aquella situación tan dura y tan lejana de nuestra realidad, no podía dejar de reflexionar sobre una pregunta que siempre me ha atormentado: ¿por qué el mundo está tan dividido

Durante nuestras distribuciones, hemos estado en el campo durante doce horas seguidas; en ningún momento sentimos las horas pasar, nos olvidamos hasta de comer. Las horas pasaban y los grupos llegaban… Nuevas caras, nuevas sonrisas, nuevas lágrimas. La sensación de «poder» dar y repartir alimentaba nuestra fe y gratitud hacia Allah por todo lo que tenemos; nuestro espíritu y, sobre todo, nuestra conciencia, aquella sensación… era un mezcla de paz mental y amor incondicional que no he experimentado ni el mejor y más lujoso centro turístico en el que haya estado.

Rápidamente llegó la respuesta a mi incesante pregunta: estas personas viven y experimentan extremos, ¡su misión es su sabr (paciencia)!, la de ellos y la de todos los que sufren inimaginables situaciones drásticas y que luchan día a día por la simple supervivencia, ya sean nuestros hermanos en Palestina, Irak, Birmania, en África o cualquier otro lugar del mundo. Cuando tu única prioridad es estar vivo y poder comer y alimentar a tus familiares, lo único que te queda es sabr. Después están los otros, los del shukr (agradecimiento). Allah nos ha rodeado de ni’aam (bendiciones), pero a veces nos quedamos ciegos y pensamos que todo lo que tenemos está a nuestra merced y nos olvidamos, porque lo “tenemos”. ¿Pero cuál es nuestra misión? Nuestra misión es aún más compleja que los del shukr porque tenemos que responder doblemente a Allah: por una parte, agradecerle y ser conscientes de nuestra ni’ima (bendición) sin caer en el materialismo y la fitna, y por otra parte, contribuir en brindar y compartir nuestra ni’ima con los de sabr, algo que el Corán menciona una y otra vez

En este punto me gustaría dar las gracias a todos los que contribuyeron en llevar una sonrisa a todas estas personas; también a los ciudadanos de Grecia, por su apoyo emocional y material. Contribuir en trabajos humanitarios no es solo vivir momentos tristes. Ayudar es hacer nuevos amigos, conocer personalidades inspiradoras, alimentar nuestro espíritu y nuestra mente.

Esto solo ha sido un pequeño paso en el largo trayecto de los refugiados. Les invito a que formen parte de esta preciosa experiencia. Como dijo Ralph Waldo Emerson: «El propósito de la vida no es ser feliz. Es ser útil, ser honorable, ser compasivo, hacer una diferencia por el hecho de haber vivido y vivido bien».

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