Ante el comienzo del nuevo curso escolar

[…] (los musulmanes) forman a sus jóvenes ‒dijo Goethe‒ en el convencimiento de que a una persona no se la puede confrontar con nada que no haya sido previamente dispuesto por una divinidad que todo lo dirige; así pues estarán toda su vida equipados y tranquilos, y necesitarán de poca cosa más.

Eckermann, Conversaciones con Goethe en los últimos años de su vida.

 

Aprovechando que nos encontramos a primeros de septiembre, un tiempo de especial significación para las familias en relación al programa formativo que sus hijos van a llevar adelante en los próximos meses, y teniendo en cuenta que la gran mayoría de los niños estarán en las escuelas estatales, me gustaría llamar la atención de los padres sobre algunas cuestiones que considero a tener muy en cuenta.

Pero, antes de nada, debo advertir de la necesidad de proteger a los niños más pequeños de las guarderías y escuelas infantiles. Es difícil sustraerse al peso de la mayoría (el porcentaje en España de educación preescolar es prácticamente de un cien por cien. El Estado pretende separar a los niños de sus familias cuanto antes), pero es preciso evitar esta escolarización prematura, que produce un forzamiento de los procesos naturales cognitivos, de socialización…, resultando lo peor el alejamiento de la madre, que es a estas edades la verdadera madraza. En su contacto, en su voz, en su mirada reside el cimiento de la construcción de la personalidad que hará del niño un ser completo.

A la llegada de la edad escolar, siguen siendo los padres el primer factor educativo del niño. Y es muy importante ser conscientes de la disparidad existente entre el objetivo final de este sistema educativo, condicionado completamente por la tendencia mercantilista en todos los niveles de la enseñanza (básicamente integración en la masa consumidora y producir, para los más “privilegiados”, grandes emprendedores), y el objetivo de la educación de los musulmanes: hombres y mujeres creyentes, sanos, fuertes y cultos, cultivados en las más altas cualidades de la nobleza. El punto de partida, por tanto, es que “no somos todos iguales”; la diferencia determinante está en que los creyentes reconocen a Su Señor, mientras que los kuffar niegan a Al-lah: Lákum dínukum wa liiadín, ‘Vosotros tenéis vuestro din y yo tengo mi din’.

Todo comienza en la casa, desde pequeñitos, siguiendo la ‘sunna’ de nuestro amado Mensajero, SAWS, con generosidad, misericordia, flexibilidad; adaptándonos a sus necesidades, en una continua y paciente labor de perfeccionamiento

No podemos soslayar que este país ha llegado en junio de este año al porcentaje de deuda más elevado desde hace más de un siglo, el 100,90 % del PIB, uno de los mayores del mundo. En otras palabras, cada niño nace en España con la carga de una deuda de 23 800 €. ¿Cómo pretender, entonces, que emerja lo natural en el niño viviendo en un mundo atenazado por esta usura? A menos que estemos en el proceso de cambiar esta situación, tanto personalmente como a nivel social, no podemos pensar que estemos educando. Por esto, considero mucho más relevante, por poner sólo un ejemplo, la lucha contra la asignatura de Educación Financiera en las escuelas que conseguir unas clases de Religión Islámica. Porque de qué sirve “aprender” escolásticamente una creencia religiosa dentro de un sistema fundamentado en un principio contra natura, que está inculcando en los más jóvenes la mentalidad psicótica de la usura. Y es psicótica porque les obliga a creer y aceptar algo que su naturaleza primordial rechaza naturalmente. Y no es posible separar todos estos elementos, a menos que no nos importe estar dirigiéndonos directamente a la locura. La Revelación de Al-lah contiene un mandato moral de comportamiento correcto que se manifiesta en el cumplimiento de la protección de las mujeres y de los niños, y muy especialmente en lo referente a la cuestión económica; por lo que es necesario afrontar esta contradicción, porque el Tawhid no se puede convertir en un mera cuestión intelectual, una especie de filosofía, cuando es todo lo contrario, la manifestación vital en cómo nos relacionamos con el mundo de la afirmación de la Unidad de Al-lah.

Nuestra tradición de enseñanza está basada en que un verdadero Tawhid ha de reflejarse en el comportamiento. Los niños han de crecer en la práctica de la preferencia, estar pendientes de lo que los demás necesitan antes que de ellos mismos. Asimismo, han de aprender a esperar, a tener paciencia y, también, que todo aprendizaje requiere de un tiempo, de un esfuerzo; no es instantáneo, como ocurre en los medios tecnológicos. Y todo esto comienza en la casa, desde pequeñitos, siguiendo la sunna de nuestro amado Mensajero, saws, con generosidad, misericordia, flexibilidad; adaptándonos a sus necesidades, en una continua y paciente labor de perfeccionamiento.

Se trata de la manera de estar en el mundo. No es algo racional. Es una cuestión de cómo experimentamos la existencia, la vida. Los niños han de salir al campo, recorrer los caminos, subir los montes, trepar a los árboles; han de conocer los procesos de la tierra, de la atmósfera, de las estaciones…, y han de reconocerlo en las descripciones del Corán; han de conocer acerca de la crianza de los animales, del crecimiento de las plantas… y cómo llegan hasta nosotros para nuestro alimento y abrigo, cómo han estado llegando hasta nosotros desde hace tantos años, debido a la misericordia de nuestro Creador, Al Qayum, el Sustentador; y aprender los nombres de los árboles, de las plantas y animales de la zona en la que viven, porque este arraigo sólo puede ser realizado enteramente con el lenguaje integrado en este continuo proceso de descubrimiento.

El respeto por la creación, por todas las cosas del mundo, por la limpieza del aire, del mar… está basado en asumir el ser califas de Al-lah en la Tierra, en el reconocimiento de que la soberanía pertenece a Al-lah; no en el racionalismo ni en el análisis crítico, con la exploración-explotación del mundo como si fuera tuyo y pudieras hacer con él lo que quisieras.

Hemos de fomentar este contacto profundo con la naturaleza, y también favorecer el silencio, incluso el aburrimiento (que es la causa para ellos de tantos descubrimientos); concederles tiempo para la contemplación, para el asombro y la admiración, que son la base del deseo de aprender y de imitar, y que en tantas ocasiones es cercenada en la escuela de hoy. Tiempo, calma, y no compulsión, para acercarse poco a poco a los libros, que les ayudarán a objetivar, a ser capaces de ponerse en el lugar de otros, a incrementar su anhelo por conocer el mundo. Y, sobre todo, no cargarles con una infinidad de actividades extraescolares; mejor, pocas y que puedan ser bien “digeridas”. Lo verdaderamente educativo no es la cantidad de estímulos, sino la calidad de la relación humana.

Y algo muy importante, si asisten a clases de recitación de Corán, éstas no pueden ser, de ninguna forma, percibidas como una especie de actividad extraescolar más, sino que han de ser experimentadas como algo muy especial, con el mayor adab, alentadas con ternura desde la casa, y con significado, para que puedan encontrar respuestas de unidad y entendimiento a todo lo que están viviendo y se les está transmitiendo de forma dispar desde la casa, y con suerte desde el ámbito de la comunidad musulmana en la que su familia esté integrada, por un lado, y desde la escuela, la televisión (e internet) y la calle, por otro.

Sólo apuntaré, para finalizar, que es preciso recuperar la conversación a la hora de la comida, desechando siempre que sea posible los comedores escolares, porque en este tiempo de diálogo ligero en familia se produce una auténtica transmisión; que hemos de recordarnos en todo momento la relevancia decisiva de la buena compañía; y, por último, que es vital estar atentos a la cuestión de una buena identificación sexual, en un momento en el que, especialmente dentro de las escuelas estatales y a través de los medios, están sufriendo un auténtico adoctrinamiento dirigido a admitir una multiplicidad de géneros, en lugar de los naturales hombre y mujer, en un intento premeditado de confundir y de impedir la adquisición de una identidad clara. Nuestra enseñanza es que la separación trae la unión; de modo que hemos de ofrecerles actividades diferenciadas, preparadas con exquisitez y la mayor cortesía, para que puedan desarrollar las mejores cualidades de una masculinidad y una femineidad liberadoras y colaboradoras.

Sólo necesitan hombres y mujeres que estén trabajando por transformarse a sí mismos, ejemplos dignos de imitar; que hayan comprendido que no podrán conseguir su propia transformación si no están luchando al mismo tiempo por la de sus hijos. Los kuffar no saben cómo hacerlo, desconocen cómo funciona la existencia, y la temen; nuestros niños, como esos a los que hace referencia Goethe en su cita a principios del siglo XIX, llevarán consigo durante toda su vida el mejor equipaje: la seguridad y la confianza en su Creador… “Y necesitarán de poca cosa más”.

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