Aljamiado: el español islámico

SAMARKANDI, ABULLEITS NAZR BEN MOH. BEN IBRAHIM. Libro de Sarmakandí. Aljamiado y encuadernación de Grimaud (digitalizado en BDH)
SAMARKANDI, ABULLEITS NAZR BEN MOH. BEN IBRAHIM. Libro de Sarmakandí. Aljamiado y encuadernación de Grimaud (digitalizado en BDH)

La Península Ibérica constituye un territorio riquísimo para el estudio de las lenguas, con multitud de idiomas, dialectos y variedades y contando además con importantes singularidades históricas. El aljamiado, o aljamía, es una de ellas.

El aljamiado es, sensu stricto, la escritura en caracteres árabes del idioma romance, es decir, de alguno de los derivados del latín que se hablaban en la Península Ibérica de aquella época (hemos de tener en cuenta que nos situamos en un extenso marco cronológico que abarca desde el siglo X hasta la expulsión de los moriscos en 1609).

Este proceso de escribir el castellano, el catalán, el portugués, el inapropiadamente llamado mozárabe o incluso el judeoespañol mediante el alifato árabe, no constituye, en medida alguna, un casus unicum. Se trata, ni más ni menos, que de una reacción; primero de los mudéjares, pero especialmente de los moriscos (que son quienes, a partir del siglo XV, potencian el uso de la aljamía), acentuada por la situación de persecución y clandestinidad en que hubieron de vivir su Din, por tratar de mantener sus rasgos culturales islámicos a través del sistema de escritura del Corán (un caso similar al del afrikaans) o, antes de ello, de la escritura habitual de la lengua romance en el alifato en el marco de un estado musulmán (como en el persa o el urdu).

En cualquier caso, cabe hablar de un aljamiado anterior y posterior a la pragmática de conversión forzosa de 1502, aunque, como siempre en la historia, no se trata de una línea tajante, sino bastante difuminada.

En efecto, el aljamiado andalusí pone de manifiesto que la situación idiomática era la de una pluralidad lingüística: por un lado, el árabe coránico se mantenía como lengua de cultura y referencia (en un caso similar al del latín en los reinos cristianos); por otro, un árabe dialectal andalusí y la lengua romance se empleaban como idioma cotidiano, con un bilingüismo entre ambos para la mayoría de la población.

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Así, a partir del siglo XI, se da un afamado ejemplo literario de esta aculturación lingüística, con la producción de las moaxajas, un tipo de composición en verso creado por un andalusí, Muhammad Ibn Mahmud al Qabri (apodado el «ciego de Cabra»). Las moaxajas se componen en árabe clásico, pero se rematan con una jarcha en árabe dialectal o en lengua romance andalusí.

La importancia de estos textos literarios árabo-andalusíes es crucial: demuestran que, entre la población musulmana andalusí, se hablaba corrientemente un idioma romance, diferente del castellano, cuya tradicional denominación de «mozárabe» no responde sino a un intento de falsear la historia y atribuir a la base de la población hispanomusulmana una condición de invasor foráneo árabo-bereber. En efecto, hemos de reafirmar el hecho de que los andalusíes, en su condición de autóctonos hispanos al mismo nivel que castellanos, leoneses, portugueses o catalano-aragoneses (o incluso en mayor grado, ya que el sustrato poblacional de origen andalusí era hispano, frente al origen franco y gótico de los habitantes de los reinos cristianos), hablaban una lengua derivada del latín que, por tanto, debería ser denominada como romance andalusí, y que se escribía mediante caracteres árabes.

Tras la conversión forzosa de los mudéjares y la aparición del fenómeno morisco, el aljamiado cobra, como ya hemos reseñado, importancia como símbolo cultural, como mantenimiento de la escritura del Corán, para una población musulmana en la clandestinidad que, fruto de las prohibiciones, había olvidado el árabe salvo en algunos núcleos muy reducidos. Son textos, por tanto, compuestos o traducidos en castellano o en catalán. En general, muestran un habla un tanto arcaica y, sobre todo, el empleo de un gran número de arabismos frente a vocablos romances (por ejemplo, se prefiere almalikes frente a ángeles) y de abreviaciones para fórmulas comunes (por ejemplo, s’w en lugar de salla Allahu ‘alaihi wa sallam), de un modo similar a como ocurre en los textos sobre Islam que se producen en Castellano o en otra lengua no árabe en la actualidad.

En resumidas cuentas, el aljamiado, tanto el del idioma romance andalusí como el del castellano morisco, constituyen una ventana más, y primordial en tanto en cuanto fuente escrita, que nos permite asomarnos a una realidad: la población musulmana andalusí no estaba constituida en su inmensa mayoría, ni mucho menos, por árabes y beréberes invasores. Muy al contrario, la base poblacional estuvo constituida por autóctonos ibéricos, hispanomusulmanes, que aceptaron el islam y que vivieron practicando su Din, primero libremente en los distintos reinos de Al-Ándalus y luego de forma más o menos abierta o clandestina en las coronas de Portugal, Castilla y Aragón.

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