Tierra de gigantes, tumba de imperios

Talibanes toman el control del palacio presidencial afgano en Kabul tras la huida del presidente afgano Ashraf Ghani.

Después de veinte años, Afganistán confirma su condición de cementerio de imperios. Imperio británico en 1881, imperio soviético en 1989 e imperio americano en 2021, pues, si bien el retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán no indica el fin inminente del imperio americano, sí es un indicio más acerca de su declive cada vez más evidente. Dentro de ese declive puede que le veamos todavía emprendiendo acciones arriesgadas, como un intento final de atajar con las armas la gran ventaja que ha logrado China en el control del comercio mundial, que antes la potencia americana manejaba en un 95% y que en la actualidad ha sido desplazada al cinco por ciento restante que antes no controlaba, una inversión en toda regla, que las armas difícilmente podrán revertir.

De todos modos, es importante manejar un análisis en dos niveles, puesto que sería de una extrema ingenuidad seguir sosteniendo todavía que los asuntos geopolíticos se tratan sólo de intereses de ciertos países o estados, llámense Estados Unidos, Rusia o China.

Para ello hemos de tener en cuenta la política de medios, que han devenido de medios de información en medios performativos, definición que podemos manejar en su doble vertiente, de performance, en su sentido de espectáculo, y también en el sentido de dar forma, ¿a qué?, pues a la forma de ver las cosas de quienes supuestamente están siendo in-formados. Respecto a eso, Rafael Correa, el ex presidente de Ecuador, hacía una distinción diciendo que los medios son dueños de la opinión publicada y no de la opinión pública. Aunque dicha distinción se ha hecho problemática, a partir de la monopolización de los medios por unos pocos conglomerados financieros como BlackRock, lo que explica la hegemónica narrativa en este último año y medio acerca de una pretendida emergencia sanitaria (y conste que emergencia también significa y apunta a algo que -junto con la cuestión sanitaria- emerge)

En ese sentido, veamos. Según lo que manejan distintas fuentes, la invasión a Afganistán tuvo un coste de 2, 2 trillones de dólares (2.2 millones de millones de dólares), de los cuales, un trillón benefició al complejo industrial militar y 700 mil millones, casi otro trillón, se fue sólo en concepto de intereses en los préstamos otorgados para librar la guerra. Si un trillón de dólares corresponde sólo a intereses, resulta difícil siquiera imaginar los montos totales de la deuda.

Entonces entendemos que esta guerra no sólo ha sido en contra de la población afgana sino también contra la potencia misma que la llevó a cabo, en el sentido de lo que decía el economista y sociólogo Giovanni Arrighi, que una potencia surge por el comercio, pero se hunde cuando la economía financiera sobrepasa la economía productiva. Consecuentemente con eso, Trump pactó hace año y medio el retiro de tropas de Afganistán que hoy se está llevando a cabo. Recordemos que la crisis subprime de 2008 implicó el rescate de los mismos bancos que habían producido la crisis, con inyecciones de una cantidad estimada por lo bajo en 17 trillones de dólares (17 millones de millones) Lo que significa que varios de los eventos cruciales en el mundo se vienen dando en las últimas décadas a golpe de banca, incluida la llamada crisis del corona, en la que por concepto de vacunas (otra vez se trata de inyecciones) más las remesas de bonos y subsidios a las economías torpedeadas por los confinamientos, se barajan cifras que pueden ser con toda probabilidad incluso mayores.

Respecto al interesante enfoque de Arrighi, cabe la pregunta de hasta qué punto en este declive del imperio americano, previamente a su hundimiento, el capital financiero -“fondos de inversión” o, como apropiadamente fueron llamados en la crisis de deuda argentina, los fondos buitres-, han comenzado a saltar, han saltado o lograrán saltar sobre China. Es algo que también se verá.

El caso es que los medios de comunicación, a la vez que nos han presentado el retiro de las tropas americanas de Afganistán, han comenzado a ponernos en guardia respecto a las posibles amenazas de los talibanes y su maltrato a las mujeres. No obstante, las imágenes de la toma de Kabul llaman la atención por una tranquilidad y una normalidad de las que las capitales de occidente últimamente carecen, por distintas razones, como las impresionantes manifestaciones contra los confinamientos y la vacunación forzada en Europa y Australia, o la tensión sostenida entre republicanos y demócratas, que en Estados Unidos pueden darnos aún unas cuantas sorpresas.

En cuanto a la cínica retórica de guerra contra el terror con la que comenzó esta última invasión americana el 2001 y los estúpidos lemas de “bombardear las mentes y los corazones de los afganos” buscando su adhesión al modelo que buscaban imponerles -pero que se concretaban en acciones criminales y grotescas como el bombardeo de bodas y la matanza de mujeres y niños-, no vale la pena excepto recordar que eran proferidas por exdirectivos de empresas contratadas para la implementación de una guerra que estaba en agenda antes del supuesto ataque a las torres gemelas, y que dichas expresiones son apenas más cínicas que la repentina preocupación de los progres occidentales por las mujeres afganas, convenientemente gatillada por los medios.

El punto es que esta nueva narrativa acerca de la “amenaza talibán” pretende encubrir un hecho tan contundente y significativo como es la expulsión en veinte años de la ocupación americana de la tierra de los gigantes (porque eso significa Afganistán), a través de una resistencia sostenida por grupos armados apenas con fusiles kalashnikov, contra un ejército que cuenta con un aplastante arsenal de armamentos sofisticados, primicias tecnológicas, y apoyo de la OTAN.

Eso, que de por sí sería una razón para celebrar la valentía de nuestros hermanos afganos, que enfrentaron, por tercera vez en algo más de un siglo, la invasión de una potencia extranjera, con un costo esta última vez, de medio millón de vidas, se quiere revertir por parte de dicha narrativa en una nueva ocasión trampa para que los musulmanes entren en un discurso reactivo intentando justificar o explicar lo que no somos, por lo que, si en estos últimos veinte años hemos aprendido algo, en lugar de pedir disculpas por lo que no somos, además de mostrar con nuestras acciones lo que sí somos, deberíamos enseñar a la gente a VER lo que en esto y en tantas otras cosas intentan ocultarnos, lo que, como se trata de una práctica constante y descarada, deviene en algo relativamente fácil, que no requiere gran esfuerzo ni ansiedad, sólo el conocimiento de cuáles son los puntos críticos del discurso para aplicar el lenguaje en una forma contundente,  clara y concisa.

En ese sentido, los medios se muestran como las plañideras de los poderes fácticos mundiales, sus dueños, de manera que indirectamente dejan entrever lo que ellos temen, un territorio liberado y de momento no controlado por ellos, en el que al retirarse, los americanos han dejado un contundente arsenal (armas, helicópteros, tanques, aviones, etc.) con el que ingenuamente pretendieron dejar instalado un gobierno que respondería a los intereses occidentales del capital (la famosa democracia liberal), a través de unas “fuerzas nacionales afganas” por ellos armadas y entrenadas, de unos 360 mil hombres, de los cuales la mayoría se pasó al bando de quienes combatían la ocupación en cuanto el grueso de las tropas americanas fueron desalojadas; a excepción de unos pocos que, como es lógico, intentan desesperadamente abandonar el territorio una vez que sus protectores se han ido.

Se confirma una vez más que Al-lah hace avanzar Su din por medio de sus enemigos, y también en esto, y en otras cosas que están pasando actualmente en el mundo, lo que Dice Al-lah, Enaltecido Sea, en Su Libro: “Cada vez que enciendan un fuego para la guerra, Al-lah lo apagará. Se afanan por corromper en la tierra, pero Al-lah no ama a los corruptores.” (Corán 5:64)

Por supuesto, sabemos que ahora los afganos tienen el desafío de mantener la unidad, el orden y un comportamiento que proteja a su población y no produzca fisuras, por lo que nuestro du´a en ese sentido es también para ellos como lo es para nosotros, pues Al-lah es Suficiente como Protector y ¡qué Excelente Guardián es!

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