Hay un proyecto inspirador, una propuesta, de organizar un supermercado cooperativo en la periferia de Madrid, en un barrio que, curiosamente, se llama Almenara. La idea surge de un grupo, pequeño en un comienzo, de jóvenes vinculados a los movimientos sociales alternativos. El origen está en una experiencia, exitosa, que comenzó en los años 70 en Nueva York, donde unos hippies, seguro que alguno lo fue, montaron bajo un metro de NY una empresa comunitaria para autogestionar una cooperativa y proveerse de productos alimenticios sanos, de calidad y ecológicos (en su mayoría): el supermercado cooperativo Park Slope Food Coop que, contando con 17 000 socios activos, movió en compraventas un capital cercano a los treinta y nueve millones de dólares. Sí, has leído bien, 39 millones de dólares. Llevan casi 50 años de proyecto exitoso, ante un significativo muro de silencio en los medios de comunicación (que evidencia, que, algo así, al sistema capitalista basado en el lucro individualista y la usura, le puede hacer daño).
En 2016, el proyecto cruza el charco y es emulado en París, en un supermercado cooperativo de nombre «La Loba». En 3 años, tienen seis mil socios concienciados, que dedican tres horas de trabajo, voluntario y gratuito, en el supermercado (algo relativamente parecido a un economato, en realidad) una vez al mes. La idea es que los socios son propietarios y como tal trabajan en su propia empresa, eliminando, a su vez, el mayor gasto que existe en los supermercados, que son los sueldos (de los trabajadores asalariados).
El beneficio económico, en vez de distribuirse a los accionistas propietarios en forma de dividendos, se reinvierte en la cooperativa para abaratar el coste de los productos y obtener mejores precios de los productores, beneficiando a los socios; siempre intentando conseguir un estándar suficiente, de calidad ecológica y pagando precios justos por los productos a los productores.
La idea es tan buena que duele. Duele que no se haya hecho antes. Saldrá adelante, si Allah quiere; al tiempo. El 14 de septiembre de 2019 se celebró en Madrid la segunda asamblea de cooperativistas implicados en el proyecto en un ambiente distendido (ya van por la sexta asamblea).
Es algo que, por su propia naturaleza, supera las cortas expectativas de una cooperativa de autoconsumo ecológico de barrio, de las que felizmente crecen como gramíneas por todo el país, de estas que proliferan por aquí y por allá. Es como combatir a las grandes multinacionales, a las superficies de distribución (extranjeras en su mayoría), monopolistas, y al Corte Inglés, con sus mismas armas. Y cumpliendo escrupulosamente con la legalidad vigente. No es una barricada antisistema. Es un modelo de negocio, sostenible, comunitario y cooperativo. Nada más inspirador ha venido de ese sector de la sociedad en los años que preceden. Ojalá tengan éxito. Ojalá cunda el ejemplo y se extienda la experiencia.
Evidentemente, algo así no acabará con el sistema capitalista, ni es algo perfecto, incluso puede ser criticado, pero siempre será menos malo que comprar en los templos del consumo, que pertenecen, en muchos casos, por accionariado, si obtienes la información, a los amos de la usura en el mundo.
Si te gusta Biocultura, te gustará. Hacerse socio cuesta cien euros, y la información se obtiene en www.cooperativalaosa.com