Una bóveda plomiza, hecha de nubes de tristeza y ceniza, amenazaba la ciudad. Los rayos del sol estivales pugnaban por atravesar el manto de las nubes, que mantenían la urbe bajo las luces y las sombras. Las calles parecían más grises de lo habitual, y los canales más sombríos. Las fachadas con sus ornamentos se ofrecían apagadas. Las aguas, normalmente alegres, eran de un turquesa grisáceo. Las lanchas surcaban los canales torpemente, y la belleza de los puentes se veía mermada. El calor molestaba a los viandantes; los turistas caminaban aturdidos. El bochorno veraniego me sumía a mí también en el letargo. Yo paseaba al borde de una calle que daba a uno de los grandes canales rumbo a la plaza San Marco, emblema de Venecia. En mi mano llevaba una botella de refresco. Un turista que descansaba sentado en un banco me miró. Durante unos instantes, su mirada me siguió con curioso interés. Sin darle mucha importancia, proseguí mi camino y di un trago a mi bebida. Entonces, en un impulso automático, rápido y preciso, el hombre buscó su botella de Coca Cola, la destapó y la empinó contra sus labios. Fue un acto reflejo, un efecto de acción-reacción instantáneo.
Este suceso, en apariencia insignificante, me dio que pensar, y durante lo que quedaba de viaje, me llevó a observar cómo con cierta frecuencia, en diferentes sitios, alguien hacía algo donde otros podían verlo, y acto seguido, otros le imitaban. Es bien conocido: lo que uno hace, otros lo ven y lo copian.
Los gestos, las maneras y la forma de hablar de una persona los modelan, en parte, los de aquellos que le rodean. El carácter se ve influenciado por la compañía. La observación repetitiva de una acción ajena conduce a imitarla. Pero no es sólo la compañía; hoy día, desde los medios de comunicación y la cultura, nos bombardean con imágenes y datos de personas ajenas a nuestras vidas. Son ajenas de manera directa, pero no tan lejanas de manera virtual.
La gente se ve influenciada por las celebridades. Son la referencia porque en la sociedad actual se considera que han tenido “éxito”, porque ostentan los atributos que se consideran valiosos y porque la prensa nos informa de los detalles de su vida privada.
Algunos días después del suceso, estando en Parma, observé la manera de vestir de los jóvenes. Parecía que solo tuviesen un canon de estilo, pues todos imitaban inconfundiblemente al mismo: Justin Bieber.
Los modelos, los futbolistas, los actores, los cantantes, ellos son los modelos.
No se puede concebir que una persona no tenga un ideal que le inspire o le guíe; una persona que reúna los tres aspectos mencionados: el éxito, buenas cualidades y de cuya vida personal se tenga información.
En la antigua ciudad de Medina Al-Munawara, un día le preguntaron a Umar Ibn al Jattab por qué besaba la Piedra Negra. Él respondió: “Eres una piedra que ni daña ni beneficia, y por Al-lah, si no fuese porque he visto al mensajero de Al-lah besarte, no te besaría”.
La forma de vivir del Islam sigue ante todo el ejemplo del Profeta.
Al-lah dice en la Azora de los Coaligados: “Ciertamente, para vosotros habrá siempre en el Mensajero de Al-lah un hermoso modelo, para quien tenga esperanza en Al-lah y en el Último Día y recuerde a Al-lah mucho”.
Su carácter y su manera de actuar están siempre vivos, gracias a que los musulmanes le imitan; especialmente los que lo reciben por transmisión directa, en una larga cadena de hombres que les une con el Profeta.