La visita institucional del presidente heleno, Alexis Tsipras, al Kremlin de esta misma semana se ha convertido en el objetivo de todos los focos. Son muchas las razones por las que dicha visita trasciende mucho más de lo que sería un simple encuentro bilateral entre países. Entre las más importantes están los propios protagonistas y el momento en que esta visita tiene lugar. Alexis Tsipras y Vladímir Putin se han convertido en dos de los más incómodos adversarios a las políticas europeas. En el caso de Rusia motivadas principalmente por el inicio del conflicto ucraniano, donde ante una población dividida la UE tomó parte apoyando a los proeuropeos, y la reacción ante la posterior anexión de Crimea en marzo de 2014. En el caso de Grecia, la imposición de un estricto modelo de austeridad por parte de las instituciones europeas como única solución para un país sumido en una grave crisis de deuda.
Pero además está el momento y el contexto en que se produce esta visita. Así, mientras que la actual relación UE-Rusia está marcada por las sanciones europeas a Rusia y el boicot ruso a las importaciones de ciertos productos europeos, la relación UE-Grecia lo está por la falta de confianza política y económica por parte de la UE en el nuevo gobierno griego (a punto de vencer el plazo para la devolución del pago de 450 millones de euros al FMI) y por la petición que esta misma semana el gobierno griego lanza a Alemania por la invasión nazi al país en la II Guerra Mundial, cifrada en unos 279.000 millones de euros.
Los analistas internacionales creen que la reunión entre Tsipras y Putin se asemejará a una partida de estrategia dentro de un tablero pequeño. Rusia sabe que Grecia, como país miembro de la UE, tiene una limitada capacidad de actuación y decisión. Por esta razón, Rusia no ofrecerá a Grecia ninguna financiación directa, aunque sí podría plantearle ciertos descuentos (en el precio del gas), estrategias comerciales (participación directa en el gasoducto “Corriente turca”), además de ventajas comparativas (permitiendo la venta de productos agrícolas mediante la creación de empresas mixtas entre ambos países). Grecia, por su parte, podría ofrecer a Rusia un acceso libre en sus principales salidas portuarias (Atenas y Salónica), además de ejercer presión en Europa para pedir el fin de las sanciones a Rusia.
Más allá de cuáles sean los puntos que finalmente sean acordados en esta reunión, algunos políticos europeos han empezado a mostrar cierto resentimiento al acercamiento entre ambos países. De hecho, los más pesimistas hablan abiertamente de la posibilidad de una ruptura dentro de la UE. Existen ya ciertos aspectos simbólicos que dan la razón a éstos. Entre ellos la buena sintonía existente entre ambos países, patente en el hecho de que la primera visita institucional al recién elegido presidente Tsipras fuera la del embajador ruso, o que el mismo presidente heleno haya decidido adelantar su visita a Moscú unas cuatro semanas respecto a la fecha inicialmente prevista.
Fuente: El subjetivo – José Balsa Barreiro