Los días 9, 10 y 11 de mayo se celebraron en Sevilla las segundas jornadas “Encuentros de Monedas Locales” con la asistencia de participantes de variada procedencia. Asistieron representantes de casi todas las monedas locales de ámbito nacional, como la jara, de Sevilla; la russafa, de Valencia, la mora, de Madrid; también el puma, de Sevilla, que ha ejercido este año como anfitriona y organizadora del encuentro. Además de las monedas españolas mencionadas, y muchas otras que no hemos dicho, asistieron representantes de monedas internacionales como el bristol pound, de la ciudad de Bristol, en el Reino Unido, o el sol violeta de Toulouse, Francia. El año pasado se celebraron las primeras jornadas en Vilanova i la Geltrú, en Barcelona, sede de la moneda local turuta, y cuyos representantes estaban también este año en Sevilla.
Las jornadas se han celebrado acogidas por la asociación de la casa-palacio del Pumarejo, en el barrio del Pumarejo, situado en el casco antiguo norte de Sevilla. La casa-palacio del Pumarejo es un edificio emblemático de la lucha vecinal por tener voz y decisión en su ámbito local y oponerse a los dictámenes del capital que quería convertir el edificio, aún habitado por vecinos de toda la vida, en un hotel de lujo. Este significativo escenario es quizás también un símil del punto más importante a destacar sobre los beneficios de las monedas locales. Y es que, al hablar de monedas locales y hacernos la pregunta de si son una alternativa viable al sistema financiero, nos encontramos con una serie de pros y contras que nos llevan a una conclusión final, y que podemos adelantar: las monedas locales no son una alternativa al sistema financiero y tampoco sirven para adquirir libertad económica, pero sí son grandes estímulos para mejorar la economía local, desglobalizar la riqueza y crear comunidad local en torno a un proyecto común.
Son un estímulo para el comercio local por la naturaleza localizada de los proyectos y que obligan a los usuarios a circular la riqueza en la comunidad, generalmente pertenecientes a un mismo núcleo urbano. Estos proyectos también suelen potenciar el consumo de cercanía y ecológico y son, en casi todos los casos, un buen motor para desarrollar las relaciones locales y crear comunidad en torno a un proyecto común que beneficia a todos. Algunas de sus premisas son perseguir la desglobalización de la economía y el “decrecimiento” y muchos surgen en torno a iniciativas de “ciudades en transición”, otros, en cambio, surgen de la voluntad de los vecinos.
Esa misma naturaleza local es uno de sus puntos en contra, además de otros que expondremos a continuación. La localización de estas monedas o alternativas impide, aunque en muchos casos se estén estudiando formas de cooperación e intercambio, que los individuos puedan prescindir de otras monedas nacionales, puesto que en el momento en el que se quieren desplazar su moneda local ya no es válida. De ahí uno de los nombres de estas iniciativas “monedas complementarias”, ya que no pretenden sustituir a las monedas nacionales, es más, algunas de ellas, como el bristol pound inglés o el sol violeta de Toulouse, están respaldadas por moneda nacional.
Existen generalmente tres tipos de monedas alternativas: la que utiliza una unidad de medida como base para el trueque indirecto y que funciona a través de cartilla, la que se imprime y está respaldada por moneda nacional y la virtual. Nos centraremos en las dos primeras, puesto que la tercera, la virtual, o es un sistema de trueque indirecto igual que el anterior pero digitalizado, o es de una naturaleza completamente diferente, como son el bitcoin y el freicoin, y en este caso sería más conveniente explicarlas en un artículo aparte.
El sistema de trueque indirecto funciona, en casi todos los casos, a través de una cartilla en la que se escriben las transacciones hechas en la unidad de medida elegida, y que, en general, tiene la equivalencia de un euro, algo que se hace para facilitar la puesta de precio de las cosas. Los principales inconvenientes de este sistema son que la cartilla, para que lo entendamos, funciona como una tarjeta de débito con la posibilidad de obtener un pequeño crédito. Es decir, cuando tenemos saldo en positivo podemos usarlo para pagar y cuando no tenemos, disponemos de una cantidad sobre la que endeudarnos que después hemos de devolver a la comunidad. Esto significa que todas nuestras transacciones han de estar registradas y a disposición de todos a través de internet, y que tenemos que validar la cartilla pasado un tiempo con el sistema que administra la moneda. A esto se suma que cualquier cantidad que tengamos en esta medida, si la comunidad o la organización tienen cualquier problema, nos encontramos que no vale nada, puesto que es muy difícil, por no decir imposible, que el sistema funcione sin esta administración/organización.
El otro problema indirecto es la “personalización” del dinero; esto quiere decir que no somos libres de hacer lo que queramos con nuestro dinero y que todos nuestros movimientos están controlados. Esto, en una organización que está basada en la confianza que sus miembros depositan en la misma y en los demás, es un hándicap.
Los sistemas locales de monedas respaldadas por moneda de curso legal, además de sumarse a los problemas anteriores, aunque no tengan cartilla física muchos tienen una virtual, tienen otros relacionados con su naturaleza de papel moneda. Estos son los mismos que cualquier moneda de curso legal, están potencialmente sujetos a inflación, control de la emisión, monopolización, etc., puesto que es una moneda de papel sin valor real respaldada por la moneda de curso legal en su país. Se diría que son aún más volátiles que las monedas de curso legal puesto que estas están al menos respaldas por el país emisor y en cambio las otras no.
A esto hay que añadirle que todas estas monedas influyen indirectamente en la inflación general, es decir, cuantos más usuarios haya de las mismas menos habrá de, por poner un ejemplo, euros, por lo que habrá más euros en circulación y por tanto el valor de estos caerá. Este problema sería aceptable si fuese temporal y estas monedas quisieran ser una posibilidad real de sustituir al euro, pero como no lo son, es un problema permanente.
Por lo tanto y en conclusión, aunque este no sea un estudio en detalle de los pros y contras de las monedas locales, complementarias o alternativas, se puede deducir que estas, aunque son buenas para promover el comercio local y la circulación de la riqueza en la comunidad no son una alternativa real al sistema financiero ni ofrecen libertad del mismo, ni la posibilidad de adquirir la libertad económica del individuo.