El plástico es realmente omnipresente. Está en los envases de los alimentos, en los materiales de construcción de los aviones y los coches, en los cascos de las bicicletas. Pero, desde que existen los plásticos, siempre se ha planteado la cuestión de qué hacer con ellos una vez utilizados. Una pregunta a la que han tratado de dar respuesta un buen número de horripilantes figuras del reciclaje, en las campañas de marketing.
Y hemos producido más plástico de lo que que todas esas mascotas pueden reciclar. Desde la introducción del plástico, la producción se ha disparado hasta los 380 millones de toneladas en 2015. De hecho, la mitad de todos los plásticos de la historia se han producido desde 2005. Y, a pesar de todo el bombo que se le da al reciclaje, se recicla mucho menos plástico de lo que se piensa: menos del 9 % de todos los plásticos que se han fabricado. La gran mayoría acaba en los vertederos o en el medio ambiente. Pero antes de que empiece a culparse a sí mismo, o a sus vecinos, por no clasificar su basura y separar los artículos, piense que, en realidad, no es tan sencillo .
Las cosas que todos compramos rutinariamente en el supermercado, asumiendo, comprensiblemente, que serán recicladas, en muchos casos no lo son. Y eso a pesar de la impresión que hayan podido suscitar en nosotros las campañas de reciclaje.
El hecho es que una gran cantidad del plástico que nos rodea no se recicla porque no es realmente reciclable. Y eso significa que acaba en los vertederos, o quemado, o en el océano, donde se descompone en microplásticos, es comido por los peces y puede acabar dentro de nosotros.
Afirma el profesor Ronald Geyer, de la University of California Santa Barbara:
El plástico en el océano tiende a descomponerse en trozos cada vez más pequeños. Y estos trozos diminutos son absorbidos por la cadena alimentaria. Así que sabemos que acaba en nuestros platos. Hay plástico en los alimentos, plástico en la sal marina y hay plástico que sale del grifo.
Un estudio reciente incluso estimó que una persona promedio, a nivel mundial, podría estar ingiriendo alrededor de una tarjeta de crédito semanalmente.
Entonces, ¿cómo es que toneladas de plástico que suponemos que se reciclan, a veces, terminan dentro de nosotros? Pues de eso trata esta historia. Trata de por qué se recicla tan poco plástico, del daño que puede causar y de cómo la industria del plástico ha conseguido convencernos a todos de que es culpa nuestra. Y empecemos con un poco de historia.
Cuando la producción de plástico empezó a crecer en los años 50, también lo hicieron los residuos de plástico. Y, por tanto, la reacción del público. En los años 60 y 70, las organizaciones ecologistas comenzaron a llamar la atención sobre todos los residuos de envases que ensuciaban el paisaje, generalmente a través de anuncios publicitarios, cuyo mensaje subyacente era: «Depende de ti, el consumidor, detener la contaminación». Y esa ha sido una línea principal en el movimiento a favor del reciclaje. Un movimiento a menudo financiado por empresas que querían transmitir el mensaje de que es tu responsabilidad ocuparte del impacto medioambiental de sus productos. Y en ninguna parte es más clara esta cooptación del ecologismo que con ese símbolo de reciclaje que encuentras en los productos de plástico que compras. El famoso símbolo del triángulo compuesto de tres flechas está en todo. Y los números que hay dentro de ellas son muy importantes, ya que representan qué tipo de plástico es:
El número uno significa PET; piensa en las botellas de agua y refrescos. El número dos es HDPE; a menudo se utiliza como envase para el detergente y el champú. Luego están el tres, el cuatro, el cinco, el seis y el número siete, el comodín, que significa «otros»; representa todo lo demás (SoCal Connected: Life in Plastic).
Bien, el número siete es básicamente el cajón de sastre para todo lo demás, de la misma manera que ese cajón en tu cocina que es un cajón de sastre para todo lo demás. Sí, hay paquetes de kétchup ahí, pero también gomas elásticas y las instrucciones de una batidora que se rompió hace un año.
Pero lo más importante es que muy pocos de esos siete tipos de plástico son comúnmente reciclables. Algunos tipos de plástico número uno y dos, como las botellas de refresco y de detergente, sí se reciclan; aunque, dependiendo del lugar en el que vivas, otros tipos, como las tarrinas de lechuga, puede que no se reciclen. Y cuando se trata de los plásticos del tres al siete, que pueden ser cosas como bolsas de plástico, vasos o bolsas, tenemos la capacidad de reciclar menos del cinco por ciento. Así que, de los siete números, solo dos son realmente buenos. Y esa es una proporción bastante mala para un grupo de siete.
Y hay varias razones por las que ciertos plásticos no se reciclan. Algunos son mezclas complejas de diferentes resinas, lo que dificulta su reciclaje. Otras veces, hay obstáculos prácticos, como que el plástico esté contaminado o sea difícil de clasificar. Y luego hay razones económicas, a veces no hay mercado para ciertos tipos de plástico. Y ahora mismo es más barato para las empresas fabricar plástico virgen que reciclarlo. Pero el caso es que, a pesar de saber que la mayoría de los plásticos no se pueden reciclar, la industria presionó a los legisladores estatales para que aprobaran leyes que obligaran a poner ese símbolo de las flechas perseguidoras en todos sus envases, independientemente de si realmente se pueden reciclar o no. Los fabricantes y algunas empresas, como Coca-Cola, también presionaron a los Gobiernos locales para que invirtieran en programas de reciclaje en las aceras, a pesar de que, a puerta cerrada, una persona de la industria reconoció, ya en 1974, que «hay serias dudas de que el reciclaje de plástico pueda llegar a ser viable sobre una base económica». Y, sinceramente, no les resultó tan difícil convencernos de que todos sus residuos son reciclables, porque tenemos muchas ganas de creerlo. Las mentiras son más fáciles de creer cuando se quiere que sean ciertas. De hecho, nuestro deseo de que las cosas se reciclen es tan fuerte que la gente que trabaja en la industria incluso tiene un término especial para ello:
Muchas cosas no son realmente reciclables, por mucho que queramos que lo sean. La gente solo quiere tirarlo todo y desearía que fuera reciclado, así que lo llamamos wishcycling, «deseoclaje». Aquí tienes un poco de wishcycling, «deseoclaje», para ti. Aquí hay un paraguas; desearía que fuera reciclable; no lo es (Broken, , 2019, Netflix).
Pero el ciclo de los deseos puede terminar haciendo un daño real. Porque, en el mejor de los casos, los artículos no reciclables pueden ser una molestia para retirarlos. Las plantas de reciclado de plásticos suelen tener que parar las máquinas para cortar y sacar todas las bolsas de plástico que la gente quiere desesperadamente pensar que pueden manejar. Y, en el peor de los casos, pueden acabar contaminando montones de plásticos que de otro modo podrían reciclarse. Así que la falsa impresión que nos han dado de que todos los plásticos que depositamos en el reciclaje se reciclan no es en absoluto el caso. Y, durante unas cuantas décadas, la mayor parte del mundo no se preocupa por ello, porque simplemente enviaba a China la mayor parte de los residuos plásticos de baja calidad que no podían utilizarse. En un momento dado, aproximadamente el 70 por ciento de los residuos de plástico del mundo iban allí, pero eso se detuvo en 2018, cuando China prohibió rotundamente la importación de la mayoría de los plásticos. Y, desde entonces, gran parte de nuestros residuos se han dejado acumular en las plantas de reciclaje nacionales sin nadie que los compre, o se han enviado a otros países de Asia, donde pueden acabar en vertederos. Sí, una gran cantidad de nuestro plástico termina depositado en los vertederos gigantes en el otro lado del mundo.
Y el problema es que esos países no tienen necesariamente la capacidad de ocuparse de sus propios residuos de plástico, por no hablar de los millones de toneladas de los nuestros, que pueden tener graves consecuencias para la salud y la seguridad de las personas que viven allí. En Malasia, algunos operativos están incinerando ilegalmente muchos residuos de plástico. Y basta con escuchar a este activista comunitario que describe cómo es vivir cerca:
La contaminación del aire es muy grave en mi pueblo. La quema causa muchos problemas de enfermedades respiratorias a nuestra gente, especialmente a nuestros niños, y a nuestros ancianos, que tienen problemas de asma de repetición, también de tos (Broken, “Recycling Sham”, 2019, Netflix).
Eso es terrible. Y tengo que decir que es imposible que los responsables de la quema de esos residuos no sepan que los humos son tóxicos. Cuando hueles plástico quemado, no piensas: «Oh, oh, qué bien huele. ¿Alguien está haciendo galletas?». Piensas: «Mi nariz se está muriendo y, con ella, mi cerebro también». Ahora, la buena noticia es: más de 180 países acordaron el año pasado poner límites estrictos a la exportación de residuos plásticos de los países más ricos a los más pobres. La mala noticia es que Estados Unidos es uno de los pocos países que no ratificó la prohibición mundial. Y es que, cuando el plástico no se quema, puede acabar en los vertederos o en el medio ambiente. En todo el mundo, más de ocho millones de toneladas acaban en nuestros océanos cada año. Es famoso incluso un remolino de basura de micro residuos plásticos en el océano Pacífico que se extiende por un área más grande que Francia, Alemania y España juntas. Y, para 2050, se prevé que el océano contenga más plásticos que peces.
Y, frustrantemente, la respuesta de la industria del plástico a todo el daño que usted ha podido conocer, ha sido hacer un gran espectáculo de pequeñas mejoras y, luego, volver a lo que siempre ha hecho, que es empujar fuertemente la idea de que, si nosotros como consumidores simplemente nos esforzamos lo suficiente, podríamos hacer que nuestro problema de plástico desaparezca, propagando esta idea con anuncios tontos como aquel en el que una botella hace un largo e inspirador viaje hasta un contenedor de reciclaje y acaba cumpliendo su sueño de convertirse en un banco. Pero diré que, al menos, allí se ha sido honesto al decir que la botella se convirtió en un banco y nada más, porque la verdad es que solo un dos por ciento de todo el plástico acaba en el llamado sistema de circuito cerrado. Ahí es donde se convierte en lo que era originalmente; es decir, una botella que se recicla y vuelve a ser una botella. En cambio, el plástico reciclado se convierte en una alfombra, en una sudadera de lana o en un banco, y, entonces, no se puede reciclar de nuevo. Y, sin embargo, a pesar de este hecho, empresas como esta división de Nestlé Waters se han esforzado en hacer anuncios indicando que, si simplemente hiciéramos nuestra parte, los plásticos podrían ponerse en reutilización continua como en este anuncio de 2012:
La naturaleza tiene un metabolismo biológico en el que los residuos de una cosa se convierten en el alimento de otra. Así que, si miro algo como una botella de plástico, no veo residuos; veo un nutriente. ¿Esto es materia prima? Así que, si esto es materia prima, la gente tiene que empezar a pensar en ello de esa manera. Podría volver como una botella. Por supuesto, solo tendremos que hacer este material virgen una vez, y el resto depende de ti. Recuperamos la botella; haremos esta botella con contenido reciclado de nuevo (Nestle Waters North America).
Bueno, esto suena increíble. Desafortunadamente, lo que la junta ejecutiva de Nestlé está sugiriendo aquí es una completa mentira, porque esta compañía no tiene que hacer plástico virgen solo una vez si simplemente devuelves tu botella. Y la razón por la que sabemos esto es porque, incluso ocho años después de que se emitiera, solo el 20 por ciento del plástico que utilizaron era reciclado, lo que significa que el 80 por ciento era de material virgen. Y lo más loco es que esta compañía tiene en realidad un mejor historial que muchas otras marcas en lo que respecta a esto. Así de mal están las cosas. Por ejemplo, Coca-Cola: las auditorías de la marca sobre los residuos de plástico recogidos en las limpiezas han revelado sistemáticamente que los productos de Coca-Cola son los primeros en contaminar el mundo, lo cual es condenatorio y probablemente la razón por la que Coca-Cola ha estado tan ansiosa por hacer promesas llamativas que todos deseamos escuchar, como: «Usaremos al menos un 50 % de material reciclado en nuestros envases para 2030». Lo cual suena muy bien. El problema es que Coca-Cola lleva décadas haciendo, e incumpliendo, este tipo de promesas.
A lo largo de los años, han lanzado repetida y ruidosamente grandes iniciativas de plástico reciclado que luego han abandonado silenciosamente sin que nadie se diera cuenta. En 2009, anunciaron planes para «obtener el 25 % de nuestro plástico PET procedente de material reciclado»; pero ya han pasado más de seis años de ese plazo y su proporción actual es de solo el 10 %. Así que, evidentemente, no me extrañaría que, para 2030, lo principal que recicle Coca-Cola sea la misma mierda que lleva haciendo desde hace años.
Y, mire, a nivel personal, sé que esto puede parecer desmoralizante, porque puede parecer que el reciclaje no tiene sentido, pero es importante saber que no es así. Debemos mantener absolutamente el papel, el cartón y el aluminio reciclados, e incluso el reciclaje de plástico; aunque puede ser un 90 por ciento más inútil de lo que haya podido suponer, todavía se pueden obtener modestos beneficios ambientales, si bien, deberíamos hacerlo con más cuidado, absolutamente. Debería consultar con su municipio local para ver qué tipos de plástico aceptan y entonces reciclar solo esos. De lo contrario, recuerde abar contaminando materiales utilizables. Y, como buena regla, definitivamente no desee reciclar cosas como paraguas.
Pero lo más importante es que nuestro comportamiento personal no es el principal culpable aquí, a pesar de lo que la industria del plástico haya pasado décadas y gastado millones de dólares tratando de convencernos. Así que, sí, no deberíamos usar plásticos de un solo uso, como las bolsas de la compra o los envases de comida para llevar. Reducir esto supondría una gran diferencia: casi el 50 % de los residuos de plástico generados en el mundo en 2015 fueron envases de plástico; la mayor parte, de un solo uso. Pero puede ser difícil a nivel individual acabar con su uso. Una medida mejor sería aplicar prohibiciones inteligentes y bien pensadas que obliguen a introducir alternativas. Desgraciadamente, la industria ha luchado mucho contra estas alternativas.
Entonces, ¿qué podemos hacer realmente? Bueno, el verdadero cambio de comportamiento tiene que venir de los propios fabricantes de plásticos. Sin esto, no va a pasar nada importante. Tenemos que hacer que internalicen los costes de la contaminación que están creando. Y hay una manera de hacerlo: a través de un concepto llamado «responsabilidad ampliada del productor» o principio de «quien contamina paga». La idea es crear leyes que, esencialmente, trasladen la responsabilidad y los costes de recogida del sector público y de todos nosotros a los productores reales de los residuos de plástico. La producción de plástico se espera que se triplique en 2050. Y es obvio que un cambio significativo solo va a venir a través de poder forzar a esta industria tan poderosa a hacer cosas que ha demostrado durante medio siglo que no tiene absolutamente ningún interés en hacer. Tenemos que hacerles cambiar. Y si no es por nuestro bien o el de las generaciones futuras, al menos hagámoslo por todos los peces que están a punto de ser superados por el plástico en los océanos.