Antes de nada quiero dejar claro que no tengo una cuenta en Facebook, no pierdo tardes enteras entreteniéndome con Youtube, y ni twiteo ni soy seguidor de nadie. Para mí las redes sociales son otro pasatiempo como por ejemplo el golf: una manera más de perder el tiempo, tiempo que podría utilizarse mejor. Y no estoy diciendo que sea un santo que dedica su vida al trabajo social y caritativo; no te preocupes, no es un artículo sobre cómo ser un buen ser humano.
El tema que nos atañe es el terrible malentendido sobre lo que llamamos “libertad de expresión”. ¿Por qué se malentiende? Principalmente porque tiene la palabra que más malentendidos produce, libertad. En todos sitios la gente exige, incluso lucha físicamente, matando y dejándose matar, por una palabra llamada libertad. Y esta es una de las más grandes calamidades humanas, ya que esta palabra no se puede definir y no se puede alcanzar. Libertad, como el amor o la fe, existe en el corazón, no en la sociedad. Y esto es obvio si te paras a reflexionarlo un momento.
Una persona libre, que hace lo que quiere, sin duda alguna terminará coaccionando la libertad de otra persona. Y te invito a que lo medites. Incluso la libertad de sentarse y no hacer nada es un acto que puede afectar negativamente a la libertad del otro. Alguien famoso dijo (y no voy a googlear para saber quién, para mí eso ni es citar a alguien, ni es un signo de conocimiento) algo así como “el buen hombre sólo tiene que no hacer nada para que el diablo se beneficie”. Así que tu libertad para ignorar un problema afecta a la libertad de otros.
Así que vamos a ser realistas con la libertad y dejar de ir exigiéndola a gritos con pancartas y armas. Algo un tanto absurdo.
Pero volvamos al principio, a esa pérdida de tiempo con las redes sociales que tan alegremente he denigrado. El Gobierno de Turquía censurar el uso de una de estas plataformas. Las razones que exime, según oí decir en la radio a un miembro del Gobierno, es que las redes sociales, o mejor dicho, la gente que las usa, abusan de su libertad, desobedeciendo las leyes del país. Parece que los individuos y grupos oponentes a los que tienen el poder están diciendo cosas que al Gobierno no le gustan. No se ha dicho si eran verdad o mentira, sólo que eran desagradables, insultantes, difamatorias y otros argumentos acusatorios un tanto subjetivos.
Con la prohibición de estas plataformas sociales el Gobierno turco se ha puesto a la altura de países como Irán, China y Corea del Norte. Interesante compañía esta. Inevitablemente, estas restricciones se terminarán retirando y no habrán tenido más efecto que la de disminuir el respeto que tienen hacia el Gobierno (un Gobierno que ha hecho mucho por lo que estar orgullosos en la última década) tanto la propia gente del país como los extranjeros.
Entonces, ¿pertenezco a ese grupo que defiende la “libertad de expresión”?, esa banda de hipócritas que defienden la libertad hasta el extremo en el que cierta forma de expresión es algo que no les gusta, momento en el que se vuelven contrarios a su propia posición, tal y cómo hemos visto en estos dos últimos años con lo de Wikileaks y otros soplos que pusieron un poco de molesta luz en la oscuridad creada por políticos y aparatos de seguridad de muchas de las democracias occidentales amantes de la libertad. Pues espero que no; pero creo que sí. Quiero que este artículo, escrito libremente, sea libremente imprimido y libremente leído, pero, cuando algún canalla racista escriba algo sobre la superioridad de su raza, ¿no tendré ninguna objeción en que sea censurado y evitado? ¿Una doble moral? Pues sí, me temo que sí.
El hecho es que nosotros, la especie humana, no podemos depender de nuestro propio juicio sobre lo que está bien o mal, y mucho menos, hacer de estos juicios leyes universales. Y cuanta más insistencia ponemos, y usamos más peros y sis condicionales, condiciones y cláusulas para matizar en detalle –como hace cualquier directivo de la Unión Europea− más miserablemente nos equivocamos.
Y esta es una de las respuestas que doy cuando me preguntan por qué me hice musulmán. Porque después de décadas de ensayo y error (sobre todo error), me di cuenta de que necesitaba una guía y unas leyes para la vida que no fuesen contradictorias y en las que pudiese encontrar todas las respuestas en caso de necesitarlas. ¡Alhamdulillah!, problema resuelto.