La traición y rendición del pseudoliderazgo europeo se acaba

Habíamos barajado anteriormente la tesis de que la guerra de Ucrania no era sólo contra Rusia sino que también contra Europa, cosa que anticipó el 2014 la secretaria de estado americana Victoria Nuland, cuando ante la objeción de que la desestabilización de Ucrania no sería bien recibida en algunos sectores europeos, respondió con el infausto “que se joda Europa

Ante los acontecimientos de estas últimos semanas -el atentado contra el puente que une Crimea con Rusia, el ataque con drones a su armada estacionada en Sebastopol y el sabotaje de los gasoductos que la conectan con Alemania, nord stream 1 y 2 el mismo día que Polonia inauguró un gasoducto con Noruega (de cualquier modo incapaz de suplir el gas ruso)-, la expresión de la Nuland asume concreciones hamponescas, dado que dichas acciones -así como otras realizadas en el campo de batalla- son inconcebibles sin el directo apoyo y asesoramiento militar americano y/o británico. Ante lo cual sorprendía aún más el silencio y la pasividad del fatuo liderazgo de la Unión Europea, pues no se trata sólo de una escalada grotesca y de la obstrucción -incluso por la fuerza- de la mera posibilidad de suministro de gas a bajo coste e imposición de facto de la compra de gas americano de esquisto o fracking, cuya extracción es tremendamente onerosa -hasta seis veces más caro que el ruso- también a nivel medioambiental (lo que muestra el cinismo de la llamada “agenda verde”); sino que de su tremenda consecuencia: la reindustrialización de EE.UU. a costa de la desindustrialización de Europa. 

Varias corporaciones alemanas de gran tamaño han comenzado a desplazarse a EE.UU, atraídas por los subsidios del gobierno americano más el acceso a gas a la mitad del precio al que tienen que pagarlo en suelo europeo, lo que significa un traspaso de 9 billones de dólares en capitales, más el aporte de mano de obra altamente cualificada por el efectivo sistema educativo alemán; lo que, en buenas cuentas, va a significar un saqueo a gran escala del tejido industrial estratégico de uno de los polos económicos del continente europeo (lo que se suma a la insensata destrucción durante décadas de áreas productivas de países de la Unión -vía subsidios de fondos europeos-, en la más recalcitrante aplicación de la controvertible doctrina de las “ventajas comparativas”), que se traducirá en lo más inmediato en la destrucción de un millón de puestos de trabajo en un contexto de inflación de dos dígitos que ronda el 20% en varios países del continente.

Teniendo en cuenta lo anterior, se repite el mito de Europa, la princesa fenicia  secuestrada por Zeus, el dios mayor del panteón olímpico (ahora EE.UU) con forma de toro (el becerro de oro), respecto a lo cual cabe la pregunta de si sería muy distinto con los republicanos que con los demócratas, pues el lema de Trump, America first, consideraba justamente esta reindustrialización, que ya es uno de los efectos en ciernes de las “sanciones catastróficas” (ambos -las medidas y sus efectos- sugeridos junto al financiamiento de Ucrania en su conflicto con Rusia, al departamento de estado americano por la Rand Corporation, un «think tank» de la misma nacionalidad, en un informe del 2019), y es al menos dudoso que los republicanos se abstuviesen de ello por escrúpulos ante los medios para lograr tales fines, puesto que hace tiempo las polìticas en relaciones internacionales muestran pocas diferencias sustanciales entre demócratas y republicanos, y en más de una ocasión se ha mantenido una continuidad con unos o con otros. Máxime que a los intereses atlantistas no conviene una Europa fuerte y autónoma, sino débil y subordinable. Pero en este caso, cabe preguntar también si el nivel de daño dejaría a un “aliado” mìnimamente operativo, por lo cual, por una parte, habría que ver si la destrucción de Europa convendría a la consecución a largo plazo de la ambiciosa agenda americana, y, por otro, si por el contrario, las cosas no se precipitarían en un sentido muy distinto al reciente: la mayoría de países europeos adhiriendo con entusiasmo a un conjunto de medidas que los abocan a su propia ruina, mientras sus “líderes” piden a la población que en pos de “grandes ideales” (libertad y “democracia”), “hagan un esfuerzo y se aprieten el cinturón”, mientras que con su rendición a intereses foráneos pretenden garantizar su pertenencia a una casta política sin escrúpulos que desconocerá de cerca las consecuencias de las medidas que empujan. 

De ese modo, y llegando a los nueve meses de guerra, las constantes remesas de “ayuda” americana a Ucrania en armamento suman unos 85 mil millones de dólares (cifra que sobrepasa los 100 mil si sumamos los aportes de otros países de la OTAN) “Ayudas” cuyo resultado para Ucrania no es sólo el desmembramiento del país: pérdida de las regiones rusoparlantes -las más ricas y productivas- como producto de la incapacidad del régimen golpista “integralista” del euromaidan de concebir un país plural (y hablamos de una pluralidad consistente en dos naciones étnica y lingûísticamente muy próximas); sino la muerte de 100 mil militares ucranianos y la destrucción del país, su infraestructura más vital, que lo llevan a transformarse en un estado fallido en vías de desaparición.

Pero Europa no va camino a salir en mucho mejor pie del conflicto y sus efectos, cosa que viene advirtiendo hace años el general alemán en retiro Harald Kujat, jefe de estado mayor de las fuerzas armadas alemanas de 2000 a 2002 y presidente del comité militar de la OTAN de 2000 a 2005, que poco después de dejar su cargo comenzó a hacer críticas a la expansión de la OTAN hacia el este, y poco después de las protestas del Maidán el 2014, llamaba a generar un acuerdo con Rusia en torno a Ucrania, sosteniendo que una militarización de la relación con Rusia no iba a desactivar el conflicto. 

En agosto de este año, el general Kujat escribió una extensa columna en un pequeño diario local de Hamburgo (que difícilmente habrían publicado los grandes medios -pese a lo cual igualmente trascendió-) que tituló Una guerra sin objetivo, en el que señala: “El gobierno alemán está prestando un apoyo considerable a Ucrania, a través de contribuciones financieras, el suministro de armas, equipos militares y las sanciones contra Rusia, que están imponiendo cada vez más cargas financieras y económicas a los ciudadanos alemanes -y europeos-, así como restricciones en muchos ámbitos de la vida. Los daños a largo plazo para la economía alemana, especialmente las consecuencias de la emergencia energética que se esperan en otoño, y los efectos sobre su competitividad difícilmente pueden estimarse hasta ahora. En la primavera y el verano de 2022, en todo caso, el crecimiento de la economía alemana se ha paralizado por completo. Al mismo tiempo el gobierno acepta que el material para las ya extremadamente limitadas capacidades de la Budeswehr (fuerzas armadas alemanas) para cumplir su mandato constitucional de la defensa del territorio alemán y de la Alianza, sea aún más saqueado”

Seguidamente Kujat se pregunta, hasta qué punto el gobierno alemán estaría dispuesto a apoyar a Ucrania en contra de sus intereses, poniendo en peligro su propia seguridad, y hasta qué punto estaría dispuesto a aceptar los daños a largo plazo, posiblemente irreversibles, que las sanciones causan a su economía, y añade: “Ucrania está defendiendo su soberanía estatal y su integridad territorial con gran determinación, y puede contar con un amplio apoyo internacional, pero parte del panorama completo es que el pueblo ucraniano está luchando por los intereses geoestratégicos de EE.UU. en su rivalidad con las otras dos grandes potencias, Rusia y China”. Y luego de un minucioso análisis de las justificaciones del apoyo irrestricto a Ucrania y de las consecuencias prácticas de dicho apoyo en diferentes escenarios, remata: “El envío de armas no ayuda a la población civil ucraniana. Mientras más envíos de armas se hacen, más muertos habrán tanto civiles como militares, sólo un cese en el envío de armas provocará un cese al fuego. La escalada ucraniana sólo retrasa el avance ruso. No debemos abandonar la negociación política y contribuir por esa vía a alcanzar una solución a este conflicto a través de un acuerdo. En el presente conflicto, Rusia representa la potencia militar superior con respecto a Ucrania, por lo que cada paso hacia una escalada será respondido con uno aún mayor,  por lo que son absurdos los alegatos de quienes hablan con ligereza del uso de armas nucleares aunque sólo fuesen armas tácticas -de menor alcance-, pues cualquier uso de estas armas generaría un cambio cualitativo y una escalada de la cual sería muy difícil retroceder”

De esa manera, lo primero que había advertido el general Kujat se cumplió, y el nivel de crisis sufrido por Alemania junto a  la mayoría de los países europeos ha arrojado a sus ciudadanos a las calles en unas protestas con un nivel de masividad y activismo no antes vistos, lo que, en algún momento parece haber decantado las cosas en el liderazgo franco alemán hasta el punto de plantear que había llegado la hora de hacer frente a las acciones “poco leales” del “aliado” americano (como dicen en Rusia, Лучше поздно, чем никогда -más vale tarde que nunca-), por lo que están barajando sanciones contra EE.UU (¡lo nunca visto!) A ello se ha sumado el reciente viaje del canciller alemán Olaf Scholz a China, nada más y nada menos -justo ahora- acompañado de un grupo de grandes empresarios, lo que, junto a la firma de nuevos tratados comerciales con el gigante asiático, parecen mostrar un cambio de orientación de la política alemana en el presente escenario.

Ello se suma a la negativa de Italia a enviar más armas (bajo la excusa elegante de requerir las armas para la propia defensa), al levantamiento por parte de Holanda de las sanciones contra Rusia (no directamente, sino a través de la inserción de cláusulas de excepcionalidad), y a la posición de otros países, como Hungría, que se negaron desde un principio a llevar adelante dichas sanciones. Por lo que los intentos del G-7 de mostrarse como un grupo compacto y sin fisuras, quedan en un acto sin efectos frente a las cámaras con fines propagandísticos, a pesar de que los medios oficiales gustan de repetir una y otra vez la consigna de la “propaganda rusa” (aunque cabría la pregunta ¿y adónde?, si los medios rusos han sido desterrados en Europa incluso de plataformas alternativas como telegram), por lo que dicha etiqueta se muestra, una vez más y como en el caso de otras, como un intento de callar a cualquier voz que no se alinee con las versiones oficiales. 

Pese a todo ello, el pretendido bloque occidental se desarma. Sin embargo, habrá que estar alerta a las jugadas venideras por parte del “socio americano”, pues además de la concentración de tropas de la OTAN en las fronteras de Lituania con Bielorusia (y de tropas rusas justo al otro lado -parte de los 300 mil rusos movilizados-), se ha desplazado contingente militar americano al viejo continente: la 101ª división aerotransportada -movimiento inédito desde 1945- que se añade al ya presente en las numerosas bases que los americanos tienen permanentemente en varios puntos de Europa.

Una de estas jugadas, además de ir aumentando la tensión bélica -lo que favorece a la venta masiva de los productos de su complejo industrial militar-, es el refuerzo del eje Washington, Londres, Varsovia, en detrimento del eje Paris-Berlín -hasta ahora cabeza de la unión europea-, y el relanzamiento del polvoriento proyecto del intermarrium, o proyecto de los tres mares, que data del siglo XVI, y que pretendía crear un área de influencia que agrupara a los países europeos del este ubicados entre el mar báltico, el mar negro, y el mar mediterraneo, como forma de hacer el contrapeso tanto a Europa occidental como a Rusia; proyecto que hoy encuentra un nuevo auspiciador en el socio americano, con una belicista Polonia a la cabeza, las repúblicas bálticas secundando la iniciativa y una Finlandia que ha pasado de una larga neutralidad a una entusiasta beligerancia a tono con las otras.  

En esa nueva jugada, Europa occidental habría sido sacrificada como la dama, y Ucrania, como un peón, y la escalada, sería un nuevo paso en este conflicto que va camino a convertirse en un conflicto de larga duración, lo cual no es sorprendente, si pensamos que la primera guerra mundial duró cuatro años y la segunda, seis, a los que se suman los acontecimientos pre-bélicos que las precedieron y los condujeron a ellas.

Lo que sí, no deja de sorprender, es la rendición y la traición del pseudoliderazgo europeo a los propios intereses del continente y el de los países agrupados en la Desunión Europea, que, por ejemplo, en lugar de negociar conjuntamente la compra de gas para obtener beneficios como bloque, ha visto a cada uno de sus integrantes buscando salvar la situación como mejor pueda, mientras que dicho liderazgo muestra un servilismo impúdico a los intereses y políticas empujadas por el mandante en la OTAN, el socio extraeuropeo, que ha dinamitado una a una (y como hemos visto, no sólo metafóricamente) las bases para una estabilidad, consolidación y desarrollo regionales, exhortado por un liderazgo que, en su lugar, empuja la agenda de los sectores financiaristas que lo han secuestrado.

Entonces, ¿qué esperanzas quedan? Que la visión de un mundo multipolar que vele por la colaboración antes que por la competencia, y las relaciones internacionales basadas en el ganar-ganar y en el respeto real a la diversidad de proyectos nacionales y culturales, cada uno con sus particularidades y basados en sus propias señas identitarias, se imponga. 

La última baza para EE.UU. dado este escenario, es continuar la divisa romana luego asumida por los británicos divide ut imperes, cosa que ya hemos visto en el viaje a Taiwán de la representante del congreso, Nancy Pelosi, y que, bajo la declaración de voceros del gobierno, “fue una iniciativa personal y no oficial” (no obstante haber sido escoltada por cazas del ejército) Pero la Pelosi no contenta con ello, viajó también a la frontera entre las dos Coreas y a la frontera entre China e India. Basta conocer las tensiones presentes en aquellos puntos para dimensionar la insidia de tales visitas, pero la labor del diablo (etimológicamente, el calumniador, el que lanza mentiras) es el modus operandi de estos personeros para conseguir sus objetivos. Lo que se expresa en el intento largamente sostenido de convencer a Arabia Saudí de que podría ser atacada por Irán, más ahora que ambos países están en tránsito de ser aceptados por los Brics.

Considerando todas estas situaciones, pedimos a Al-lah que inspire a los líderes de los países, y ante todo a los líderes de los países musulmanes, que tengan un mínimo de sinceridad, para que vean con claridad el escenario, lo que está en juego y las intenciones detrás de las acciones, y actúen en concordancia con los intereses de sus países y de sus gentes, y que los proteja de la confusión y de las trampas de los embaucadores, amín.

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