La nueva subnormalidad

“Cuando pensamos un mundo unido,

no imaginamos esta prisión,

con diez mil ojos cuidando el nido,

de un halcón…”

(Canción argentina)

Si me lo hubiesen dicho hace un año, no solo no me lo hubiese creído, sino que habría puesto a quien me lo hubiese dicho en la misma categoría que los ufólogos o los seguidores de las teorías reptilianas. El caso es que han sido sobrepasados tanto la distopía del Mundo Feliz como el 1984 de Orwell y, simplemente, nos han metido en el más atrabiliario capítulo de Black Mirror.

Y la gente se lo ha creído…

Tres meses de confinamiento o arresto domiciliario de poblaciones enteras en muchos países europeos, Estados Unidos aproximándose a una anunciada guerra civil… Mientras que en Latinoamérica vamos camino a completar el doble de tiempo que en Europa encerrados, oímos que, pese a que allí se levantaron hace un tiempo las cuarentenas, se amenaza de tanto en tanto con nuevos “rebrotes”, como predisponiendo subconscientemente a la gente a aceptar nuevos encierros una vez que se haya ido el verano.

Entre tanto, levantadas las cuarentenas, se ha mantenido la imposición del uso de mascarillas (a pesar de que hasta la, a estas alturas más que cuestionada, OMS ha dicho que son inútiles para evitar contagios virales) y la exigencia de mantener un metro o dos de distancia en lugares públicos, mientras se implementa reglamentación de estas medidas en espacios comunitarios como establecimientos educativos.

En un colegio donde hago clases (ahora virtuales), para introducir el uso de plataformas digitales gsuite para administrativos, profesores y alumnos, un funcionario arguyó, con entusiasmo, una alianza entre google y el ministerio de educación, a lo cual fue inevitable replicar que alianza refiere una unión entre instancias con un tamaño o peso semejante, pues, cuando no es el caso, es otro el término que corresponde.

Conteo diario y televisado de enfermos y muertos (como si antes de esta era no hubiesen muerto seres humanos) en paralelo con ajustes, préstamos y medidas de toda índole y magnitud para paliar las consecuencias desastrosas de estas paralizaciones estatalmente dirigidas. Al parecer, es grande la avidez de la serpiente de la usura por hincar sus dientes una vez más.

Todas estas situaciones, señaladas por los medios como la “nueva normalidad”, a pesar de que es evidente que la expresión es una simple contradicción de términos, reflejan, tal vez, una intencionalidad previa de interrumpir la que había, y/o, también, imponer una serie de patrones, tan nuevos como extraños, como norma.

Como indica el escritor norteamericano CJ Hopkins, llega un punto en la introducción de una nueva narrativa oficial en el que la gente ya no recuerda cómo comenzó. O, más bien, recuerdan cómo comenzó, pero no la propaganda que lo inició. O, más bien, recuerdan todo eso, pero ya no hace ninguna diferencia, porque la narración oficial ha suplantado a la realidad. Dicho autor lo describe como un estado de disociación funcional. No como una psicosis… o no del todo, pues no es una ruptura absoluta de la realidad.

«Las personas que funcionan en este estado saben que lo que creen no es real. Sin embargo, se ven obligados a creerlo (y, en realidad –aunque parezca absurdo–, lo creen) porque las consecuencias de no creerlo son aún más aterradoras que la disonancia cognitiva de creer una narrativa que saben que es una ficción. No creer en ella significa excomunión de la “normalidad”»

«Los animales de rebaño, en estado de pánico, corren instintivamente hacia el centro del rebaño. La separación de la manada los hace presa fácil para los depredadores. Es el mismo instinto primario que opera aquí».

«El objetivo de cada narrativa oficial es generar este tipo de mentalidad de rebaño, no con el fin de engañar o engañar al público sino, más bien, confundirlos y aterrorizarlos hasta el punto en que vuelvan a sus instintos primarios y estén siendo impulsados puramente por miedo existencial».

La democracia se revela, de ese modo, no solo como una plutocracia de facto legitimada periódicamente mediante escenificación (teatral) de “elecciones”, sino que también como una imposición real de una voluntad emergida del hombre (pro)medio-masificado, vaciado de contenido, aborregado.

Si es ese el caso, dicha voluntad es su opuesto, la falta de brío y arrojo hace de las multitudes pedazos de carne movidos por fuerzas ciegas sin sentido, propósito ni objetivo.

Tiempos extraños.  Cito a Ernst Jünger: «El hombre libre está obligado por motivos de autoconservación a preocuparse por cómo comportarse en un mundo en el que el nihilismo no solo se ha vuelto dominante sino que se ha vuelto la norma».

Tiempos de confusión para algunos y de hipnosis aguda para muchos. Un período intermedio en que los titanes arriesgan jugadas temerarias. En un escenario que creen sin dioses, se han puesto a cazar moscas. No obstante, quedarán atrapados en su propia trampa, pues, tal como dice el Libro Generoso:

«Los que han tomado fuera de Al-lah protectores son como la araña que se ha hecho una casa. Y sin duda la casa de la araña es la más frágil de las casas, si supieran».

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