A pesar de que ya hace casi dos meses que tuvo lugar, este encuentro ha dejado en mí una huella imborrable. Por primera vez nos reunimos los responsables de los diversos proyectos educativos vinculados a la figura de Sheij Dr. Abdalqadir As-Sufi. Un encuentro que ha revitalizado el anhelo de cada uno de nosotros por fortalecer y mejorar nuestro trabajo en el campo de la educación, pero que, principalmente, ha fortalecido el vínculo existente entre nosotros.
Durante tres días, 2, 3 y 4 de enero, “mantuvimos las ollas de la educación calientes” en el Centro de Estudios Islámicos de la Mezquita Mayor de Granada, que, como en las seis ediciones anteriores, sirvió de marco para este encuentro, en esta ocasión bajo el tema “Educación y comunidad”. Lo que más nos interesaba era la relación entre cada proyecto educativo y la comunidad en la que se desenvuelve, conscientes de que -en palabras recientes de Sheij Dr. Abdalqadir As-Sufi- “para producir seres humanos de calidad no sólo es necesario un grupo educacional, sino también un nexo social”. Palabras que vienen a confirmar aquellas otras que le oí pronunciar en Granada hace ya casi treinta años, poco tiempo después de mi shahada: “La nobleza no puede ser transmitida en una institución; esto sólo puede hacerlo una sociedad limpia; limpia en las calles, limpia en las transacciones, en las relaciones de todo tipo, en todos los sentidos”.
Y alrededor de esta cuestión fundamental, nos reunimos responsables de instituciones y proyectos educativos de muy diversa naturaleza: los colleges de Ciudad del Cabo, Sudáfrica: Dallas College, instituto de enseñanza superior de Estudios Históricos, Políticos y Literarios, para hombres, y Lady Aisha College, instituto de Estudios Avanzados para Jóvenes Musulmanas; The Muslim Faculty of Advanced Studies, institución radicada en Reino Unido, dedicada a la formación del pensamiento, conjugando la tradición de enseñanza islámica y la tradición clásica y de pensamiento europea; las madrazas coránicas de Mallorca y Fez, para muchachos, y de Larache, para muchachas; y la madraza coránica de la Mezquita Mayor de Granada y los proyectos de escuela internacional de la Fundación Educativa Al-Ándalus, en Granada: escuela júnior y colegio sénior, para muchachos, y escuela de muchachas, que abarcarán desde la etapa Primaria hasta el Bachillerato.
Todo proyecto educativo requiere de una comunidad, de una sociedad. Pero ¿qué sociedad ofrece la base, el marco social adecuado, para los niños y jóvenes musulmanes? ¿Sirve de algo la mera inclusión de clases de “religión islámica” en el plan de estudios de los colegios estatales, como parece ser el afán, y la reivindicación, de la mayoría de asociaciones y comunidades musulmanas en nuestro país? ¿De verdad creen los musulmanes que sus hijos podrán alcanzar las mejores cualidades de la nobleza aceptando sin más los parámetros de la sociedad en la que estamos inmersos y dentro de su desastroso sistema educativo?
Los sistemas educativos de prácticamente todo el orbe están basados en una visión del mundo que ha abandonado la visión tradicional de la existencia cimentada en la Revelación divina, que contemplaba la existencia como un todo unificado. El resultado es que los musulmanes viven, en general, en una contradicción manifiesta entre esa visión materialista y mecanicista del mundo y las enseñanzas básicas del Din del Islam e incapaces de comprender el mundo en el que viven y, aún menos, de actuar positivamente aplicando un conocimiento útil.
Se hacen necesarias iniciativas educativas y de enseñanza, en manos de los musulmanes, capaces de jugar, junto al resto de componentes de las comunidades musulmanas, un papel central en la regeneración de la Europa de hoy; poner en marcha una verdadera “comunidad educativa”, los musulmanes como nuevo “pegamento” social: fortalecimiento de los lazos de cohesión comunitaria; armonía intergeneracional; recuperación del valor de la familia como célula básica de una sociedad, restableciendo los lazos familiares y las relaciones sociales primarias; restauración de las cualidades de la femineidad y la masculinidad… y, de manera central, el establecimiento de nuestro modelo organizativo natural, el emirato.
Una buena escuela musulmana sólo es posible si se encuentra inmersa dentro del cambio del proceso social, pero es necesario resaltar también la importancia de la función que pueden desempeñar los proyectos educativos en el afianzamiento de las comunidades musulmanas y su unidad política.
Para ello se hace ineludible pasar de la posición de “supervivencia”, que al final se reviste de todas las connotaciones negativas asociadas a lo reactivo, a una posición de verdadera integración, que, contrariamente a la idea de asimilación, y en el peor de los casos de puro asimilismo, significa asumir la posición activa, dinámica, de creación y crecimiento, de liderazgo y transformación de una identidad auténticamente musulmana.
Porque no se trata de cultura musulmana frente a cultura occidental. Islam no es una cultura. Nuestra cultura en Europa es la cultura occidental, de base greco-romana; lo que aporta el Din del Islam es la renovación de ésta, la recuperación de sus elementos esenciales, plenos de fitra, es decir, en consonancia con el patrón natural con el que Allah nos ha creado.
Hemos de establecer en Europa, haciéndolo nosotros, en nosotros, con nuestro ejemplo primeramente, y como culmen de los más altos logros de su civilización, el valor superior de la asabiyya, ‘estrecha y sincera hermandad’, basada en la bendita Sunna.
Desde luego, es esencial entender que “una verdadera compresión del Tauhid (afirmación de la unidad divina) -en palabras de Sheij Abdalhaqq Bewley en su discurso de clausura de estas jornadas- es el elemento diferenciador que ha de estar presente en el núcleo mismo de todo proyecto educativo que afrontemos”, pero junto a esto, antes de esto incluso, ha de reavivarse nuestra responsabilidad como padres y educadores ante la cuestión de cómo preservar el corazón de nuestros hijos. ¿Qué es lo mejor que podemos hacer por ellos?
“El Din entero tiene que volver a empezar. Vosotros sois quienes tenéis que empezarlo, y este continente será donde comience. Será vuestra gente y serán vuestros hijos, pero tenéis que tener adab con ellos, tenéis que tratarlos con cortesía, […] del mismo modo que se debe tratar a los mayores con cortesía. Tenéis que convertiros en gente de adab; si lo hacéis, estaréis a salvo”. Estas palabras de Sheij Dr. Abdalqadir As-Sufi resurgían en mí, con fuerza, cuando este encuentro llegaba a su fin. Creo que todos compartíamos un mismo convencimiento: al final, todo este asunto tiene que ver con la gente, no tanto con los proyectos.