Si atendemos al origen de la palabra nos encontramos que significa dirigente, tanto el que conduce al bien como el que conduce al mal, y también “ejemplo”, entre otros significados afines, básicamente conectados con el hecho de estar delante.
Podemos decir que el Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y paz, es el imam de su umma, así como el imam de los demás profetas y mensajeros.
En los primeros tiempos la palabra imam se utilizaba a menudo para designar al emir, o dirigente político, al jefe del ejército e incluso al califa, el emir de todos los emires y representante del Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y paz.
Por ello en los libros antiguos cuando se habla del imam, a menos que especifique que se refiere al imam de la oración o quede claro por el contexto, está hablando del califa o del emir.
Y, de hecho, a ellos les corresponde la responsabilidad y el honor de dirigir la oración de los musulmanes, como solía hacer el propio Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y paz, el cual, cuando se sintió enfermo y quiso indicar quién debía ser su sucesor (califa), lo hizo mandando que tomara la oración Abu Bakr as-Siddiq.
A partir de ahí y conforme la umma crecía, los emires fueron delegando en otros para dirigir la oración, conservando en todo momento el derecho de tomar la oración además de pronunciar la alocución o discurso del viernes (jutba) o determinar cómo debía hacerse siendo responsables de su contenido.
Así pues, los imames, que no son emires, están ocupando el lugar de éstos en cuanto a la función de dirigir la oración o pronunciar la alocución del viernes.
Estos hombres en los que los emires delegan para dicha función es recomendable que sean conocedores del Corán y buenos recitadores de manera que lo hagan hermoso para la gente, así como es aconsejable que sean de los mejores de su comunidad y que tengan conocimiento del Din para que puedan enseñar.
Por otro lado y teniendo en cuenta que para los musulmanes toda la tierra es una mezquita, siempre que sea un lugar puro, cuando haya un grupo de musulmanes que se dispongan a hacer la oración juntos deberán elegir uno de ellos como imam, lo cual implica que el imam puede ser cualquiera, en el mejor sentido de la palabra, puesto que en Islam no existe una clase sacerdotal y todo lo que se parezca a ella de entre lo que podemos ver hoy en día se deberá a una clara desviación con respecto al modelo original.
Para los musulmanes no hay intermediarios entre la Divinidad y las criaturas. Allah es Quien se interpone entre el hombre y su corazón. Lo que sí hay son hombres de conocimiento, herederos de la enseñanza del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, que son la referencia y la guía para entender debidamente la Ley revelada y la práctica del Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y paz.
El modelo, tan extendido de las llamadas “asociaciones islámicas” -y nótese que el adjetivo “islámico” no se encuentra en el lenguaje de los primeros tiempos ni en la literatura antigua sobre el Din- que giran en torno a la figura de un imam más o menos carismático, está clara y peligrosamente fuera de la comunidad que gira en torno a un emir que toma las decisiones, aconsejado por fuqahá, hombres de conocimiento del Din, que velan por el cumplimiento de los límites de la Ley revelada o Sharía.