La enfermedad del estado

La enfermedad del Estado En el mundo moderno, sujeto a los caprichos del crédito malo y los algoritmos numéricos desequilibrados, la secuencia de números Fibonacci ofrece un modelo de cordura que invita a la reflexión. También conocida como la Espiral dorada, este patrón se presenta como un modelo perfecto y dinámico del orden visible en la creación, a la vez que sugiere no tener ni principio ni fin. La espiral sugiere que desde el micro al macrocosmos existe una conexión fundamental e ininterrumpida, lo que implica una conexión entre la cordura de la estructura celular y las formas socio-políticas de orden global. Mientras que Aristóteles dispuso la Proporción Áurea, la Espiral dorada describe formaciones de fenómenos naturales que van desde la disposición de semillas hasta las galaxias espirales como la Vía Láctea.

En algún momento a lo largo de esta “proporción divina” surgió lo que el gran poeta norteamericano, Ezra Pound, llamó “canker que corrompe todas las cosas” comprometiendo tanto a la célula como al estado. ¡Contra Naturam! Dijo el poeta. Lincoln lo llamó: “Un punto negro en el alma de la nación”. A lo que Pound hace referencia es al tema y a la condición que ha envenenado las estructuras celulares desde el inicio de los tiempos y que ha sido contenida con éxito hasta el pasado siglo. Ahora se presenta con un método que ha prevalecido sobre la interacción económica humana garantizando el eventual colapso ecológico de la Tierra, con el colapso social siendo ya un fenómeno visible. Estamos en una época que Pound decía estar caracteriza por la necesidad de “vender, y vender rápido”. La aceleración de la industria por la usura, en la que el mundo moderno se basa, ha dado lugar a la titulización de vastas extensiones de la superficie terrestre transfiriendo incontables millones de aparente riqueza, dejando detrás ríos envenenados y especies en peligro de extinción. Una época en la que incluso el aire está contaminado con usura. Deuda, el contrato de retraso con la realidad, permite que los hombres se beneficien del futuro. Dice Pound: “Guarda los beneficios resultantes de los cambios de las unidades monetarias”. Un informe del Senado de los Estados Unidos destacó que más del 60% de la subida del precio del petróleo en la década de 2.000 fue debido a las actividades de bancos de inversión especulando en el mercado de futuros del petróleo.

El poeta nos ofrece una mezcla malaparteña de realidad y ficción, un tejido que entrelaza verdades históricas con una inteligente composición, creando con esto los épicos Cantos escritos hace más de cincuenta años. Sus escritos ofrecen ideas y conocimiento sobre economía, historia, cultura y el significado del lenguaje. Su enemigo es la usura; el enemigo de la libertad. Sus aliados… nadie excepto su mente, que declararon que la perdió en 1945, “cuando la balsa se rompió y la aguas cayeron sobre mi”, unos cargos que no hicieron mas que auparlo a nuevas alturas. Pound comienza el canto XLV: “Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra, con bien cortados bloques y dispuestos de modo que el diseño lo cobije”. Si la ausencia de diseño es la seña de identidad de las finanzas y el capitalismo, entonces uno entiende que no hay meta final a la vista, ningún propósito a cumplir, simplemente especulación desenfrenada. “Con usura se difumina la línea de separación” declara el poeta, las líneas entre lo superfluo y lo elevado, entre lo feo y lo hermoso, entre la extinción y la supervivencia han sido cortadas.

La discriminación, como escribe Ian Dallas, constituye la base de la cordura. La locura del liderazgo contemporáneo es evidente en su creencia fundamental en el papel-moneda y la democracia, a la vez que la gran mayoría de la población continua empobreciéndose cada vez más. El malestar social, la pobreza y la imposición de leyes draconianas significa que las masas se encuentran en una situación en la que tanto ciudadanos como terroristas son confrontados con métodos estandarizados por las medidas presupuestarias contra el déficit. En Estados Unidos las unidades SWAT estaban solo presentes en grandes ciudades. En la actualidad toda ciudad de tamaño medio tiene una unidad presente que emplea su día a día en llevar a cabo arrestos judiciales con consecuencias mortales. Matt Apuzzo escribe: “Los departamentos de policía han recibido decenas de miles de ametralladoras, cerca de 200.000 cargadores de munición, uniformes de camuflaje, miles de visores nocturnos, cientos de silenciadores, vehículos blindados y aviones”. El resultado es que los soldados americanos que vuelven a casa encuentran en manos de los agentes de seguridad de los aeropuertos el mismo rifle de asalto M4 que dejaron de usar hace días en Afganistán.

Bolsa de Valores de Nueva York (NYSE).

Pound escribe: “Con usura no hay paraíso pintado para el hombre en los muros de su iglesia”. Con iglesias vacías en toda Europa, que acaban convirtiéndose en bancos, y los bancos a su vez alzándose como las nuevas catedrales, el paraíso al que antes se aspiraba se ha convertido en un capítulo de la historia ridiculizada. Marx escribió que el dinero ha sido dotado “de características casi de naturaleza religiosa”. Sheldon Wolin escribe que bajo el estado corporativo “una multinacional incluye sesiones de oración para sus ejecutivos, mientras que los evangélicos se reúnen en congregaciones franquiciadas en las que predicadores millonarios ensalzan las virtudes del capitalismo”.

Parafraseando a Karl Polanyi, la activista estadounidense Chris Hedges, escribe: “El capitalismo convierte a los seres humanos y al medio ambiente en productos. Esto asegura la destrucción de ambos: la sociedad y el medio ambiente. El ecosistema y los seres humanos se convierten en objetos cuyo valor está determinado únicamente por los mercados; son explotados hasta el agotamiento o el colapso. Una sociedad que no sabe reconocer que el mundo natural y la vida humana tienen una dimensión sagrada, un valor intrínseco más allá del valor monetario, comete suicidio”. La perdida de lo divino no está exenta de consecuencias. La famosa nota escrita por James Mossman antes de su suicidio decía: “No puedo soportarlo más, aunque no sé lo que es”.

La imponente figura de Sheldon Wolin, profesor de Ciencias Políticas de Yale, ha llamado al fenómeno de nuestra sociedad libre “totalitarismo invertido”, el cual se puede comparar al mismo nivel que el totalitarismo clásico de la Alemania nazi y la Italia fascista. Su libro, Totalitarismo Invertido, examina, capa a capa, los resultados sociales de las finanzas del capitalismo avanzado tal como se reflejan en el régimen totalitario invertido más grande del mundo: su tierra natal. Lo que Wolin documenta es una fase en la organización social por la que todo estado capitalista ha de pasar en su camino hacia formas de control más estrictas e inseguridad financiera. La correlación entre deuda y totalitarismo parece ser, en el siglo XXI, un teorema válido al evaluar las consecuencias sociales del capitalismo. Cuando el dinero es poder el gobierno se convierte en la fachada formal del que gobierna, sin poder real en sí mismo, ya que se origina en otra parte. En el totalitarismo invertido creado por las finanzas-capitalistas “la economía supera a la política”, en contraposición a los totalitarismos clásicos donde la economía es un instrumento en manos del líder político. Wolin determina que en este sistema “el líder no es el arquitecto del sistema sino su producto”.

La cuestión de la deuda no es un asunto sentimental compuesto por etapas ya pasadas de Bono y Blair, ni el caso privado de las deudas personales, ni tan siquiera el problema técnico de la deuda pública que concierne a los ciudadanos y su nación. El patriotismo se desvanece rápidamente cuando se comprende la realidad del estado corporativo. La cuestión de la deuda alcanza al mismo ADN del estado moderno y se destapa como la causa y efecto de muchos males sociales; así como el conductor inevitable de cada estado capitalista a formas de control cada vez más estrictas. La deuda ha sido comparada a un contrato retardado con la realidad. Esto reestructura las ‘libertades personales’ dentro de un contexto de más cordura; en algún momento se pondrá al día con nosotros, ya que el desequilibrio que promueve la libertad sexual sin restricciones es el mismo que permite la violación sin restricciones del ecosistema.

A medida que el estado corporativo supervisa la venta al por mayor de la nación y su prosperidad, en la desintegración resultante será necesaria la fusión del monopolio corporativo con los aparatos de seguridad del estado; lo que nos lleva al capitalismo invertido de la sociedades capitalistas. Los medios de comunicación explicarán que ciertas restricciones y leyes draconianas han de implementarse para salvar nuestras sociedades libres. Para prepararnos a la protección de nuestras libertades el estado nos ofrecerá responsabilidades democráticas: la narrativa afirma que la deuda es la razón por la que nuestra sociedad colapsa; una verdad experimentada por los millones de pobres en todo el mundo. Los recortes necesarios para hacer frente a las obligaciones de la deuda significa que el estado del bienestar se ha convertido en un recuerdo lejano. La sociedad como colectivo pagará el precio de la deuda, se mantendrá el respeto a la ley como es propio de una nación, y, aquellos que no soporten pacientemente el remedio, serán procesados por el eficiente sistema jurídico.

La privatización de las prisiones es uno de los indicadores más preocupantes del deficiente funcionamiento social. Los efectos de restricción de la deuda a la vez que la celda de una cárcel fueron experiencias que Pound conoció. “Ningún hombre que ha pasado un mes en una celda de la muerte cree en jaulas para bestias” dijo Pound después de haber pasado por una celda al aire libre en un campamento militar americano. En esta situación Pound encontró entre grilletes la realidad de los estados corporativos: los que violen los estrechos límites económicos escapan del marco de la civilización del dinero y son encarcelados; las masas a través de la deuda y los individuos excepcionales dentro de muros de hormigón.

Espiral dorada, caligrafía en árabe.

Mientras que Carl Schmitt habló del “estado total” penetrando en todos los aspectos de la sociedad, Wolin nos habla de un estado corporativo donde cada aspecto humano, desde la religión, la cultura y hasta los ciudadanos se convierten en una mercancía de la que obtener beneficio. Cuando todo aspecto de la vida está sujeto a un determinismo económico y todos nuestros movimientos están en sintonía con las fuerzas de mercado, entonces el estado corporativo ha conseguido imponer un brillante golpe de estado, creando un ser humano al que dicta sus prioridades: hacer dinero. El resultado es la creación de este hombre unidimensional que dependiente del crédito fomenta la necesidad de la industria del crédito. Matt Tabibi escribe acerca de los Estados Unidos mostrando una “cultura que poco a poco está dando paso a una ideología futurista de codicia computarizada y violencia financiera sin control”.

Si la dirección ilógica hacia el colapso ecológico no es la intención de la élite financiera, entonces podemos encontrar un consuelo incomodo en la explicación que Wolin hace del sistema perpetuándose en controladores del poder y los ciudadanos que a menudo parecen inconscientes de las profundas consecuencias de su acción o inacción. Este determinismo económico que sustenta el subconsciente del hombre moderno se hace visible en el plano político donde cualquier desafío social se aborda mediante la asignación de una cantidad en los presupuestos generales. Aun así, la destrucción de los bosques amazónicos se cuenta por miles de millones de dólares y las propuestas para frenar el cambio climático son ignoradas por ser muy costosas. La supervivencia es un instinto que el hombre económico ha perdido. Esto no pasó desapercibido para Carl Schmitt que presenció la extinción política de la república alemana, la cual no podía protegerse ante un adversario que usaba medios constitucionales para destruir la constitución. El destino fascista de su nación no estaba fuera del alcance de los poderosos trasfondos de una civilización europea que sucumbía a las “fuerzas de mercado”. Karl Polanyi escribió “que el fascismo, como el socialismo, tenía sus raíces en una sociedad de mercado que se negaba a funcionar”.

Mientras que Carl Schmitt trató de proteger lo “político” del corrosivo efecto de la filosofía financiera histórica, Wolin expone que en el estado corporativo “la política lo es todo, siempre, pero una política inalterada por lo político” con un bajo número de votantes, simplemente como indicador para que las masas conozcan que lo que se les presenta como política es “un espectáculo mediático necesario para que la llama holográfica de la democracia continúe encendida”. La muerte política, como tradicionalmente se ha entendido –anaciclosis– como lo definió Polibio, ha sido suplantada por las fuerzas de mercado con su propia lógica cíclica visible en los mercados de valores. El estado corporativo se puede definir como una mezcla de plutocracia, oligarquía y democracia, con un aparato de seguridad estatal que rinde pleitesía a la vanguardia de los intereses más importantes dentro de este estado. La naturaleza del capitalismo financiero fomenta un tipo de régimen que Polibio habría rechazado como extremadamente tiránico; el estado corporativo es por definición anti-democrático.

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