Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.
Johann Wolfgang von Goethe.
Asistimos a la muerte del capitalismo como religión. El pueblo, que se creía libre y soberano en su sociedad democrática, se enfrenta ahora a las fuerzas que en realidad gobiernan su vida. Desde la Revolución Francesa, esa brutal y sangrienta transición sobre la que se asientan las bases del Estado moderno, la banca y el dinero fiduciario (basado literalmente en la «fe» de sus usuarios), los europeos y por extensión colonial la inmensa mayoría de la humanidad, hemos sido víctimas de un sistema socio-económico cada vez más férreo y desequilibrado. Mientras los políticos y los medios de comunicación de masas proyectaban una ficción de libertad, progreso y bienestar, una élite financiera no elegida por el pueblo ha dominado nuestras vidas inclinando la balanza a su favor. En realidad no hay crisis. Se trata más bien de un mecanismo regular y compulsivo, alentado por la avaricia, que propicia una transferencia de riqueza de las clases trabajadoras a una élite bancaria y corporativa. A escala mundial, este mecanismo ha producido la muerte por inanición de miles de millones de personas, la inmensa mayoría niños. A este fenómeno, hoy globalizado, presentado como progreso crediticio y llevado a sus últimas consecuencias, se le solía llamar ‘usura’. Su definición clásica es ‘un incremento no justificado en la transacción’. Fue condenada por la Tora, el Evangelio y el Corán, así como por otras tradiciones más antiguas como el budismo. Estuvo prohibida o al menos marginada en toda Europa y en gran parte del mundo. Ilustres pensadores y autores como Dante Alighieri o William Shakespeare la denunciaron con contundencia en sus obras. Pero el reformismo cristiano del siglo XVI permitió la introducción general de la usura en Europa, redefiniéndola como un incremento ‘excesivo’. Durante su establecimiento más sistematizado en las sociedades industrializadas, intelectuales y revolucionarios occidentales de todos los campos políticos la denunciaron como un cáncer para la sociedad; entre ellos Wagner, Proudhon, Bakunin, Ezra Pound y Pessoa.
Hacia los años 70 del siglo XX, el extraño fenómeno auto denominado ‘banca islámica’ siguió los pasos de esta reforma protestante para introducir la usura en los países musulmanes mientras, al igual que ocurrió con el puritanismo cristiano, la atención y la energía de la religión se concentraban en minucias morales, generalmente de cariz sexual como la vestimenta de la mujer. Este fenómeno puritano, agravado por la introducción del Estado moderno, la banca y el papel moneda en los países musulmanes, resultó en una casi total reducción del Islam al estatus de ‘religión’ en el sentido más personal y mojigato de la palabra. Esta es la razón de que no exista en la faz de la tierra un ejemplo de Islam correctamente establecido, ya que todos los países de población musulmana están basados en el modelo occidental; empezando por la propia condición del Estado policial como instrumento de control y recaudación compulsiva, siguiendo por el sistema bancario, que se llame como se llame es fundamentalmente idéntico al occidental, y acabando por la aceptación total del dinero fiat. Los musulmanes han conservado su espacio íntimo de adoración y recogimiento, pero han perdido el Muammalah, palabra clave que significa ‘transacción’ y que se refiere a todo lo que concierne a principios políticos, sociales y económicos.
Usura es otra palabra clave que debemos recuperar (en el lado oscuro), porque significa la extracción ilícita de nuestra riqueza y está implícita no solo en los préstamos con interés contraídos con el banco, sino también y de forma más profunda e incisiva, en la deuda externa en la que todos los seres humanos estamos inmersos y en la inflación del dinero que se nos impone y con el que realizamos todas nuestras transacciones.
El capitalismo global, basado en el conjunto de viejas prácticas de usura que hoy llamamos banca, fue sofisticando sus técnicas y paralelamente, construyendo un sistema político a su medida: la democracia representativa. Esta democracia servil resultó ser el teatro perfecto para distraer a la gente de los verdaderos movimientos del poder y pasó a convertirse en un dogma incuestionable de la religión. El voto cada cuatro años, la huelga y alguna manifestación que otra servían de válvula de escape para que todo pudiera seguir igual. En el terreno personal, el individuo daba rienda suelta a sus deseos privados, pero otros actores, justo detrás del juego de las urnas, conducían su vida pública.
Y ahora que la verdadera naturaleza del sistema se revela ante nuestros ojos y se desintegra a un tiempo, ¿qué construiremos en su lugar?: ¿un capitalismo bueno, reformado, humanizado?, ¿un retorno a las ideologías que cristalizaron en el siglo XX y que estuvieron a punto de destruir el mundo?, ¿otro modelo inventado que supere a los anteriores en justicia y bondad? ¿Cuál es la alternativa?
Los musulmanes tenemos la obligación de redescubrir nuestro Din, que significa ‘forma de vida’ o ‘transacción vital’, y que no debe confundirse con las connotaciones modernas de la palabra religión. Debemos estudiar nuestro legado de conocimiento, profundizar en él y proponer un modelo social basado en Madinah al Munawwarah, La Ciudad Iluminada. Esta sociedad primordial, que tuvo su esplendor humano en la generación de Muhammad (s.a.w.s.), su familia y Compañeros, se proyectó en el tiempo y el espacio inspirando una gran civilización que a lo largo de la historia ha tomado varias formas, la más reciente de las cuales fue el Califato Otomano. Luego, esta civilización, como todas, entró en decadencia y quedó suspendida a principios del siglo XX. Tras esta breve pausa, agravada por la irrupción en la historia de esta “capital-democracia”, es posible imaginar cómo el modelo de Medina puede desarrollarse en nuestros días. Estos son a mi entender sus elementos básicos:
Amr – Gobierno
La Asabiya, según Ibn Jaldún, es el incentivo de cohesión social y mutua asistencia, que puede ir más allá de los lazos de sangre en un grupo humano. También la podemos definir como un esprit de corps que supera lo militante o militar para abarcar a toda la sociedad. Este principio de solidaridad y protección de la gente da lugar a la nobleza de carácter y al liderazgo de una forma natural. El grupo humano con mayor Asabiya tiende a ser llamado a gobernar. Esto no es otra cosa que servir.
La Ciudad Iluminada de nuestros días se podría definir políticamente como una nomocracia, del griego nomos ‘ley’ y kratos ‘poder’, es decir, el imperio de la ley. El gobierno debe estar compuesto por gentes justas, sobre las que recae la responsabilidad de forma directa y personal. Pero si no lo fueran, los ciudadanos se encuentran protegidos porque las leyes, derivadas del Corán y de la práctica de Muhammad (s.a.w.s.) y sus seguidores, son claras en lo que es fundamental, no admiten distorsión ni reforma partidista alguna y, puesto que son leyes justas, el pueblo está a salvo del eventual despotismo de sus gobernantes.
Además de la claridad con la que estas leyes están reveladas en el Corán y en el ejemplo del Profeta, tenemos el ‘Amal, la práctica de la gente de Medina, que se ha transmitido de generación en generación y buena parte de la cual ha llegado a nuestros días. La otra parte, que ahora debemos recuperar, se encuentra esperando en el interior de la gente de conocimiento de nuestro tiempo y en las detalladas descripciones de los libros clásicos de Fiqh (jurisprudencia del Islam). Parte del ejemplo de este ‘Amal es que la ley se aplica con misericordia cuando se trata de asuntos personales, pero se impone con gran firmeza en lo tocante a proteger a la sociedad y preservar un modelo justo.
Un conocido paradigma histórico: Al-Ándalus. Es ya lugar común referirse a la civilización andalusí para aludir a una convivencia ejemplar entre las tres grandes religiones. Y parece ser que es una noción con fundamento. Según investigaciones históricas realizadas nada menos que en la época franquista, aunque también más recientemente, existieron en la actual España largos periodos de una armonía singular, con una amplia libertad de acción no solo para musulmanes, sino también para judíos y cristianos. Lo que conviene recordar en este ejemplo tan recurrido es que esa paz, esa convivencia y esa libertad, debían de agradecerse a un orden socio-político de gobierno musulmán, que respetaba a las otras religiones y formas de vida y ofrecía a sus miembros un lugar seguro dentro de su nomos. Estos derechos emanaban directamente del Fiqh.
Otra característica en esta ciudad imaginaria pero posible es la accesibilidad de sus gobernantes, que están al servicio del pueblo y por tanto debe de ser posible para los ciudadanos acercarse a ellos y hablarles cara a cara, presentarles sus quejas y exigirles que cumplan la ley. Esta condición de cercanía al poder también nos ofrece una referencia del tamaño a escala humana de la ciudad o de los distritos gobernables de una ciudad. Era la práctica de la gente de Medina interesarse por los vecinos de forma muy especial. Esto es importante para preservar la firmeza de la textura social; solo es posible si se evita la masificación, las ciudades se racionalizan de forma caminable y los barrios son autosuficientes. Por lo demás es un gobierno pequeño y sin Estado. No hay una administración omnipresente y todopoderosa a la que hay que mantener con impuestos sobre la población. El único impuesto es el que se ocupa de los problemas de pobreza y necesidades más básicas (Zakat). Todo lo demás se resuelve a través de fundaciones de bienestar social (Awqaf), por lo que el gobierno no administra el dinero de la gente.
Dinar, Dírham, Flus, etc. – Dinero
El dinero que la gente hereda u obtiene con su trabajo, ingenio y destreza es un dinero de verdad y libremente aceptado. Por lo general consiste en monedas hechas de metales preciosos cuyo peso y pureza son conocidos y han sido establecidos por el Corán, por la Primera Generación y a lo largo de la historia. Las monedas de oro se llaman dinares, pesan 4,25 gramos y equivalen a un traje hecho a medida, a un cordero de mediana edad o a un mes de alquiler en una casa pequeña de la ciudad. Los precios de esta ciudad sin usura son más bajos, ya que la inflación y la especulación son prácticamente inexistentes. La unidad de plata es el dírham, pesa poco menos de tres gramos y corresponde a un pollo de granja, a un libro encuadernado o a una cena para dos en un restaurante. Luego hay otras monedas, de materiales más sencillos como el cobre o el bronce, que sirven para el cambio de las pequeñas compras cotidianas. Una moneda de cobre, por ejemplo, puede equivaler a un café con leche. Esta escala de moneda sí puede tener un valor nominal e incluso ser de papel ya que su uso es limitado y local. Este dinero para gastos menores se denomina flus.
El dinero debe ser real porque es importante que la gente sepa lo que tiene en sus manos, lo que entrega a otras personas a cambio de buenas mercancías y honestos servicios, lo que guarda para su futuro y el de la gente a la que ama y a la que quiere proteger. Así que en esta ciudad se emplea un dinero de verdad, con una tradición de cinco mil años de antigüedad, apreciado por grandes y diversas civilizaciones a lo largo de toda la historia de la humanidad. Dinero con valor intrínseco, basado en las cualidades físicas de estos metales y en los innumerables usos que tienen en el arte, la ciencia, la industria y la tecnología.
Pero también es importante señalar que este no es el único dinero. El dinar, el dírham y el flus se acuñan y distribuyen de forma pública por cuenta del gobierno, sirven como unidad de valor, medida e intercambio entre la gente y las empresas, así como referencia para algunas cuestiones legales; pero no es necesariamente el único dinero, no se impone por la fuerza, nadie está obligado a ofrecerlo ni aceptarlo y cualquier otra cosa que la gente escoja libremente puede servir como dinero. Esta libertad es vital porque es una protección contra la posibilidad de que el dinero pueda ser manipulado, adulterado o monopolizado. Si la autoridad o un poderoso comerciante inunda el mercado con una moneda o mercancía en particular, adulterándola o devaluándola para controlarla, la gente es libre de pasarse a otra forma de intercambio como la sal, el grano, las piedras preciosas o cualquier otra cosa que la gente reconozca y acepte como pago. De esta forma se evita la inflación, pero también el monopolio, que por otra parte está prohibido y castigado. El valor del dinero y las mercancías fluctúa -algo natural en un sistema vivo como el de un mercado-, pero siempre lo hace de forma natural, de acuerdo a los flujos de la oferta y la demanda, no por la imposición de un gobierno o por la fuerza de un capital.
Suq – Mercado
En el centro de la ciudad está el Mercado Central. A partir del amanecer, la gente llega y se instala para ofrecer sus productos y servicios a los demás ciudadanos. En este espacio todos son iguales y todos tienen derecho a comerciar y transitar, a comprar y a vender sin cargo alguno sobre sus negocios o mercancías y sin temor a que los más ricos se impongan a los más pobres, ya que el mercado está mantenido y regulado de forma pública, equitativa y gratuita. La igualdad de derechos en este espacio es total y ajena a la posición política, el poder adquisitivo o la clase social. Esto esta garantizado por un juez que se ocupa de los asuntos del mercado. En general la gente llega y comercia donde quiere dentro de las zonas designadas por la propia infraestructura del mercado, pero los lugares no son fijos y al caer la noche el mercado debe quedar limpio y despejado. De esta manera, hasta la persona más pobre y sencilla, sin grandes medios, ni estudios, ni especial destreza, puede llegar al mercado y ofrecer un vaso de limonada por una moneda. Este es el Mercado Central, que ofrece una gran variedad de productos y servicios. Repartidos por otras zonas de la ciudad se encuentran otros mercados de barrio, que son versiones más pequeñas del Mercado Central, y también mercados especializados en mercancías y servicios específicos. Estos espacios tienen formas y estructuras diversas, adaptadas a sus necesidades logísticas; pero todos están legalmente establecidos de acuerdo a los mismos principios de libertad e igualdad, principios que también deben promoverse en el comercio exterior y que corresponden a un concepto de mercado abierto aplicable a toda forma de negocio y trabajo.
La gente trabaja normalmente por cuenta propia, sin necesidad de convertirse en un empleado, y por tanto libre también de estar ‘parada’. La figura del emprendedor tiene un relieve especial y se entiende de forma muy amplia porque incluye a cualquier persona que quiera llevar a cabo una actividad económica, es decir, toda la población activa. El emprendedor o emprendedora trabaja e intercambia el fruto de su labor, ya sea este en forma de productos o servicios. Existen gremios y cooperativas a través de los cuales se agrupan las distintas profesiones, que se protegen, se fortalecen y se educan mutuamente, compartiendo el conocimiento y las herramientas de trabajo. Gracias a esta cultura de mercado abierto y de gremios profesionales solidarios, la figura del emprendedor se potencia por encima de la del empleado, que existe y es lícita, pero que queda limitada a casos especiales que así lo requieran por su naturaleza. En la Ciudad Iluminada los emprendedores son mayoría y se fomenta un espíritu de independencia y libertad.
Zakat – Impuesto de Bienestar Social
Existe un único impuesto, que es un derecho de los pobres sobre los ricos. Este impuesto es obligatorio y se llama Zakat. Es una porción fija, por lo general del 2,5% de la riqueza acumulada, que debe tributarse para asistir a los pobres o necesitados y así equilibrar la distribución de la riqueza. Entre los objetivos más destacados del Zakat están agilizar la economía, garantizar la fluidez y la velocidad de la circulación monetaria, incitar a la inversión económica y generar un ambiente de solidaridad basado en el derecho, y no solo en la bondad, entre ricos y pobres. Para que los bienes sean deducibles, tienen que reunir dos condiciones básicas: un mínimo imponible a partir del cual se deduce el impuesto, viente dinares o doscientos dírhams, y un tiempo de tenencia, que es el período que se cuenta para deducirlo, un año lunar. El bien tasado debe superar ese mínimo y ser propiedad de la persona por todo ese período. Es importante no confundir el Zakat con la caridad o la limosna. El Zakat pertenece a los pobres y necesitados. Es la base del bienestar social.
Awqaf – Fundaciones de Bienestar Social
La Ciudad Iluminada no se apoya en el crédito como motor principal de su economía. El préstamo de financiación existe, pero suele darse en forma de asociaciones o empresas solidarias. Un ejemplo es el quirad o commenda, contrato comercial por el que inversor y agente asumen riesgos y ganancias juntos. Otro ejemplo de riesgo compartido es el venture capital, sistema por el cual han emergido Apple y un gran número de empresas del Silicon Valley sin necesidad de interés bancario. Además, el crédito no es un elemento decisivo porque la infraestructura de los mercados, gremios, sistemas de logística y transporte de bienes, comunicaciones, así como la mayoría de las obras públicas, se establecen a través de los awqaf (en singular waqf) o fundaciones de bienestar social.
Estas fundaciones se inician con los bienes o el capital privado de una o varias personas, que los entregan a Allah de forma legalmente inalienable y eterna. Los awqaf no deben prever riesgos ni pérdidas, por lo que suelen ser bienes inmuebles con una renta fija. Consisten típicamente de tierras, huertos, jardines, plantaciones, incluso grandes extensiones, pero también de edificios que pueden estar habilitados y alquilarse como viviendas, talleres, tiendas, clubs, hoteles, párquines, cines, etc. El beneficio procedente del alquiler de estos espacios a los negocios y actividades varias, queda inmovilizado y se destina a una causa social específica in eternum. De esta forma la educación y la sanidad están cubiertas, así como el mantenimiento, limpieza e iluminación de las calles y otras necesidades públicas. Todo esto es posible cuando existe un marco legal equitativo que potencia el comercio y prohíbe la usura, porque esto permite que el capital sea abundante y fluya a toda la sociedad. El entramado de estas fundaciones ha sido tan rico y complejo en algunos momentos de la historia, que habiendo cubierto todas las necesidades básicas, las nuevas fundaciones se dedicaban a proyectos culturales y artísticos, o bien a empresas tan lujosas como comprarle el vestido a las novias pobres o proporcionar comida a los pájaros cantores para que habitasen en ciertas zonas de la ciudad.
La Libertad del Esclavo
Si se me permite un apunte en el campo de la realización espiritual, la aceptación de los límites naturales y el sometimiento a Allah tienen como fruto una auténtica libertad. El humilde reconocimiento de que existe un Ser Superior, que nos ha creado, que nos acompaña en lo más íntimo y que puede ser conocido y adorado en un camino que no tiene límites en lo interno, es para el ser humano una liberación del mundo y sus miserias. También de sus grandezas. Esa sumisión que el creyente adopta internamente en esta vida es la salvaguarda infalible contra cualquier otro señor que amenace con someterle, incluido él mismo, a menudo el peor de los amos. El musulmán se somete a Allah, Creador, Fuente de Vida, Amigo Cercano, Principio y Fin, para ser libre de todo lo demás. En el surf, esa inequívoca imagen de libertad, un hombre se desliza por el interior de un poderoso tubo de agua que lo envuelve. En realidad, nadie está más sometido al impulso creador que ese hombre. Esa experiencia de libertad surge de su complicidad con las fuerzas naturales y en definitiva con la voluntad de Allah.