Gracias a Allah este es mi segundo año en la madrasa Sharif al Wazani. El haber vuelto una vez más me confirma que Allah es el que verdadera y únicamente planea. Mis intenciones y planes el año pasado se alejaban de aquí, pero me di cuenta de que estoy donde tenía que estar. Cuando vine por primera vez tenía ciertos objetivos; ahora no puedo contar con los dedos los asuntos que me inquietan. Uno de los que mayor deseo por conseguir está causando en mí es el conocerme a mí misma y el ser consciente de mi papel en esta vida como mujer musulmana. Y es que Allah es tan generoso que no solo me ha dado la oportunidad de convivir con chicas diferentes, a través de las que día a día logro avanzar hacia mi meta, sino que además me ha obsequiado con magníficos viajes que me han hecho dar pasos aún más grandes en mi camino. He conocido a las mujeres que mejor podrían hacerme ver lo que mi corazón anhelaba; cada una de una manera única y siendo todas tan distintas han dejado huella en mí, y estoy segura que también en mis compañeras.
A mediados del otoño pasado emprendimos un viaje por Marruecos. Al visitar la zawiyya de Shaykh Muhammad ibn al Habib, en Meknes, las mujeres me mostraron, una vez más, cuál es el verdadero servicio. No cesan de trabajar desde que amanecen hasta que se acuestan, ofreciendo alimento y hospedaje a todos los fuqara que por allí pasan. Lo que más me llena ver es como en ningún momento pierden las sonrisas de sus rostros. Entre cacerola y cacerola siempre hay una historia de interesante contenido de la que consiguen sacar risas y buen humor. Creo que esto solo es posible porque todo es realizado fisabilillah.
Recorriendo el mapa de Marruecos, algo más al sur, llegamos a Tizu Karim. Fuimos hospedadas por mujeres jóvenes, quienes han dejado su cómoda vida europea para instalarse en un pueblecito del desierto, para poder, junto a sus familias, obtener lo más puro del lugar. Nos llevaron a unas auténticas dunas en el desierto, rodeadas de arena y más arena por donde quiera que mirásemos. El pequeño burro cargado de niños y provisiones para el día hizo que aquello fuese para nosotros lo más cercano al desierto que nunca hubiéramos imaginado estar, ciertamente un lugar idóneo para expresarse libremente y donde reflexionar sin impedimento alguno
Hay en aquel pueblo una preciosa madraza de Quran. Durante la visita a esta escuela, nos sentamos en fila frente a un enorme grupo de sus estudiantes e “intercambiamos” suras y qasidas. La recitación de tantas mujeres se fundía en una única. Tras cordiales saludos de manos llevadas al corazón, iba siendo consciente del único motivo que nos unía: Allah y Su Hermoso Libro.
Acostumbradas a largas horas de viaje en autobús, el camino hasta la zawiyya de Shaykh Muhammad bin Qurshi, en Turuq, no fue más que un agradable paseo. Esta visita fue clave para que el viaje llegase a su auge. Se respiraba paz y tranquilidad. Las mujeres del lugar transmitían una serenidad que yo nunca antes había sentido, y esta serenidad al recitar era transformada en pasión y perfección al pronunciar cada letra correctamente. Sin duda se podía notar la luz y báraka que colmaba el lugar en el que se encuentra la tumba del shaykh, que Allah lo bendiga y recompense.
Cada lugar, persona y momento han sido esenciales en mi camino. Le doy gracias a Allah y le pido que nos haga obtener siempre lo mejor de cada situación y que nos dé facilidad para el logro de nuestras metas.