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… Tras un largo silencio Si Hamoud puso su mano sobre mi brazo y dijo: “Hay una historia sobre el fin del mundo, sobre cómo va a ser. La gran mayoría de la población del planeta se hallaba sumida en la ignorancia, la violencia y la histeria. En una de las grandes megápolis que trepidaba con una actividad explosiva y sin dirección alguna, dos mujeres marchitas, vetustas, olvidadas, unas mendigas al borde de la muerte, estaban acurrucadas en una esquina contemplando el espectáculo terrible e incesante. Una de ellas se volvió hacia la otra y dijo: “Es horrible. Fíjate en ellos. Fíjate en nosotras. No entiendo nada. ¿Por qué? ¿Por qué esta creación tan enorme, este planeta, estos millones de personas sufriendo de esta manera? ¿Qué significa? ¿Alguien lo supo alguna vez?
Tras un largo silencio la otra mujer colocó su mano en el brazo de su compañera y dijo: ‘Recuerdo que cuando era apenas una niña, hace mucho, mucho tiempo, vino a nuestra ciudad un hombre extraño que mendigaba por las calles. Se vestía con harapos como nosotras y se cubría con un gorro puntiagudo. Todavía me acuerdo de la paz que mostraban sus ojos cuando me cogió del brazo y susurró en mi oreja: “La ilaha il’Allah’”.