La razón del éxito del Profeta Muhammad, s.a.w.s., tanto en lo interno como en lo externo, fue su sumisión total y la dependencia absoluta de Allah en todo momento. Desde la súplica después de haber sido humillado por la gente de at-Taif, en el momento de mayor impotencia, hasta el establecimiento del Islam como una realidad dinámica y luminosa en Medina y su posterior expansión, el Profeta siempre fue consciente de forma absoluta y continua de que todo el poder y toda la fuerza pertenecen únicamente a Allah, s.w.t.
El profeta Muhammad rechazó la realeza cuando Yibril le ofreció la posibilidad de elegir entre ser un Profeta-rey o un Profeta-esclavo. Siempre vivió en Medina de la misma manera que los habitantes más modestos y con menos comodidades que muchos de ellos. Esto no quiere decir que rechazase las responsabilidades de gobierno, sino que no quería saber nada de la pompa y circunstancias de la realeza. A pesar de esto, era el dirigente en todos los sentidos de la floreciente entidad política musulmana.
Aunque es verdad que la mayoría de los que han compilado la Sira del Profeta, s.a.w.s., reconocen que él era el dirigente indiscutible, son pocos los que han especificado cómo ocurría esto. Se cree comúnmente que el gobierno real y la administración política de la umma musulmana es algo que no ocurrió hasta después y por influencia de los romanos y persas. La realidad es que ésta viene de la guía del Corán y de la Sunna del Profeta, s.a.w.s, una vez puesta en práctica y que se manifestaba en todas las cuestiones de gobierno y administración. Pasa lo mismo con la civilización islámica, pero lo cierto es que el Profeta, s.a.w.s., mostró gran interés por campos como la anatomía, la medicina y varios aspectos de las ciencias naturales, el comportamiento en su forma más general, la ética, los viajes, la historia, la geografía, las matemáticas y la agricultura, además de alentar a la búsqueda intelectual y la aplicación práctica en todas estas áreas de las disciplinas humanas.
Lo primero y más destacado es que esto tenía un efecto sobre las personas y las hacía cambiar. Al-Kattani dice que transformó a esos hombres que antes de ser musulmanes sólo prestaban atención a su existencia cotidiana como beduinos en grandes hombres y líderes sofisticados que mostraban interés por todos los campos del saber, tanto de la Shari’a como de las ciencias. Hizo esto a través del ejemplo y mediante el establecimiento de todos los aspectos que hoy se esperan de un gobierno.
Podríamos decir que el primer acto político fue el ba’ya de los representantes de las tribus de ‘Aws y Jazray, que le pidieron ser su líder, y que es la base del liderazgo político musulmán hasta hoy día. Una vez en Medina, estableció una mezquita y a continuación un mercado y envolvió a toda la comunidad en ello, estableciendo las bases de todo asentamiento musulmán posterior. Redactó un pacto para establecer los derechos y obligaciones de las diferentes facciones de Yazrib. Aún más importante fue el tratado de hermandad entre los muhayirún y los ansar, que establecía una nueva hermandad dejando de lado todo tipo de lazos tribales, nacionales y raciales, que se basaba en una creencia religiosa compartida y que sería la fuerza de la expansión posterior del Din.
Una vez hecho esto se dedicó a la organización política de los musulmanes en un conjunto único y orgánico. El Profeta hizo esto por medio de organizar toda la actividad tanto administrativa como de adoración: nombró escribanos que redactaban la Revelación y todo tipo de contratos. Se reunían en un sitio llamado Diwán, nombre que se mantiene hasta hoy en día. Organizó la justicia, juzgando él la mayoría de casos, y nombró a otra persona en algunos; mandó gobernadores a todas las zonas que llegaron a estar bajo su control con instrucciones detalladas; mantenía relación con naciones extranjeras, mandaba emisarios y recibía delegaciones.
Un área crucial a la que prestó atención fue la del comercio, algo muy detallado en los libros de fiqh pero ausente en muchas de las Siras modernas. Medina era un hervidero de actividad económica en el que se negociaba con todo tipo de productos agrícolas, con caravanas y multitud de oficios manuales. Todo esto requería una cierta normativa y supervisión. Para esto especificó el tipo de monedas a usar, el dírham de plata y el dinar de oro, aunque nunca llegó a acuñarlos. Estos fueron la base monetaria de la expansión del Islam. Especificó, asimismo, medidas como el sa’a’ y el mudd. De suma importancia fue la prohibición de la usura y el nombramiento de inspectores, llamados muhtasib, que realizaban inspecciones −o hisba− en el mercado. También había registros de deudas y contratos.
Conjuntamente a esto estaba la recolección y distribución del zakat y la yizia, hecho que necesitaba del nombramiento de recolectores y distribuidores y de una considerable administración.
Por último, en el ámbito administrativo financiero, encontramos también en el tiempo del Profeta, s.a.w.s., el establecimiento del waqf o habús, fundaciones de carácter benéfico cuyo objetivo es satisfacer las necesidades sociales y económicas de los musulmanes. Al Kattani escribió: “El Profeta, s.a.w.s., y los musulmanes posteriores, siguieron estableciendo habuses hasta que llegaron a convertirse en una de las principales fuentes de ingresos del Islam para ayudar a la gente, y, hoy en día, en los territorios musulmanes, las rentas de los awqaf superan a lo que se obtiene con los impuestos”. Esto se escribía a principios del siglo XX.
A todo esto no hay que olvidar que como jefe militar se encargó de toda la estrategia; lideró veintiséis expediciones y se encargó de la organización de otras treinta, además de introducir numerosas innovaciones en las técnicas militares de los árabes.
Entre todo esta actividad diaria el Profeta, s.a.w.s., dirigía las cinco oraciones del día y cumplía con las actividades domésticas normales de un padre y marido escrupuloso. ¡Cuán lleno de actividad debía de ser un día en su vida!
Lo más asombroso es que toda esta actividad política y administrativa tuvo lugar en menos de una década. Además de lo que ya hemos mencionado instauró medidas en lo que respecta a la educación, la salud, la agricultura, el bienestar social e, incluso, la vivienda, llegando muchas de ellas a seguir activas en épocas muy posteriores.
Todo esto transcurría sin dejar de lado el objetivo principal de su vida, respecto al cual todo lo demás era secundario: recordar a los que le rodeaban la naturaleza verdadera de la existencia, transmitirles el Mensaje que le había revelado su Señor, purificar sus corazones y adiestrarlos para que, a su vez, difundieran ese Mensaje por el mundo y establecieran la adoración del Único Dios de manera que estuviese a disposición de todas las generaciones futuras de seres humanos en todas partes del mundo.
La clave de todo es que todo lo que hacía lo hacía para complacer a Allah. En nada de lo que hacía buscaba reconocimiento para sí mismo y cuando se enfadaba siempre lo hacía por Allah, nunca por asuntos de este mundo. Era el mejor ejemplo de todas las cualidades que transmitía: integridad, valentía generosidad, austeridad, determinación y humildad. Cuando todas estas cualidades mencionadas se reúnen en una persona, solo es posible reaccionar de una manera. El poder que algunos detentan sobre sus súbditos está basado en el miedo. Es posible que, en el caso de otros, sea mediante el respeto. En el caso del Profeta, s.a.w.s., era el amor. Cuando los Quraysh enviaron a ‘Urwa ibn Mas’ud az-Zaqafi como emisario a los musulmanes acampados en al-Hudaybiyya, regresó de su misión diciendo: “He visto a Cosroes en sus dominios, a César en su imperio y al Negus en su reino, pero nunca he visto a una gente que ame a su líder como los musulmanes aman a Muhammad. No hay pelo que caiga de su cabeza que los musulmanes no atesoren con estima. Nunca lo van a abandonar, así que pensad muy bien lo que vais a hacer”.
La primera comunidad estaba construida y unida por este amor; esto es lo que los convirtió en una fuerza irresistible que se propagó por la mitad del mundo conocido en una sola generación. Y esto es lo que, junto con los logros de gran repercusión que hemos mencionado antes, distingue al Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, como el gobernante y el líder político más encumbrado que ha conocido este mundo en el que vivimos.