Existe un relato acerca de algo que ocurrió en los primeros tiempos del Islam que tiene, como muchos eventos de entonces, gran relevancia en el mundo actual.
La historia es a menudo relatada como “Umar y la anciana”. Cuenta cómo el segundo de los grandes califas del Islam, Umar Ibn Al Jattab, que Al-lah esté complacido con él, una noche se disfrazó y anduvo entre la gente para observar por sí mismo su situación. Encontró a una anciana en una tienda con niños alrededor de ella llorando. La anciana removía una olla, diciendo: “Callad, hijos míos, dentro de poco la comida estará cocida y podréis comer”.
Umar y sus compañeros observaron un tiempo. Los niños siguieron llorando y la mujer repitió la promesa, pero la comida no llegaba. Finalmente, Umar se aproximó a la mujer, aún sin ser reconocido en su disfraz, y le preguntó por qué no servía la comida para alimentar a los niños. La mujer le explicó que no había comida, solo guijarros en agua hirviendo. Simplemente fingía que cocinaba con la esperanza de que los niños se cansasen de llorar, se olvidasen de su hambre y se durmiesen.
Umar, estupefacto, le preguntó que cómo podía ocurrir aquello. La mujer le dijo que no tenía ni hermano, ni padre, ni hijo ni ningún otro proveedor. Umar dijo que ella debía haber ido al Califa (refiriéndose a sí mismo pero sin revelar todavía su identidad) y haber pedido ayuda del tesoro público. La mujer dijo “¡Que Dios no guarde la vida de Umar y que derribe su estandarte, pues, por Dios, que él me ha oprimido!”.
Umar, profundamente impactado, le preguntó cómo es que podía pensar así. Ella dijo que era deber del gobernante estar al corriente de la condición de todos sus súbditos y cuidar de ellos. Él argumentó que el gobernante podía no saber y que los súbditos debían venir y contar sus problemas. Ella no estaba de acuerdo; y, finalmente, Umar se dio cuenta de que la anciana estaba en lo cierto. La situación del súbdito puede impedirle buscar ayuda y ser tratado con justicia, y el gobernante carga con una gran responsabilidad para merecer su posición, debiendo averiguar activamente cuáles son las necesidades de la gente, haciendo todo lo que esté en su poder.
Umar fue a buscar comida para la mujer y los niños, la cocinó y la sirvió él mismo, y solo entonces se sintió liberado de la carga de la que había tomado conciencia tan claramente esa misma noche.
Umar es conocido y admirado por muchos grandes logros, entre ellos el establecimiento en el 641 DC del Bayt Al-Mal, una institución que, entre otras funciones, proporcionaba ayuda a los pobres, los no privilegiados y los ancianos, musulmanes y no musulmanes por igual. Aun así, no se había dado cuenta antes de encontrarse con la anciana de que tenía el deber de asegurarse del bienestar de todos.
Así que, aunque es una historia excelente e instructiva, podéis preguntaros cuál es la relevancia de este evento de 1400 años de antigüedad para nosotros hoy en día. La situación que subraya es que quien quiera que sea que se encuentre en una situación de poder o liderazgo debe hacer uso de ella de forma sabia y justa. Lo que vemos en el mundo es que este no suele ser el caso, y la situación es incluso peor cuando los gobernantes son musulmanes y no están siguiendo el ejemplo de Umar Ibn Al Jattab, un líder verdaderamente recto. Y Al-lah sabe más.