La comunidad musulmana de Madrid está atravesando una situación dramática al carecer de un sitio donde enterrar sus difuntos. El único cementerio musulmán del que disponía, el de Griñón, fue cerrado sin previo aviso el 18 de noviembre por el ayuntamiento de dicha localidad. El consistorio alegó en su momento que el cierre duraría hasta tres meses y que se debe a obras para la mejora de la parcela con el fin de regularizar su situación.
El caso del cementerio musulmán de Griñón es un ejemplo arquetípico de cómo los intereses de la comunidad musulmana se traspapelan entre la ineptitud de algunos de sus representantes y la confusión de la administración.
El cementerio empezó siendo un lugar de enterramiento de los soldados musulmanes caídos en la Guerra Civil española y la propiedad del mismo es del Ministerio de Defensa. Pero el propio Ministerio desconocía este detalle, y esta confusión originó una administración caótica del lugar que se convirtió en tierra de nadie.
De repente, el Ministerio sale de su amnesia y descubre que el lugar le pertenece. Entonces decide pasárselo al Ayuntamiento del pueblo. Lo asombroso es que, durante todo este proceso, los representantes musulmanes sabían todos estos pormenores y hasta se sentaban en las mesas de toma de decisiones. Aunque, no se les ocurrió informar con claridad y suficiente antelación a sus correligionarios. Al menos, para avisarles del riesgo que suponía el cierre inminente de su único cementerio en la zona.
El cierre, como la muerte, ha cogido a todo el mundo por improviso. Y los cadáveres no tardaron en empezar a acumularse en las morgues. La indignación tampoco tardó en reinar entre la sociedad civil musulmana. Y una serie de asociaciones -en su mayoría de jóvenes musulmanes- tomó la iniciativa de organizar concentraciones denunciando la actitud impulsiva del consistorio, aquella pasiva de algunos portavoces de la comunidad musulmana en España, y, sobre todo, el hecho de que se haya vulnerado un derecho básico de los musulmanes en España, recogido en la constitución española y en los acuerdos de cooperación del 92: el derecho a ser enterrados dignamente y acorde a sus preceptos islámicos.
La primera concentración fue el domingo 23 de noviembre ante las puertas del Ministerio de Justicia, seguida de otras cuatro concentraciones sucesivas a lo largo de noviembre y diciembre ante el Ayuntamiento de Griñón. Se formó una plataforma ciudadana que coordinó estos esfuerzos consiguiendo que la alcaldía cediese y reabriese una parte del camposanto en dos semanas en vez de tres meses.
La reapertura, lejos de solucionar el problema, probó ser un mero parche. Los enterramientos no seguirían el rito islámico y hasta contemplan la posibilidad de exhumar a los difuntos pasado un período de tiempo, además de suponer cada enterramiento un coste casi equivalente al de trasladar a los difuntos a un país musulmán.Lógicamente, estas medidas resultaron ser absolutamente insatisfactorias para la comunidad musulmana ya que no respetan los preceptos mortuorios de la jurisprudencia islámica. Y no hizo más que confirmar a los musulmanes de la zona la necesidad imperante de encontrar una alternativa.
Sin duda, la mejor de todas las opciones disponibles es disponer de un cementerio musulmán privado. Encontramos un precedente en el Parque Cementerio Islámico Suhail de Fuengirola, que empezó su andadura en 1996. O, si preferimos quedarnos en la Comunidad de Madrid, un buen ejemplo sería la comunidad judía que decidió abrir su propio cementerio en Hoyo de Manzanares, al noroeste de Madrid, donde entierran a sus difuntos acorde a los preceptos judíos, muy similares a los islámicos.
Como siempre, surge la misma piedra que ha hecho tropezar a muchos otros grandes proyectos de los musulmanes en España: nuestras divisiones internas que ya hacen acto de presencia en este proyecto incipiente. Y, evidentemente, que es un proyecto cuya habilitación no concluiría hasta pasados unos años y que conllevará su gestión y mantenimiento.
Otra opción es que, con la ley en la mano y apelando a los acuerdos del 92, se ejerza presión sobre la Comunidad de Madrid pidiéndole que muestre más flexibilidad y cambie la normativa sanitaria para que contemple el entierro según el rito musulmán. Una buena señal de integración sería empezar por integrar en las normativas las idiosincrasias de sus más de 250.000 habitantes musulmanes. Ello no será posible a menos que exista voluntad política por parte de la Administración y una voz decidida y coherente de la parte musulmana.
Tenemos para esto el modelo de Ceuta y Melilla, o el caso del cementerio musulmán de Granada donde se pueden llevar a cabo los enterramientos según los preceptos islámicos a raíz del acuerdo de 2002 entre la Junta de Andalucía y el Consejo Islámico de Granada.
Mientras se van cristalizando estas soluciones a largo plazo, algunos difuntos musulmanes de la zona han de ser repatriados a sus países de origen, y los que son autóctonos carecen de lugar para ser enterrados dignamente según sus convicciones. Recordemos que Madrid es la comunidad con mayor número de españoles musulmanes.
El cierre del cementerio de Griñón ha causado daño a numerosas familias y ha dejado en evidencia la falta de comunicación y coordinación existente en la comunidad musulmana. Aunque, tal y como nos enseña el Sagrado Corán, puede que detestemos algo y resulte ser bueno para nosotros. Las concentraciones fueron sintomáticas de una consciencia, cada vez más palpable entre la población musulmana y entre sus jóvenes en particular, del concepto de ciudadanía y de cómo los derechos civiles que se consigan hoy son también un legado que dejaremos a las generaciones venideras.
Pasada la etapa inicial de shock, es preciso aprender de los errores y a prevenir antes que mal curar. Es preciso que los representantes de los musulmanes logren una solución verdadera. Aunque, cualquier solución pasa en realidad por dejar de lado las diferencias personales dentro de nuestra red deteriorada de instituciones musulmanas para dar protagonismo a los únicos que se lo merecen de verdad: los intereses de los musulmanes y su bienestar espiritual.
Hicham Oulad Mhammed es un musulmán activo en el ámbito del Da’wa en lengua española, especialmente entre la juventud. Nacido en Tetuán (Marruecos), es licenciado en Estudios Árabes y Ciencias Islámicas de la Universidad de Salamanca y reside actualmente en Madrid. Trabaja como traductor y presenta y colabora en diferentes programas de Córdoba Internacional TV.