Siria, una zona que conocemos como “la cuna de la civilización”, y cuya capital es Damasco, generalmente conocida como la ciudad más antigua continuamente habitada del mundo, tendría que ser un paradigma de enseñanza y cultura, un concilio de historia, creencias, arte y ciencia.
¿Entonces cómo es posible que en lugar de esto veamos un infierno sobre la tierra, manifestando cada rasgo negativo que se pueda hallar en el ser humano? ¿Hay alguna antigua razón escondida que explique este estado de ruina?
Esta tierra ha sido ocupada por una gran variedad de gentes, desde cananeos, arameos, sumerios y fenicios hasta egipcios, asirios, babilonios e hititas. Ha sido asolada por hordas mogoles y arrasada por los cruzados.
Saulo de Tarso, más tarde conocido como el apóstol ‘Pablo’, se convirtió al cristianismo en su camino a Damasco. Fue él el responsable de gran parte de la confusión futura al añadir partes al Inyil, que luego sería conocido como la Biblia cristiana moderna. Pero incluso ese desastroso suceso en tierra Siria tiene poco que ver con el destino que la gente actualmente está sufriendo allí.
El ejército Rashidun de Jalid Ibn al-Walid llevó el Islam a la región hace alrededor de 1.390 años, y tres cuartas partes de la población de la Siria moderna eran, hasta antes de la crisis actual, sunni. Por lo que uno habría esperado que hubiese una base sólida de creencia capaz de mantener la armonía y una sociedad cívica.
¿Entonces donde se torció todo? La respuesta está muy lejos en la historia.
No hay espacio en este artículo para narrar todas las torsiones, los cambios de política y las personalidades que han sido el telón de fondo de las luchas fratricidas del Oriente Medio del siglo XX, pero por supuesto, se encuentran algunos de los “sospechosos de habituales”. El más importante, como en la mayor parte de Oriente Medio, es la dislocación causada por el legado colonialista que siguió a la caída del Imperio Otomano en 1918. El otro culpable es el impío partido Baaz, que extrañamente dominó en Siria a través de los heréticos clanes Alauitas. ¡Socialismo y chiismo casados entre ellos!
¿Se trata entonces del típico caso de la imposición de la minoría opresora que gobierna en un estado, con fronteras artificiales, creadas por poderes imperiales remotos? Bien, hasta cierto punto, ese es el caso.
Esta es una descripción conocida y aplicable a muchas situaciones, muchas de ellas, tristemente, en “tierras musulmanas”. Casi trece siglos de gobierno musulmán, durante la mayoría de los cuales las regiones prosperaron y todas las guerras fueron de invasiones extranjeras, no revueltas civiles, indica que no hay nada inherentemente malo en la composición o el carácter de las gentes.
Así que sí, tenemos, una vez más, la culminación de las relativamente recientes influencias negativas de fuera de la región, sobre todo de Occidente, lo que ha llevado a la destrucción al por mayor que no sirve a los intereses de nadie.
Hablando de intereses, ¿qué intereses están en juego? Es algo un tanto sutil… no obstante lo suficientemente transparente si uno tira de los hilos de las marionetas que actualmente se están masacrando los unos a los otros en este espacio lleno de escombros entre las fronteras turcas, jordanas, libanesas e israelíes.
Por parte del Gobierno tenemos a los alauitas chiitas naturalmente apoyados por Irán, que actualmente ejercita una parte tangible de influencia a través de otro de sus aliados, Hezbollah. Tras estos actores principales se sienta Rusia. ¿Por qué Rusia? Bueno, eso es a su vez una mezcla de factores. Uno podría decir que Rusia simplemente está con “cualquiera” que esté “contra” los Estados Unidos. Eso es ciertamente un componente. Pero lo más significativo es que hay una competición que va más allá de esto, y que trata de petróleo y gasoductos ruso/iraní y aquellos de los turcos (incómodamente aliados a América y Europa).
Así pues ¿quién está luchando al otro lado? Bueno, nadie parece estar de acuerdo en esto; inclusive varios de mis buenos amigos sirios. Los Hermanos Musulmanes están allí. Escandalosamente masacrados por Asad padre en la ciudad de Hama, los Ijuan puede que hoy por hoy profesen paz, pero su disputa con los Baazistas es una sangrienta disputa, y su mano está en esta lucha, aunque sea con guantes invisibles.
Supuestamente “terroristas extranjeros”, bajo la conveniente etiqueta de Al Qaida, que los medios de comunicación les han colocado, forman una parte considerable de la fuerza de la oposición.
Luego está el llamado Ejército Libre de Siria, desertores de la máquina de guerra de Assad unidos únicamente por el odio común a su antiguo jefe. Yo no apostaría mucho por las posibilidades de que continuase la cohesión de estos grupos después de la guerra.
La único cierto es la identidad de las víctimas. La mitad de la población, que antes de la guerra estaba estimada en 22 millones, está desplazada, con sus vidas destrozadas y sus ciudades arrasadas. Pero, si para cuando el humo se disipe, lo único que les queda es Islam, entonces aun tendrán una oportunidad.
Suleyman Busby, Dubai.