Carta a mi hijo durante el confinamiento del coronavirus

Mi querido hijo.

Durante este periodo excepcional hemos ido descubriendo datos que nos han servido para desvelar cosas que estaban latentes y a las que no prestábamos atención. También hemos tenido tiempo para reflexionar sobre lo que le está pasado a la humanidad. Este fenómeno tan extraordinario, cuando el mundo entero ha respondido de una forma concertada, con idénticas medidas, casi de inmediato, a un peligro invisible, a un enemigo incomprensible,nos ha abierto los ojos a la realidad.

Te diré lo que creo: creo que el mundo está en un momento muy peligroso. Las aberraciones cometidas por nuestra civilización, al haber transgredido los límites naturales, nos han traído hasta este punto:

las injusticias y la desigualdad entre los seres humanos causada por un capitalismo voraz, por la práctica de una economía financiera especulativa que fabrica dinero de la nada, se lo presta con interés a naciones, empresas e individuos; la práctica cada vez más normal de hacerse rico acumulando dinero a partir del dinero (falso, ficticio y simbólico) en las bolsas y los mercados de futuros, derivativos y otros mecanismos especulativos que son más atractivos que la economía productiva; las violaciones de la dignidad o los derechos, como quieras llamarlos, de los animales en las explotaciones ganaderas industriales; las brutales violaciones del orden natural causadas por la agricultura transgénica e industrial con sus pesticidas y sus fertilizantes químicos (en última instancia para asegurar dividendos a los accionistas); la destrucción del comercio libre, el pequeño comercio, los pequeños talleres, las pequeñas industrias, por la competencia despiadada de los grandes consorcios de distribución y las cadenas de supermercados, la polución generada por modelos insostenibles de desarrollo industrial y de crecimiento urbano; la creciente monitorización, control, adoctrinamiento y manipulación de los medios de comunicación y las plataformas online y su uso para modificar comportamientos y opiniones; la casi completa desaparición de la soberanía nacional y la transferencia del poder decisorio verdadero a personas y entidades no elegidas, a menudo no conocidas, y que no rinden cuentas a ningún sistema de justicia, ni desde luego a ninguna nación.

La OMS es uno de esos instrumentos que, en este momento de crisis médica, está al mando, no son los gobiernos.

Mientras tanto las masas siguen creyéndose cándidamente el doctrinario de la democracia, que el pueblo gobierna a través de las instituciones y del sistema electoral. ¡Que ingenuidad!

El deterioro de la salud de los seres humanos, especialmente en las grandes ciudades del mundo, cada vez más grandes, con su estrés, su polución en el aire, en los alimentos, en los fármacos.

Las ciencias médicas, que tienen miles de años de tradición y muchas ramas probadas y eficaces: nutrición, hierbas, hidroterapia, Ayurveda, homeopatía, se han centrado, desde mediados del siglo XX, en los tratamientos con fármacos. Las enormes corporaciones farmacéuticas ejercen una presión fenomenal sobre los gobiernos y sobre los planes de las facultades de medicina y despliegan, con sus lobbies y con sus fundaciones, una manipulación constante de la información, las decisiones políticas y las legislaciones.

Las leyes naturales son el equilibrio y la justicia, la interdependencia y la responsabilidad. La responsabilidad es una facultad individual. Por eso todo depende al final de los individuos. De ti y de mí.

Reconocer el poder divino te lleva a actuar con consciencia de tu propio sitio en la existencia, te recuerda que has de rendir cuentas ante el dador de la vida y el originador del universo. Eso era lo que los europeos llamaban, hasta hace un par de siglos, hasta la revolución industrial, ser temeroso de Dios y que estaba reflejado en la literatura, en la música de los grandes compositores, en la ética y el pensamiento, hasta más o menos esa misma época.

A partir de la Ilustración se han ido propagando, en Europa primero y después a todo el mundo, escuelas de pensamiento e ideologías que han arrastrado a nuestra civilización hacia doctrinas pragmáticas, racionales en las que la creencia era considerada como lo opuesto a la razón. Esto es comprensible, cuando se trataba de la creencia cristiana, tan implicada en luchas por el poder, tan cómplice de las atrocidades del absolutismo, de la inquisición, el oscurantismo anticientífico y de las empresas del colonialismo europeo en América, en África y en Asia.

Pero la alternativa que se fue imponiendo y que ahora ha llegado a su punto álgido, es el ateísmo materialista que ha generado la lista de horrorosas desviaciones que te he enumerado, y otras muchas.

Si te fijas bien, todas las aberraciones que nos están dañando a todos tienen su raíz en la codicia y el ansia de crecimiento económico. La raíz del problema está en el modelo económico. Y el inicio de todo, en la época de las grandes aventuras imperialistas y colonialistas, desde el siglo XVI en adelante, estuvo en la despenalización de la usura.

La usura se define, en los textos clásicos del Islam, como el desequilibrio o la falta de equidad en cualquier transacción. El préstamo con interés es la forma más simple de usura. Y el sistema económico actual ha hecho de la usura la norma, respaldada por la ley. Desde el siglo XVI en adelante, en las sociedades cristianas se despenalizó la usura y dejó de ser considerada un crimen o un pecado. Primero fueron los protestantes y finalmente los católicos. La tragedia es que los países musulmanes también se han subido al carro y aunque la doctrina de la prohibición de la usura sigue intacta, en la práctica, las sociedades musulmanas han aceptado el paradigma de la economía usurera.

Eso no significa que el modelo y la normativa de lo equitativo y lo equilibrado no siga claro y yo estoy convencido de que es la principal medicina para lo que nos acontece. Ese paradigma hay que descubrirlo, rescatarlo de los libros de jurisprudencia y de historia y revivirlo. Hay que luchar para vivir de esa manera.

También es importante dar la espalda a ese mundo atroz y brutal mas que enfrentarse a él, abandonarlo y contribuir a crear uno más auténtico, más sano, más justo y más recto. Esos son los pasos que valen la pena dar y esa es la dirección correcta.

El primer principio válido es la sencillez. La vida no es tan complicada como se presenta. El ayuno es una forma importantísima de curación y con respecto a nuestra mente lo mismo. El ayuno de información es saludable y la avalancha de información no es sana.

El segundo principio es el siguiente: si es natural está más cerca de la verdad, si es artificial y manufacturado es casi siempre más dañino y más toxico.

Todos usamos coches y nos beneficiamos de su utilidad. Si, pero hay una desmesura, un ansia por comprar el último modelo, y una ambición de los fabricantes que parecen querer cubrir el planeta con vehículos, que es aberrante. No es imprescindible en nuestra vida esa capsula metálica con ruedas, neurótica, contaminante y que además sale carísima, hay que trabajar para alimentarla mucho más de lo necesario, cuestan mas que un hijo. Yo soy defensor de la bicicleta. Y del transporte público limpio, que circula puntual, cómodo y ecológico. Dejar de utilizar automóviles es un acto revolucionario, no violento y muy eficaz.

Y como ese muchos más: comprar al productor y no al supermercado: más solidario, más sano y a veces más barato, pero eso es lo de menos. Lo local siempre es más sano y siempre se ha podido vivir bien sin lujos o manjares de regiones lejanas.

El comercio entre naciones distantes también puede ser correcto, justo y equilibrado y no hay necesidad de extremismos. Usar monedas de valor intrínseco. Dejar de usar los bancos. Entrar en redes económicas que tengan como objetivo la autosuficiencia, y en acuerdos comerciales o de producción, equitativos y con gente real, sin mediación de los bancos.

Fomentar relaciones de amistad verdadera, de cooperación y de ayuda mutua para romper el cerco neurótico de individualismo y de aislamiento de la sociedad de las masas.

Prescindir del internet, excepto para lo mínimo indispensable. Salir de la adicción a las pantallas: eso es un acto revolucionario, pacífico y muy eficaz.

No hace falta mirar muy atrás, en casi todas las sociedades, en nuestra propia familia, esa era la manera de vivir hasta la generación de nuestros abuelos. Después, a todo el mundo le entró la ansiedad por ir a trabajar a las ciudades y dejaron atrás, abandonados, sus pueblos y sus aldeas, donde la vida era mucho más bella, más equilibrada y completamente integrada en el orden de la naturaleza.

Hay que desarrollar otra dimensión de conciencia en nuestro propio ser. Un despertar interior. Entre otras cosas, cuando ese despertar se produce, nos inmuniza contra el control ajeno.

La verdadera libertad es libertad interior. La verdadera fuente de sabiduría y contacto con la verdad es de carácter íntimo, en lo profundo de uno mismo.

Que Allah nos dé sabiduría para guiar nuestra mente y nuestras acciones hacia lo que es verdadero, lo que es justo y lo que nos lleva a realizarnos y a alcanzar nuestras más altas metas. Que Allah nos dé conocimiento de Él y de nosotros mismos que nos haga estar en un camino recto.

Mantén el equilibrio, se fiel a ti mismo. Busca la verdad en ti mismo y reconócela en los demás. Busca saber y aprender, por amor a la verdad, no por utilitarismo.

Cuida de ti mismo y cuida de los que amas. Busca buenos compañeros y no dejes a los buenos amigos. Solos somos débiles, juntos somos fuertes.

Y cuenta conmigo. Un abrazo.

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