Un siglo de libertad política lleva la República francesa, y ¿qué ha hecho esta libertad? Libertad económica es lo que nosotros queremos. Libertad política tenemos nosotros. ¿Y para que nos sirve? Para ser esclavos del Oligarca”.(…) La base central de la redención de Andalucía es la libertad de la tierra, y con esto nos ponemos enfrente de los intereses de los plutócratas. Nosotros defendemos sin ninguna restricción la libertad de la tierra, para que nadie tenga derecho a gravar o menoscabar el trabajo ajeno
“Conferencia del Sr. Infante”, EL Liberal, 1917. Citado por J. L. Ortiz de Lanzagorta en su libro Blas Infante, vida y muerte de un hombre andaluz.
Con sabiduría de gran alcance, encaja Blas Infante la cuestión de la libertad política. No lo podía haber expresado mejor que poner en cuestión el mismísimo modelo revolucionario por excelencia: la Revolución francesa y su consecuencia, la ‘república’. La visión de las plazas de los pueblos llenas de jornaleros esperando ser elegidos para la peonada sirvió de antídoto para que la retórica del progreso no le cegase de ver la realidad y comprometerse con ella.
La misma cuestión hemos de hacernos en esta línea de pensamiento: qué significa esta ‘democracia política’ que nos ha conducido a una dependencia esclavista de los “mercados” y a una entrega sin freno a los designios de la oligarquía financiera. Por tanto hemos de decir, como Blas infante, que, para quitarnos el yugo de la deuda soberana que políticos y banqueros nos han impuesto, lo que nosotros queremos es libertad económica.
En su tiempo político 1898-1936, tiempo convulso y decadente, el problema de la tierra se expresaba socialmente como una necesidad acuciante. La “reforma agraria” se presentaba desde muchos sectores como la solución más inmediata para un equilibrio de las rentas en el territorio español, y especialmente en Andalucía, donde el sistema latifundista y señorial pervivía como herencia feudal desde la conquista castellano-europea.
Blas Infante, en su condición de hombre de leyes y notario, supo, como nosotros sabemos, que para que se genere una base legal distinta es necesario un nuevo nomos sobre la Tierra. Por ello, las lindes de los latifundios debían moverse y las tierras muertas o no cultivadas debían ser para la gente que les diese vida. Este tema aún no resuelto en España se ha escondido en estas décadas pasadas bajo la tapadera del crédito y la subvención, y ahora el campo es dependiente de las políticas agrarias de la Comisión Europea o de los créditos de campaña que les concedan los bancos para comprar las semillas híbridas y los pesticidas de diseño, en manos de corporaciones monopolistas.
Si los campesinos necesitan tierras para conquistar un nuevo régimen de libertad, hoy la ciudadanía necesita encontrar un nuevo ámbito económico que le devuelva la dignidad. Libertad económica es lo que nosotros necesitamos, distinguida porque nadie tenga derecho a gravar o menoscabar el trabajo ajeno, por la capacidad de elegir el medio de cambio sin imposición y por la existencia de una moneda con valor en sí misma. Si los griegos no generan su propio ámbito económico en base a estos principios y construyen una red de mercados abiertos, libres de toda posibilidad de intervención impositiva, la expoliación de su riqueza y su trabajo está garantizada, por parte de los bancos alemanes y franceses principalmente. No hay otra alternativa que dar la espalda a los bancos.
Al cierre de su conferencia, conocedor de lo que significaba confrontar a la plutocracia, dijo Blas Infante: “Si en la lucha que hemos emprendido nos sorprende la muerte, tendremos la íntima satisfacción de haber cumplido con nuestro deber”. Diecinueve años más tarde murió fusilado sin haber recibido un juicio justo. Pero sus palabras aún resuenan e inspiran: “¡Andaluces, levantaos! ¡Pedid tierra y libertad!”.