Hace poco más de un mes comenzamos un nuevo año en el calendario musulmán, concretamente el año 1434 desde que nuestro amado Profeta Muhammad, al que Allah colme de bendiciones, emigró de la dificultad y la opresión de la gente de Meca al amor de los habitantes de Medina.
Fue el Emir de los Creyentes, Umar Ibn al Jattab, el que tras consultar con algunos de sus compañeros y descartar otros sucesos, como el nacimiento del Profeta, la llegada de la Profecía o su muerte, tomara la decisión de establecer la hiyra como comienzo del calendario, ya que este viaje significó un nuevo punto de partida, el principio del establecimiento de una ciudad musulmana, que contaba con el mejor gobernante posible.
El primer mes de este calendario es el noble mes de Muharram, mes que Allah ha descrito como Su mes; uno de los cuatro meses inviolables que eran respetados y valorados incluso antes del Islam.
Dentro de este mes de Muharram existe un día señalado de forma especial, y no únicamente para los musulmanes, ya que es un día remarcado para todos los creyentes. Es el décimo día del mes, el día de ‘Ashurá.
En ese día se celebra la liberación del yugo, la opresión y la esclavitud a la que fueron sometidos los Hijos de Israel. En ese día Allah, s.w.t., abrió para los creyentes el mar Rojo, que saiduna Musa y su gente atravesaron, cerrándose acto seguido sobre Firaún y sus ejércitos haciéndoles perecer ahogados.
Es un día en el que es recomendable ayunar, ya que cuando el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, llegó a Medina y vio que los judíos ayunaban el día de ‘Ashurá les preguntó: “¿Qué es esto?”. Dijeron: “Es un día honorable; es el día en que Allah salvó a los Hijos de Israel de sus enemigos, y Musa lo ayunó”. Dijo: “Yo tengo más derecho a Musa que vosotros”, y lo ayunó y ordenó que se ayunara (Rawahul Bujari wa Muslim).
Todos estos eventos nos deben hacer reflexionar sobre la importancia que tienen unas fechas sobre otras debido a los sucesos que puedan haber ocurrido en ellas. El día de ‘Ashurá es un día de celebración, a pesar de que es también el día en el que se asesinó al Imam Husain, nieto del Profeta. Por esa razón, debemos celebrarlo no como una fiesta de regocijo y alegría, ni como un día de martirio y tristeza, sino como un día de ayuno y reflexión, conscientes de que tenemos ante nosotros una puerta abierta a hacer el bien y a aumentar nuestras buenas obras