‘ABD – ESCLAVO, RABB – AMO

‘ABD - ESCLAVO, RABB - AMO

Bismillah ar-Rahman ar-ar-Rahim
Con el Nombre de Allah, el Misericordioso, el Compasivo

Fecuentemente me preguntan amigos y familiares que no son musulmanes, qué significa tu nombre en árabe ‘Abdul-Hasib, o el de tus hijos, ‘Abdullah, ‘Abdul-Aziz. En los nombres de las cosas se encuentra el significado de las realidades. Normalmente no reparamos lo suficiente, no tenemos tiempo para recapacitar sobre las palabras que decimos, con las que nombramos  a las personas o a cualquier cosa, su etimología, la intención de su uso y su carga de significado. Desentrañar la carga de significado de los nombres de las cosas exige pausa, requiere pararse a reflexionar. Cuando se consigue acceder al significado, entonces se consigue claridad de entendimiento y esa claridad, o comprensión, es una luz tan necesaria para vivir con sentido y coherencia como el agua que bebemos y el aire que respiramos son necesarios para vivir con salud y vitalidad.

¿Qué se contiene en la palabra ‘abd? El siervo, el esclavo. La palabra ‘abd es el nombre que designa en la última revelación a la situación del ser humano, mi condición y la de todos y cada uno, con respecto al Señor, el Amo absoluto, el Inmenso, el Inconmensurable, el Origen, el Primero y Último, el Sostenedor y Proveedor, el Señor de todos los mundos, los conocidos y los desconocidos, los visibles y los invisibles. Sus nombres son también innumerables.

La condición de la criatura humana con respecto a su Creador, que lo ha traído a la existencia y lo ha formado y le ha dado la vida como un ser independiente, es la de un esclavo. Tenemos autonomía, libertad, facultades sensoriales y cognitivas maravillosas, un organismo físico prodigioso y perfecto. Tenemos voluntad propia y capacidad de actuar. Pero somos en realidad siervos, esclavos, cuya libertad es un regalo del Amo. La relación de esclavitud a un amo o a un señor, es un concepto que le resulta repulsivo a la cultura humanista y a la retórica democrática de la sociedad de nuestro tiempo. La esclavitud es una metáfora, una similitud, pero no hay otra más exacta ni más acertada.

Valga decir, de paso, que la esclavitud ha existido en muchos y muy extensos periodos de la historia y existía en la época del último de los mensajeros, y que él, que Allah lo bendiga y conceda Su gracia, y su comunidad mostraron el ejemplo más alto y más excelente de respeto, compasión y generosidad hacia los hombres y mujeres cuyo destino había sido la esclavitud, por nacimiento o por circunstancias de su vida, y ese ejemplo supuso una fuerza histórica vigorosa para la eliminación de la esclavitud como práctica social.

Hecha esta salvedad, volvamos al significado de ‘abd, ser esclavo. El Amo se describe a Sí mismo como el Misericordioso y Compasivo. De todos Sus nombres, unos transmitidos y revelados y otros muchos, incontables en número, que Le designan, Él resalta y encabeza Su mensaje a la humanidad con esos dos. Ar-Rahman ar-Rahim. El Misericordioso, el Compasivo. También se da a conocer como el Justo, como el Juez, Maliki yaumid-Din, que tomará en cuenta, al-Hasib, las acciones de los hombres y recompensará lo bueno y castigará lo malo.

El Corán, la última revelación del Señor de todos los mundos a la humanidad, tiene un comienzo, llamado La Apertura, al-Fatiha. Esta oración de siete frases es la plegaria más repetida de la humanidad. Comienza con la glorificación del Señor de todos los mundos. En ella el Amo y Señor del Universo, se nombra a Sí mismo como: ar-Rahman, ar-Rahim, el que abarca con Su Misericordia todas las cosas, todos los seres, todos los mundos, y el que otorga Su Compasión y Su gracia, en especial, a quienes lo reconocen, lo adoran, le agradecen, le recuerdan, lo aman, le obedecen.

La conciencia de uno mismo como esclavo del Uno y Único Señor Supremo de todo cuanto existe, ha existido y existirá, es, contrariamente a la programación cultural y a los prejuicios semánticos de nuestra sociedad, la forma más elevada de soberanía y la meta más completa de realización a la que pueda aspirar cualquier hombre o mujer. La consciencia en cada acto, en cada acontecimiento, en cada intención y en todo momento, de ser esclavo del Poderoso que mueve el mundo entero, y atesorar el conocimiento del Señor y Amo de nuestras personas y del Universo entero, es el camino recto. Contrariamente a la doctrina del progreso material y tecnológico de nuestra civilización, el verdadero progreso es cultivar un conocimiento, cuanto más preciso y más íntimo y más completo de nuestro Señor. Ese es el camino de superación individual y de establecimiento de una sociedad justa y equilibrada.  Ihdinas-Sirat al-mustaqim. Esa conciencia nos otorga el rango de califas. Ser califa, que en árabe significa gobernante o soberano, es otra metáfora, y es complementaria de la anterior, con la que se designa al hombre en la última revelación. El califa, como el rey en la tradición cristiana antigua, es el gobernante por regencia, que ejerce dominio y tiene soberanía en representación y en nombre del Señor Todopoderoso.

La utilización abusiva y corrupta del atributo de soberanía-por-delegación sucede, tanto en la historia de los pueblos como en la de los individuos, cuando la conciencia de ser esclavo se nubla y la consciencia del Señor Omnipresente se olvida y en su lugar se hace un uso manipulador de la doctrina y de la palabrería para dominar, para lograr ambiciones o intereses del ego propio o ajeno, sin temor a la redición de cuentas.

El olvido del significado de la auténtica realidad humana tiene como consecuencia ineludible un abandono de los límites naturales y una violación de los parámetros establecidos por el Señor, que están grabados en nuestras células y en los átomos de todo cuanto existe. Las leyes naturales y las leyes reveladas. Ese es un camino que no es recto, ni es deseable ni recomendable. El camino de aquellos que se hacen merecedores del enojo divino, porque sabiendo comenten trasgresión,  y el de aquellos que se extravían, porque olvidan, falsifican y distorsionan la verdad. Caminos de fracaso y perdición. Ghairil maghdubi ‘alayhim, wa lad-Dalin.

El rechazo de la religión, el desprecio de la creencia en nuestras sociedades humanistas, son reacciones a la hipocresía evidente de quienes utilizaron y utilizan la doctrina y no tienen consciencia, solo satisfacen ambiciones y persiguen intereses egoístas.

Es útil entender por qué nos resulta tan difícil y nos produce tanta revulsión reconocer que somos esclavos y es importante comprender por qué nuestros valores culturales actuales son tan adversos a las religiones, a la fe, al dogma y a las instituciones clericales. El resultado de la condena de la creencia y de la revelación ha sido una forma de soberanía en la que el hombre es quien ejerce el poder absoluto sobre el mundo. La cultura industrial, post-industrial y tecnológica se apoya en una glorificación de las capacidades humanas, apoyadas en la ciencia, y tiende como estamos viendo hacia el encumbramiento de algunos individuos en la posición de seres omnipotentes. “El mundo ha caído en manos de los hombres.” Dijo Reiner Maria Rilke en 1915.

Cuando el ser humano asume una posición que no le corresponde, que no es su auténtica condición, y se erige en controlador y administrador del mundo, cosas espantosas ocurren.

Hay suficientes ejemplos de aberraciones, injusticias, perversidades y atrocidades impuestas por la ley, defendidas por la fuerza de las armas y enseñadas a los niños en las escuelas y a las masas en los medios de comunicación como la norma a seguir, como signos de progreso e innovaciones para mejorar, como para darse cuenta de que los hombres, cuando dejan de obedecer las pautas celestiales se convierten en peligrosos depredadores, esclavos de sus pasiones más bajas. “Si Dios no existe, todo está permitido,” (Dostoievski)

En las siete aleyas de la Sura al-Fatiha se expresan las características del Señor (las tres primeras), la relación de servidumbre del esclavo con su Amo (la cuarta) y las posibles opciones del siervo en su trayectoria vital (las tres últimas).

En ninguna situación se hace tan manifiesta la naturaleza de esa relación como cuando estamos en absoluta necesidad, en peligro, al borde de la muerte, en extrema pobreza y en la enfermedad grave. Entonces la fragilidad de nuestra soberanía concedida, ‘ubudiyyah, y la verdadera e innegable Soberanía inmutable del poder divino, rububiyyah, se hacen patentes.

El eje de la relación entre el esclavo y el Señor es la frase central y bisagra de la oración de la Apertura: Iyyaka na’budu wa iyyaka nasta’in. Únicamente a Ti te servimos, adoramos y obedecemos y únicamente a Ti te pedimos ayuda.

Sin haberlo pretendido al inicio, estas reflexiones han resultado ser un comentario sobre la primera Sura del Corán. Surat al-Fatiha

1 En el nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso.

2 Toda alabanza pertenece a Allah sólo, Señor de todos los mundos,

3 El Clemente, el Misericordioso,

4 Dueño del Día del Juicio.

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