Una historia de Rumi sobre la clemencia

Una historia de Rumi sobre la clemencia

Y no hay nadie que se Le parezca

Sura de la Adoración pura, 4.

En medio de una batalla, Ali (que Allah honre su persona) derribó a un jinete y sacó la espada con ánimo de acabar con su enemigo. Éste, viendo que nada podía hacer con la suya, movido por la rabia, le escupió en la cara.

Escupió en la cara de Ali, orgullo de los profetas y de los santos. Lanzó su saliva sobre un rostro ante el que la luna se postra.

Entonces Ali cesó de combatir, hizo un molinete con su espada y la arrojó a lo lejos.

El guerrero enemigo se quedó asombrado ante aquel acto de misericordia gratuito. Dijo: “Tras haber levantado contra mí el filo acerado de tu hierro, ¿por qué lo arrojas a un lado y me salvas la vida? ¿Qué has encontrado que sea mejor que matarme? ¿Qué es lo que has visto que ha calmado tu cólera y ha hecho que tus ojos despidan un relámpago cuyo reflejo ha encendido una llama en mi corazón? ¿Qué has visto más allá de la existencia y del espacio que parece ser mejor que la vida y que al mismo tiempo me da a mí la vida? Te ruego Ali, cuenta lo que has visto. Porque siento que la espada de tu paciencia ha desgarrado mi alma y el agua de tu conocimiento ha purificado mi tierra. Porque sé que lo que has visto forma parte de los misterios de Aquel que mata sin hierro”.

Ali respondió: “Enarbolo mi sable por el amor de Allah, porque soy Su servidor y no servidor de mi cuerpo. Soy el león de Allah, no el león de mis pasiones. Pongo de manifiesto en la guerra Sus palabras: Ni tirabas tú cuando tirabas sino que era Allah quien tiraba. Yo soy el sable, pero quien ataca con él es el Sol. He retirado de mi equipaje el “yo”, y para mí todo salvo Él carece de existencia. Soy una sombra y el Sol es mi señor; soy el chambelán, no la cortina que Le oculta. Lleno como estoy de las perlas de la unión, como una espada enjoyada, doy en las batallas vida y no muerte. La cólera es un rey que domina a los reyes; para mí es un esclavo. Cuando me escupiste, algo que no era Allah me sobrevino y por eso tuve que arrojar mi espada. Para cumplir con Sus palabras: Ama por amor de Allah y odia por amor de Allah. Lo que hago por amor de Allah no lo hago por conformismo, ni por una idea, lo hago por una intuición. Estoy libre del esfuerzo de la búsqueda, ya que me he unido solo a Allah. Si vuelo, contemplo el lugar hacia el que salgo; si doy vueltas, contemplo el eje alrededor del que giro”.

“En cuanto a ti: ¡Ven! La gracia de Allah te ha hecho libre. Tú eres yo y yo soy tú; tú eras Ali. ¿Cómo podía yo matar a Ali? Con tu escupitajo has cometido un pecado mejor que un acto de devoción; has atravesado el cielo en un instante. Eres bienaventurado por el pecado que has cometido. ¿Acaso no nacen las hojas de la rosa de una espina? El pecado de Umar y su atentado contra el Profeta ¿no le condujeron a aceptar el Islam? Muchas ventajas se ocultan en nuestros defectos. Aquel que sabe cómo coser la tela sabe también cómo desgarrarla en dos; luego la cambia por algo mejor. Destruye la casa y la transforma en ruinas; pero al instante la vuelve más habitable que antes. Ha ordenado la ley del talión para el culpable y ha dicho: En el talión tenéis vida ¡vosotros que sabéis reconocer la esencia de las cosas! ¿Quién se atreverá a sacar su espada contra el esclavo del decreto divino? Aquel a quien Allah ha abierto los ojos sabe que el asesino ha sido obligado a matar por la predestinación divina. Teme a Allah y no maldigas a los malhechores; ten conciencia de tu propia impotencia ante la trampa del decreto divino”.

Ali, príncipe de los creyentes, dijo finalmente al caballero enemigo: “Cuando te combatía, cuando me has escupido en la cara, mi alma carnal echó a perder mi buena disposición. La mitad de mi combate continuó siendo por el amor de Allah, pero la otra mitad lo hizo por una vana pasión; no nos está permitido asociar nada con las cosas de Allah. Tú has sido formado por la mano del Señor; eres la obra de Allah, no mi obra. Destruye la imagen divina sólo cuando te lo ordena Allah; arroja una piedra en el espejo del Bien Amado, pero solo cuando sea la piedra del Bien Amado”.

Cuando el caballero enemigo oyó estas palabras, una luz apareció en su corazón, y dijo: “Yo era injusto; te creía diferente del que eres; ahora sé que eres la balanza equilibrada natural de la Unidad. Tú perteneces a mi raza, a mi origen y a mi parentela; tienes la luz de la Lámpara de la sumisión a Allah. Por tanto, me someto a esta Lámpara que atrae la mirada y de la que procede tu luz. Quiero que me propongas la aceptación del Islam”.

Cerca de cincuenta personas de la tribu del caballero enemigo volvieron también sus rostros hacia el din de Islam. Con la espada de su clemencia, Ali salvó de la espada sus gargantas. La espada de la clemencia es más afilada que la espada de hierro; en verdad, da más victorias que cien ejércitos.

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