En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Todos tenemos un día de esos en los que cambia nuestra vida, a veces para bien y otras, desgraciadamente, para mal; un día de esos que cambiará el resto de nuestra vida y hará que nada nunca vuelva a ser igual. Lo más normal es que tengamos varios de esos días, y yo voy a contar aquí la pequeña historia de dos de esos días de mi vida, el día en que empezó a cambiar todo y el día tras el cual nada fue lo mismo aunque todo era igual.
El primer día del resto de mi vida, ese primer día en que todo empezó a cambiar, fue el día en que me senté en clase tras apuntarme a esa extraña carrera llamada “Estudios Árabes e Islámicos”. Estaba nervioso, no tenía ni idea de árabe, conocía muy poco sobre esa cultura y nada sobre el Islam, más allá de lo que la televisión me decía que tenía que creer. Éramos pocos en clase, no más de quince, gente extraña apuntada a una carrera impopular para estudiar algo que a nuestra sociedad parecía no importar. Había muy distintos tipos de personas en clase, hombres y mujeres, musulmanes, cristianos y ateos, mujeres con “hijab” y sin él, personas de veinte años y también de treinta y cuarenta. Pero teníamos algo en común: una mente abierta y sed de conocer algo que sabíamos que no era como la televisión nos lo pintaba, una cultura, una religión y una forma de vida que, a pesar de ser algo ajeno a muchos de nosotros, sabíamos que merecía la pena estudiar y en la que adentrarse de lleno. Aquel día, en aquella clase, empezó a cambiar la forma en que miro a los demás, la forma en que miro a la cultura árabe y el día en que el Islam dejó definitivamente de ser el motivo por el que un tal Bin Laden mataba infieles para convertirse poco a poco y con el paso de las asignaturas y los cursos en la forma de vida de los musulmanes y la mía propia, y agradezco cada día a Al-lah (Subḥānahu wa Ta’Ala) por haberme guiado y seguir haciéndolo.
Esos dos elementos, mi carrera y mi religión, son fundamentales en mi felicidad y la base sobre la que quiero vivir el resto de mi vida. Mi religión es básica en mi día a día y en mi felicidad personal y mi carrera espero que sea la pieza sobre la que poder ganarme la vida, quizás y ojalá enseñando algún día sobre lo árabe e islámico a los demás, Insha Al-lah. Aspiro a enseñar a los demás algún día sobre literatura, historia o religión y dar a los demás algo que la vida ya me ha dado a mí.