Arthur Rimbaud: la búsqueda del infinito

Arthur Rimbaud

En julio de 1988, el poeta árabe Adonis leyó en la Universidad de Bolonia, dentro del programa “Lecturas entrecruzadas”, dirigido por Umberto Eco, un ensayo sobre Rimbaud en el que me baso para el siguiente artículo.

Arthur Rimbaud nace en Francia en 1854 y muere en 1891. Como Baudelaire, poeta al que admiraba, vive en el periodo en que la cultura occidental, en pleno positivismo, ha endiosado la técnica y ha convertido el racionalismo en la “única” mirada válida y “científica” hacia la existencia y el sentido de ésta. El objetivo de esta mentalidad es el conocimiento de la materia (puesto que nada existe fuera de ella). Pero como ésta se resiste, no queda más remedio que luchar contra ella para descubrir sus características, entenderla y transformarla. Parte pues de una separación absoluta entre el sujeto, que mira y analiza, y el objeto, que es estudiado y clasificado. También como Baudelaire, se da cuenta de que esa forma de conocimiento burgués, institucionalizado y deshumanizado, más que desvelar, vela el verdadero conocimiento de la realidad y de la existencia. Su actividad como poeta, y en particular en sus dos grandes libros Una temporada en el infierno e Iluminaciones, le va a llevar a buscar y a intentar comprender otras relaciones existentes más allá de las aparentes relaciones de causalidad conocidas y racionalmente demostrables; a indagar en aquellas que generan una percepción de lo enigmático, de lo infinito, de lo que rebasa los marcos de la lógica y el racionalismo. La retórica que dominaba hasta entonces la teoría poética occidental, representada por Boileau y fundamentada en la razón, va a cambiar a lo que Borges, al hablar de Las mil y una noches, llama “la asombrosa ocupación oriental del Occidente”, que elimina el dominio de la razón sobre la creación poética y artística en general, y va a colocar la infinitud en su lugar. Es Goethe quien primero exclama:

¡Sálvate. Vete al Oriente puro,

aspira el aire de los padres!

Y Rimbaud dirá después: “Retorno a Oriente, a la primera y eterna sabiduría”. Y en uno de sus poemas serán sus palabras: “¡Ha sido recuperada! – ¿Qué? La eternidad. Es la mar encrespada al sol”.

Frente al dualismo racionalista y cartesiano dominante en Occidente y su “Yo pienso, luego existo”, en el que el Yo es dueño absoluto y la identidad la constituyen un conjunto de usos y convenciones sociales, históricas y culturales, todas ellas sometidas a las apariencias externas, que se suponen objetivas, Rimbaud afirma en su carta a Georges Izambard en 1871: “Nos equivocamos al decir: Yo pienso; deberíamos decir: Yo soy pensado. Perdón por el juego de palabras. Yo es otro”.

De esta forma, Rimbaud rechaza el mundo aparente y afirma que la poesía es descubrimiento de la verdadera vida oculta, de lo invisible. Si el yo no es el yo, sino el otro, el principio de identidad antiguo sufre una sacudida y se extingue. Una cosa puede ser ella misma y otra, y el conocimiento no puede basarse sólo en la abstracción-razonamiento desde la separación, sino en la experiencia −o con palabras sufíes, la degustación− desde la unión. La naturaleza es escritura secreta cuyos símbolos son descifrados por el poeta.

Rimbaud dejó de escribir poesía en 1875. A partir de esa fecha desaparece de Europa y su vida transcurre entre Yemen y África. Pasa en Adén unos diez años. Se conoce poco y mal ese periodo de su vida; de ahí que haya muchas especulaciones sobre él. Hay quien dice que murió siendo musulmán, si bien eso tampoco es seguro. Su primera carta desde Adén es de agosto de 1880. Volvería a Europa sólo para morir, enfermo y con una pierna cortada, en casa de su hermana.

Tal vez, siendo consecuente con sus propias palabras, de lo escrito quiso pasar a lo vivido, en un continuo cambio. Si le faltó la guía que le diera la armonía en su vida o supo encontrarla al final, no podemos estar seguros. Pero lo que sí sabemos es que sus palabras, su poesía y sus reflexiones le hicieron alejarse de la cultura decadente y deshumanizada en la que había nacido y crecido, para buscar otra mirada más honda y verdadera. Y es eso lo que Adonis estudia en su artículo y en qué aspectos su búsqueda tiene algunos paralelismos con la actitud sufí ante la palabra y su relación con la existencia.

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